Vetusta Morla: de izda. a dcha., Guillermo Galván, Jorge González, David García, Pucho, Álvaro B. Baglietto y Juanma Latorre

“Soñábamos con ser como Keith Richards en el estadio del Atleti, y aquí está”

Mañana alcanzarán su cota más alta cuando lleven la gira de “Cable a tierra” al estadio Wanda Metropolitano de Madrid

Cuando llenaron por primera veza una sala como La Riviera casi nadie escribió de ellos. Pero poco a poco su nombre se iba escuchando por todas partes. Las crónicas periodísticas no tuvieron más remedio que recoger cuando la llenaron cinco noches seguidas. Después llegó el WiZink Center y en 2019, justo antes de que se detuviese el tiempo y agotaron el papel en tres noches seguidas en el pabellón de deportes. Visto así, puede parecer hasta lógico lo que va a suceder mañana, cuando Vetusta Morla salgan al escenario en el Wanda Metropolitano de Madrid como parada estelar de la gira por su último disco, «Cable a tierra». Pero incluso a Juanma Latorre, guitarrista y compositor de la banda, la situación le «da cosica. Mucho respeto».

¿Qué otras sensaciones o pensamientos le vienen a pocas horas del concierto?

Sentimos felicidad después de lo que hemos pasado en la pandemia, porque hubo muchas fases durante más de un año y medio en las que pensamos que no iba a ser posible en un plazo tan corto. Temimos por nuestra forma de vida de músicos. Por eso, poder regresar a Madrid y hacerlo en un estadio... Eso condensa de alguna manera tantos sueños cumplidos del rock & roll. Pero yo me quedo con la parte de ritual, de comunión y volver a encontrarse con la gente después de un época oscura y de la que todavía estamos saliendo. Parece que nos hemos instalado en el Apocalipsis. Hay una gran variedad de desgracias que nos acucian desde hace algún tiempo: la covid, la guerra, la situación económica... así que no nos quejamos, porque tenemos la oportunidad de seguir trabajando.

Siempre han dicho que el éxito no se mide en aforos de recintos, sino en llegar a la gente.

Es cierto: el éxito de una canción o de una banda está en su capacidad para remover emociones y conectar con la historia de las personas que la escuchan, sean cuantas sean. Lo que se puede cuantificar nunca ha sido lo que hace la chispa y el alma de la música, pero es cierto que vivimos en una sociedad de cuantificación permanente. Tenemos que asumirlo y jugar con ello, aunque, si nos preguntan cuál es el núcleo de lo que hacemos, jamás serán las cifras. Obviamente, tener ese respaldo viene bien porque te permite profesionalizarte, tener recursos para desarrollar tu música y dedicarle todo a ello. Pero el quid de la cuestión está en otra parte.

“Durante varias fases de la pandemia llegamos a temer por nuestro modo de vida de músicos»

Dicho lo cual, ¿mañana se sentirán un poco como los Rolling Stones?

Un poquito. La verdad es que hay un punto de ese adolescente que llega a tocar en un estadio y con eso fantaseábamos, con la raqueta delante del espejo, cuando éramos niños. Con ser Keith Richards en el estadio del Atleti. Así que hay una parte de nuestro chaval interior que se sentirá con un sueño cumplido.

Tocan solo unas semanas después que ellos...

Sí, y por enmedio tendrían que haber estado los Foo Fighters, pero la calamidad de la muerte de Taylor Hawkins lo ha impedido... Vernos entre esos nombres es para nosotros una maravilla.

Después de hacerse con el Wanda... ¿esto les sitúa ante el abismo del «y ahora qué»?

Un poco sí, pero tenemos una edad que nos surge esta pregunta en muchos sentidos y, ¿sabes qué?, que la respuesta es «más de lo mismo». Y te lo firmo durante 10 o 20 años sin problemas. Hemos llegado muchísimo más lejos de lo que podríamos haber soñado nunca. Entonces, todo lo que venga nos parece bien. Por poner un lugar donde hay campo para ampliar, ahí está América Latina y Estados Unidos, donde somos mucho más pequeños. Existe terreno que explorar, pero me conformo con que lo que tenemos nos dure más tiempo.

«Nos preocupa que el trabajo que se crea en torno a este sector tenga unas condiciones dignas»

Manuel Carrasco en Sevilla, Fito en San Mamés, el Primavera Sound han reunido masas de récord... Está claro que hay muchas ganas de conciertos, pero ¿podemos caer en la masificación y saturación y morir de éxito?

Totalmente. Es un peligro muy real, porque se han juntado tres giras: la de 2020 que se canceló, la de 2021 que no se celebró y la de 2022 que toca este año. Nos estamos encontrando con una escasez grande de personal, de mano de obra con la formación requerida para montar un evento en directo y también con escasez de material para una escenografía e incluso para las barras y los accesos. Hay una oferta elevadísima y la gente tiene muchas ganas, pero hay que medir la masificación y la sobreoferta. Parece que queremos recuperar el pulso, aunque hay que controlar. Por un lado, el panorama es emocionante, pero no se puede hablar de normalidad estricta. Eso sí, preferimos estos riesgos a todo lo que hemos vivido en los últimos años.

Menciona al personal y a la mano de obra de los espectáculos. Entiendo que en un festival será complicado porque no depende de la banda, pero, ¿hasta qué punto se preocupan de que las condiciones laborales sean dignas en sus giras propias?

Eso nos ha preocupado siempre. Hasta donde llegamos, tratamos que sean las mejores posibles. Tenemos la convicción de que antes de la pandemia se estaba culminando un proceso de muchos años de profesionalización del sector y de regulación de las condiciones laborales. En el pasado, por desgracia la música era un sector muy dado a las irregularidades y a la economía informal, por llamarlo de alguna manera. Creo que eso se iba dejando atrás y la pandemia lo ha cortado un poco. En nuestro ámbito más cercano tratamos de hacerlo pero a veces estar vigilante de eso es un trabajo en sí mismo porque hay multitud de profesionales involucrados en una gira y resulta complicado saberlo todo.

Tomaron la decisión de dejar de tocar en fiestas patronales de ayuntamientos a pesar de que eran muy lucrativas.

Aquello fue un proceso que era bueno para el bolsillo de algunos, porque las administraciones públicas gastaban mucho dinero en traer a artistas para que tocasen gratis, pero eso dejó un mercado pervertido. Hacía que la gente no se acostumbrase a pagar por ir a un concierto y al mismo tiempo se inflaron los cachés de forma artificial e insostenible. Fue algo que hizo mucho daño y ha tenido que realizarse una reconstrucción del tejido de directo que ha llevado mucho tiempo. Y todavía se está recuperando.

«Dejamos de tocar en fiestas patronales porque el dinero público pervirtió el mercado musical»

Hay múltiples actores en un gran ecosistema.

Eso es. Ha sido muy importante un público maduro, que aprecia lo que recibe por parte de la industria, que lo valora y exige lo que le corresponde. Que sabe por lo que está pagando y que puede reclamarlo. Ahora mismo el desafío está en mantener ese público después de dos años encerrados en casa.

Las nuevas canciones son algo minimalistas. ¿Cómo se adaptan al directo y en qué consistirá el espectáculo escénico en el Wanda?

Para el Wanda no hacemos algo «ad hoc», sino que será el mismo espectáculo de la gira del disco. Igual, pero con vitaminas, porque es más grande. La parafernalia es un poco más aparatosa, pero en esencia es el mismo espectáculo. Aparte de lo escenográfico, contamos con seis músicos que vienen del mundo de la música tradicional. Personas jóvenes metidas en la música folclórica y de raíz aunque no desde la perspectiva de la conservación, sino de su renovación y contextualización en el siglo XXI. El disco tiene una parte muy importante de eso y nos ayudan muchísimo. Para mí es un puntazo estar en el Metropolitano y tener allí panderos cuadrados de El Naán, latas de pimentón que tocan las chicas de Aliboria, de Galicia, o azadas golpeando una piedra. Algo así de doméstico en ese contexto creo que le da una un significado interesante.

El disco suena a Vetusta Morla pero con un acento a tradición. ¿Les preocupaba acabar en un pastiche?

Al principio nos encontramos con ese problema. La línea entre la sana contaminación y la apropiación cultural es estrecha y no queríamos tampoco sonar a la música étnica de los 90, porque ese tipo de cosas son las que te hacían huir de lo folclórico precisamente. Pero yo creo que cuando uno se acerca a una tradición que no es la suya con las orejas y el corazón abiertos y con necesidad emocional de conectar, si se hace así, sale algo bonito. El disco no aspira a renovar el folk, ni a entrar en el Womad, sino que es como un reflejo que le aplicas a tu música, un tinte, pero sigue siendo nuestra melena. Desde el respeto máximo, aunque en un mundo globalizado.

Dónde: Estadio Wanda Metropolitano. Madrid Cuándo: mañana, 22:00 horas. Cuánto: desde 38,40 euros.