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Critica de clásica

Perianes triunfa con Rouvali y la Philarmonia londinense

Obras de Debussy, Saint-Saëns y Frank. Javier Perianes, piano. Mark van de Wiel, clarinete. Philharmonia Orchestra. Santtu-Matias Rouvali, director. Ciclo Ibermusica. Auditorio Nacional. Madrid, 2 de abril de 2025.

Perianes triunfa con Rouvali y la Philarmonia londinense
Perianes triunfa con Rouvali y la Philarmonia londinenseAuditorio Nacional

Fundada en 1945, la Philharmonia Orchestra de Londres es una agrupación que nos ha traído Ibermúsica desde 1986. El director finlandés, Santtu-Matias Rouvali tomó la batuta como director titular en 2021 y Marin Alsop se unió como principal directora invitada en 2023. Siguen los pasos ilustres de Herbert von Karajan, Otto Klemperer, Kurt Furtwängler, Riccardo Muti, Giuseppe Sinopoli, Christoph von Dohnányi, Vladimir Ashkenazy y Esa-Pekka Salonen que son algunos de los directores que han perfeccionado el reconocido «Sonido Philharmonia»durante algo más de ocho décadas.

Una buena formación sin llegar a la excepcionalidad que, en esta ocasión, se ha presentado en las ciudades de Sevilla, Zaragoza y Madrid con programas diferentes, pero en común con el «Concierto Egipcio» con Javier Perianes como solista del último de los cinco que para piano y orquesta compuesto por Saint-Saëns, también un gran pianista, se ha interpretado.

Javier Perianes ofreció una lectura en la que primaron melodismo y virtuosismo, con un sonido amplio y pleno de belleza, jamás apagado por la orquesta. Supo reflejar el pianista onubense los aires exóticos de la canción en la que se inspira el «Andante», además de concluir con brillantez pirotécnica el «Molto allegro» conclusivo, cosechando una más que merecida gran ovación del público, a la que este respondió con una inspiradísima «La danza del fuego» del «Amor brujo» del gaditano Manuel de Falla.

Abrió el concierto la breve «Rapsodia para clarinete» –de apenas ocho minutos de duración– en los que Mark van de Wiel mostró delicadeza y capacidad de adaptación a los cambios de ambiente y de recursos empleados por Debussy y, muy especialmente, a su virtuosismo.

Cerró el concierto «francés» la «Sinfonía en re menor» de Cesar Frank, una obra especialmente peculiar, empezando por sus tres movimientos en vez de los cuatro habituales, así como muy personal.

Basta escuchar la mezcla de sonoridades de cuerdas bajas con acordes sostenidos, que son sin duda reminiscencias de sus primeros años como organista en París. No fue bien recibida en su estreno, pero ha sido incorporada al repertorio por directores como Karajan y Giulini, por no citar otros directores anteriores, que tuvieron una cierta debilidad por ella con sus aires algo wagnerianos. Rouvali impregnó de fuerza el tema enigmático en Re menor, presentado por los violonchelos y contrabajos, que delinea el motivo cíclico central de toda la sinfonía y que reaparece transformado en los otros movimientos.

Hubo fraseo con lirismo en el tema melancólico, algo triste y «schumaniano», en las cuerdas, acompañado por el arpa, del «Allegretto» para llevarnos a la coral solemne en los metales –en este caso trombones y trompetas–, que evoca una sensación religiosa muy en la línea de Franck y cerrar con el clímax contrapuntístico y la luminosa resolución en «Re mayor», quizá con un volumen algo excesivo.

El nervio del finlandés Santtu-Matias Rouvali quedó todavía más patente en la acelerada propina que ofreció de la inevitable «Danza húngara número1» de Brahms, un tanto acelerada en su final.