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Entrevista
Miqui Puig: “Soy víctima de mis errores y los asumo todos”
El que fuera líder de Los Sencillos presenta en Madrid un espectáculo, "Canciones", que une su trayectoria discográfica con su autobiografía, recién publicada

Pocas personas viven tan apasionadamente la música como Miqui Puig (La Ametlla, 1968). Si por él fuera, solo escucharía música y hablaría de ella. Todo el santo día descubriendo discos, revisitando temas, teorizando sobre las energías ocultas de los tres minutos mágicos del pop. De eso y de todas sus consecuencias hablaba en un libro de memorias “Yo no quería ser Miqui Puig” (Magazzini Salani) que ha publicado este año, en el que hace balance de daños tras una vida, con Los Sencillos y en solitario, dedicado al noble arte de las canciones. “Yo, de lo que me muero ganas es de cantar, ¿sabes? Todo lo demás son como pequeños accesorios. A mí al final lo que me gusta es cantar”, dice antes de su actuación que le trae mañana a Madrid para repasar su carrera.
La gira es una síntesis de su carrera.
Toda mi carrera en solitario he buscado tener un sonido, un concepto global de lo que son las canciones y en ellas se cuelan mis memorias antes de haberlas escrito. En “Yo no quería estar allí", canto sobre mis vivencias. Cuando publiqué el libro, pensé darle ya una vuelta al espectáculo y hacer algo con cara y ojos.
¿Pero no quería ser Miqui Puig, entonces?
Yo no quería ser cierto Miqui Puig que es lo que cuento en el libro. Yo no quería ser ese Miqui Puig del que la gente hablaba sin tener ni puta idea. No quería ser ese Miqui Puig que estaba en el ojo del huracán o del que se decían insultos y otras cosas peyorativas. Ese Miqui Puig que porque no ha jugado nunca al juego de la industria, se ha visto siempre como un tipo raro.
¿Quién es Miqui Puig?
Miqui Puig es el hijo de Jordi y Antonia: un campesino reconvertido a mecánico y de una señora que trabajaba en los telares. Soy un “working class” de un pueblo. De extrarradio, que ahora es fácil llegar, pero en los 60 tardamos una horita de Barcelona. En verano llegaba un alud de gente de Barcelona, que eran familias burguesas que traían libros y discos y que te hacían abrir mundos. También soy una rata de la tienda de mi pueblo, la mercería de mi pueblo, donde vendían medias, bombillas, chucherías y libros. Allí crecí yo comprando discos de libros de Mishima, revistas de rock y revistas de motos.
¿Siempre se ha sentido un poco raro por eso?
No sentirme, no. He sido raro, o te hacen ser el raro. Tampoco mola ir de outsider, pero es que ya lo eres desde el minuto uno. Los grupos que a mí me gustaban a principios de los 80 al cabo de unos años fueron los grupos mainstream. Y luego te enteras que eso es industria, te das cuenta que las “indies” tuvieron la suerte de que de que cierta emisora, con mucha enjundia y con mucho dinero, les comprara parte de su catálogo y empezar a pinchar esos grupos. Ahí es cuando te das cuenta que hay una diferencia entre la calidad, la manera de trabajar y la industria. A veces también me habría gustado no tener este punto de integridad de mierda que me ha hecho que en algunos momentos no hiciera ciertas cosas y en otros hiciera otras. Pero también lo digo en el libro, soy víctima de mis errores y los asumo todos. Como digo en el libro, tengo todos los tickets, los puedo presentar.
Se resistía a determinadas exigencias de la industria.
Bueno, no sé, tío. También tenía un manager que no hizo bien su trabajo. Cuento la anécdota del videoclip de “Doctor Amor” era malísimo porque del dinero de ese videoclip la mitad se iban a mordidas. Pero nadie lo dice. Al final todo el mundo calla, todo el mundo quiere tener su silla y el grupo son raros. Los niños son los caprichosos que no han querido ese videoclip. Al final, por suerte, ganan las canciones y es donde me quedo más tranquilo.
Ese sí que es el Miqui Puig que quería ser, ¿no?
Sí, el que se levanta cada mañana y hace un programa radio desde hace 8 años con una audiencia fiel. Estar en una emisora pública poniendo música de baile que va desde cumbia de los años 50 hasta frikis electrónicos sin obviar la parte populista... Yo siempre digo que lo que más me gusta es hacer feliz a la gente. Luego también tengo este punto miedica de no creerme mucho mi condición y eso también, bueno, forma parte del personaje y ahí es donde entra esta dualidad de que hay ratos que no quieres ser Miqui Puig, que te gustaría ser otro, pero no puedes.
Mencionaba los mensajes de odio que ha recibido, ¿A qué se debían?
Un amigo me decía que yo proyectaba una imagen de convicción en la manera de vestir y de hacer que provocaba que la gente no me entienda, que doy la sensación que tengo las cosas tan claras que eso provoca cierto rechazo. Ahora todo el mundo se apunta al caballo ganador y habla solo de lo que está de moda, pero yo siempre estaba descubriendo cosas nuevas. Muchos grupos de los que ahora están de moda hace falta verlos en el tiempo. Yo, que llevo 40 en el negocio, de vez en cuando tengo mi pequeña, cómo se llama, victoria empírica, al ver dónde están algunas personas que nos ningunearon. Hay muchos de mi generación que, cuando no les va bien, la culpa es de otros. En el libro hay un capítulo que quité que se llamaba "Grandes fracasos" porque no quería utilizar un tono victimista que a mí no me ha gustado nunca.
La cita dice que "el éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. ¿Está satisfecho con el éxito que ha tenido?
Sí, lo que me gustaría es un poco más a continuidad, sabes, y no tener que pagarme de mi bolsillo todos mis últimos discos. Y lo que no me gusta en absoluto es la condescendencia. Yo sigo haciendo mis discos, que lleguen más o lleguen menos, no quiere decir ni que tengan menos calidad. Son circunstancias. He grabado 14 discos y creo que son discos con una calidad muy alta. Luego ya, que lleguen o no lleguen, ya es otra cosa, pero me llegan constantemente mensajes muy buenos. Yo quiero que mis discos sean recordados por mis letras y siento que tengo un legado chulo.
Pero ha cambiado mucho el negocio.
Tengo casi 60 años y estoy pagando autónomos. De esto también el cuerpo se resiente, evidentemente, sabes porque ya no somos los mismos de hace 20 o 30 años que nos metíamos en una furgoneta. Y en ese tener que pagártelo todo, el desgaste... ¿Cómo pagaremos a la promo? Pues mira, este fin de semana me he hecho 3 sesiones pinchando que, en vez de cobrarlas, van a ir al fondo para pagar la promoción. Y esto antes te lo hacía una compañía y ha cambiado. Está muy bien hablar de ello. Parece que a veces no podemos hablar de cómo es el juego. Una vez dije que el día que las alcoholeras dejaran de poner dinero en los conciertos se iría todo a la mierda y me dijeron que era un incendiario. A veces lo analizo todo demasiado. A mí me gustaría ser, como decía Ray Davies, solo un hincha de fútbol, no pensar tanto ser de otra manera.
Mencionaba las circunstancias, ¿el éxito de "Bonito es" fueron circunstancias también?
Y una buena canción. Ya está. Qué duda cabe. Sí, ya está. O sea, sí, fueron circunstancias del momento, el país, el contexto y una canción inapelable. Yo siempre cuento que un año antes la tocábamos ya. La primera vez que la tocamos, vimos la reacción del público y de repente la gente se volvió loca y ahí es cuando te das cuenta que tienes algo muy grande entre manos, Pero en la música pasan cosas que la gente no sabe, como en el fútbol: “es que este jugador no juega porque lo fichó otro entrenador y este no lo quiere”. Cosas así.
Oye, Miqui, ¿no es usted un poco joven para hacer un libro de memorias?
Más que un libro de memorias es casi un retrato de una época. El libro empieza en el 92 con el punto álgido, y luego llega “Bonito es”, que fue muy guay, pero empezó una pendiente hacia abajo. Nos decían que íbamos avanzados. Nosotros metimos el rap de Pedro Navaja antes de que estuviera de moda hablar latino en una canción sonido Manchester y recibimos la bendición de Santiago Userón. Eso para mí es una victoria.
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