Salzburgo

Buñuel, intenso y libre

Crítica de ópera / «El ángel exterminador». Ópera en dos actos de Thomas Adès con libreto de Tom Cairns. Dirección musical: Thomas Adès. Dirección escénica: Tom Cairns. Voces: Amanda Echalaz, Audrey Luna, Anne Sofie von Otter, Charles Workman, etc. Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena. Salzburgo, 1-VIII-2016.

Representación de «El ángel exterminador» en el Festival de Salzburgo
Representación de «El ángel exterminador» en el Festival de Salzburgolarazon

El Festival de Salzburgo se apuntó el tanto de su última década al presentar este verano el estreno mundial de la tercera ópera del compositor británico Thomas Adès (Londres, 1971) a partir de la corrosiva película «El ángel exterminador» (1962) de Luis Buñuel. Adès declaró en una entrevista reciente que le vino la idea de abordar este drama surrealista para convertirlo en ópera hace unos 15 años, antes incluso de componer su aclamada obra lírica «La tempestad» (2004), ofrecida en los principales escenarios internacionales (excepto en España). A priori no era fácil abordar con éxito un proyecto así al tratarse de una obra coral con 22 personajes y un abundante diálogo en la que un grupo de burgueses son invitados a cenar, tras una función operística, en la mansión de los Nobile, de la que misteriosamente no podrán salir, aunque no había nada que lo impidiera. En su película, Buñuel hace un grotesco retrato de la refinada e insustancial sociedad burguesa mexicana que llega a perder sus encantadores modales llevándoles hacia unos humillantes límites de degradación humana a medida que pasan los días encerrados en un único espacio, que se vuelve cada vez más opresivo por la degradación de las relaciones personales entre ellos. La condición humana y sus inexplicables reacciones incontroladas ante un impedimento desconocido y azaroso es la clave a partir de la cual Adés construye una página operística modélica de poco más de dos horas con una música intensa y libre de ataduras con referencias claras al vals vienés, la música de Shostakovich, la ambigüedad tonal de Messiaen, incluso los repetitivos ritmos martilleantes de los tambores de Calanda (pueblo de nacimiento de Buñuel). Pero, sobre todo, es el lenguaje tan personal de Adés lo que hizo que esta obra tuviera de principio a fin un ritmo frenético, casi convulsivo y con marcada bipolaridad entre la tonalidad y la atonalidad, que logró mantener en vilo al espectador (no se movía ni una mosca en la sala), a través de una singular profundización sicológica de la veintena de extravagantes personajes, cincelados con gran maestría a partir de un tratamiento vocal riquísimo, variadísimo y dificilísimo, que abarca toda la gama vocal desde la tesitura del bajo (Doctor) hasta la soprano de extrema coloratura (Leticia) pasando por la voz de contratenor (Francisco de Ávila). Estamos pues ante una ópera totalmente abierta que no reniega de los ancestros y que mira al futuro, sin ataduras, con total libertad ¿Modernidad musical? La escena, coproducida por los grandes teatros de Londres, Nueva York y Copenhague –¿por qué no han estado aquí los coliseos españoles?– se abría al espectador con una sencilla escenografía giratoria, presidida por un arco central en madera de caoba, un simple mobiliario como atrezzo y una estupenda iluminación. Concebida y realizada por el también libretista de la obra, Tom Cairns, es fiel al guión original de la película, utilizando las polémicas y surrealistas repeticiones de las secuencias de Buñuel que le imprimen un ritmo extraño y poético tanto al film como a la ópera. Compositor y libretista sólo aligeran la última parte del drama, momento en el que salen del encierro de la mansión hasta la escena final de la iglesia, convirtiéndolo en un epílogo más impactante con un coro interno de fondo. Aquí hay menos humor que en la película, pero sin embargo Adés y su socio teatral Cairns consiguen potenciar mucho más la sicología humana de los personajes apoyándose en un sustrato musical excepcional que bucea en los límites de la degradación humana deteriorada por una vivencia extrema. La dirección musical, muy cuidada, fue espléndida en todo su conjunto y estuvo a cargo del propio compositor, al frente de la Orquesta de la ORF de Viena. El reparto vocal, en paralelo al de la película, estuvo encabezado por la histérica Lucia Nobile de Amanda Echalaz, el sólido tenor Charles Workman (Edmundo Nobile), la estratosférica soprano Audrey Luna (Leticia), la sensacional Blanca de Christine Rice (lo mejor del reparto en términos vocales y teatrales), el divertido Eduardo del contratenor Ed Lyon y los valores seguros de esos tres monstruos sagrados de la escena de las últimas décadas (algunos en vías de retirada) como son: Thomas Allen (Roc), John Tomlinson (Doctor) y Anne Sofie von Otter (Leonora). Al final el público saltó como un resorte de su butaca y vitoreó durante más de diez minutos la nueva ópera de Thomas Adès, que dará mucho que hablar. La misma sensación tuve hace cuatro años tras el estreno en el Festival de Aix de otra obra maestra de este siglo, «Written on Skin», de Georg Benjamin.