Green Day, el descontento de las masas
El trío de Berkeley arrasa interpretando íntegros "Dookie" y "American Idiot" ante 35.000 personas en Madrid, pero la masificación desluce el espectáculo
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Se enfrentaban, de forma simbólica, a un gran rival. Green Day se presentaba en la capital casi a la misma hora de la final de la Champions League que disputaba el Real Madrid y puede decirse que anoche en la Caja Mágica, con una nutrida representación de camisetas merengues, ganó todo el mundo. Bueno, no todo el mundo, desde luego. El trío de California, además, exorcizó el recuerdo de su anterior presencia en el recinto, donde actuaron pocos minutos después del fallecimiento de Pedro Aunión, acróbata que perdió la vida durante el Mad Cool de 2017.
Fue, para la banda de Billie Joe Armstrong, una demostración del puesto que ocupan en la música de las últimas tres décadas, la de categoría de cabeza de cartel. Más de 35.000 personas abarrotaron el recinto del Road to Río Babel, una especie de fiesta de presentación del festival que tendrá lugar dentro de un mes. Eso sí, la circulación por el recinto, al límite de su capacidad era imposible y muchos asistentes tuvieron que conformarse con ver el concierto a un centenar de metros del escenario y mediante una pantalla. Ni que decir tiene que el sonido, a esa distancia, era bastante deficiente (el viento en la tundra del parking de Orcasitas arreció con fuerza) y convertía la experiencia del concierto en cualquier cosa menos digna. Pero en esto se ha convertido la música como espectáculo de masas en el siglo XXI. Los espectadores aguantaron estoicamente e incluso con entusiasmo a pesar de las condiciones.
Eso sí: nada se le puede achacar al trío californiano, que salió precedida de la marcha imperial de "Star Wars" dispuesta a golpear a toda velocidad. Primero llegó "The American Dream is Killing Me", como presentación de su nuevo disco, "Saviors", pero, como anunció Billie Joe, había más cosas que cantar y celebrar. Y no eran los goles del Real Madrid. Venían para venerar los 30 años del "Dookie", el disco que les lanzó directos a la cumbre. Los de Berkeley lo celebraron en orden y de principio a fin para deleite de sus seguidores, que demostraron un conocimiento muy notable de las letras en inglés, y que se sumergieron en el efecto proustiano de volver a 1994 y a esa desesperación adolescente mezclada con alienación y descontento social masivo. Letras sobre el desconcierto y la precariedad que siguen de plena actualidad jalonadas con algún "Viva España" y "Viva Madrid". También rendían pleitesía a los 20 años de "American Idiot", el trabajo que les devolvió a la gloria (que musicalmente no habían perdido con "Insomniac" o "Nimrod", pero quizá sí comercialmente) a partir de un retrato satírico de la sociedad estadounidense. Un retrato casi en forma de ópera rock, además, premonitorio, pues radiografiaba a la que fue, poco después, la América de Donald Trump. También ejecutaron ese trabajo, en orden y de principio a fin y quedó testimonio de que, aunque no sea su mejor trabajo, sí es el más celebrado por su propia parroquia.
Sin embargo, al menos la mitad del público estaba o demasiado lejos o demasiado hacinado para disfrutar remotamente del espectáculo que Green Day se prestó a ofrecer con el entusiasmo y la energía por las nubes. La idea era realmente buena, porque la noche se presentaba como una jornada de reivindicación punk rocker con bandas como los estadounidenses The Interrupters, Lagwagon y The Hives. La idea era buena, como la del Borussia de Dortmund, la ejecución del plan no estuvo a la altura.