Crítica

Un triplete de altura

Crítica de zarzuela. «La Clementina», de Boccherini. Voces: C.Romeu, V. Goikoetxea, C. García,B. Díaz, J. A. Sanabria, etc. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dir. musical: A. Marcon. Dir. escénica: M. Gas. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 6-VI. «Los dos ciegos», de Barbieri. Voces: R. Muñiz, L. Álvarez, C. Pérez. «Une êducation, de Chabrier. Voces: B.López, R.González, E.B.Arranz, C.Pérez. Piano y dirección musical: R.Fernández Aguirre. Dirección escénica: P.Viar. Fundación Juan March. Madrid, 6-VI-2015.

La Razón
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No sólo era la primera de una «Clementina» recuperada ante el público habitual de los estrenos en el Teatro de la Zarzuela, sino que ciento cincuenta entradas estaban ocupadas por representantes de los más importantes teatros del mundo, presentes en Madrid para la Conferencia Internacional de Ópera Europa que se desarrolla en el Teatro Real y que, por cierto, pagaron a toca teja. Junto a ellos, naturalmente, un enjambre de agentes. Si en la Zarzuela estaban por la tarde los profesionales, a la Fundación Juan March acudían por la mañana estudiantes muy jóvenes, aquellos sin los que los primeros se quedarían en el paro. ¿Tenemos esto claro? Porque el gran problema de la música en el mundo no es llenar salas con piezas populares, sino lograr la incorporación de jóvenes para sustituir los óbitos de los mayores que casi totalmente nutren hoy las salas.

Curioso que en Madrid se presenten tres zarzuelas en el mismo día. Las tres, por cierto, que un denominador común: la levedad de sus libretos comparada con la potencia de sus partituras. «Los dos ciegos» es pieza muy breve de Barbieri de origen francés, por lo que su unión a «Une êducation manquêe» de Chabrier no es casualidad. Su principal originalidad radica en la introducción en nuestra música de los bufos franceses. La burla de los dos falsos ciegos en una estación de metro entretiene sin más. Mayor entidad musical reúne la obra de Chabrier, con números de amable atractivo musical a cargo de dos sopranos, que escenifican a una pareja de jóvenes recién casados a quienes su preceptor en el colegio no ha enseñado cómo comportarse en su noche de bodas. Está bien cantantes y actores. Rubén Fernández Aguirre cuida la música al piano y Pablo Viar, con certera ayuda de iluminación y efectos sonoros, acierta a ubicar ambas en un único escenario que transforma metro en escuela a la vista del público mientras suena la obertura de la segunda obra.

Mario Gas presentó esta producción en el Teatro Español en 2009, con el mismo Andrea Marcon también en el foso y la Orquesta Barroca de Venecia. También funciona bien la de la Comunidad de Madrid bajo la experta y viva dirección del maestro. Se nota que detrás de la escena, con decorados muy simples, hay un hombre de teatro. La dirección actoral salva un texto muy largo en su primera parte sin apenas acción y que sólo en el final de la segunda da entrada al enredo. Música que suena algo a Mozart y que en alguna ocasión avanza a Rossini, con una parte bastante endiablada para el tenor y en cambio de escasa enjundia para la Clementina. Juan Antonio Sanabria logra salvar a Don Urbano, no sin algún problemilla en las coloraturas y las tres mujeres –Carmen Romeu, Vanessa Goikoetxea y Carol García– interpretan con solidez y gracia. Con ella también el equipo de actores. Una de las cosas más positivas de esta etapa del teatro es la presencia de directores musicales, cantantes y actores que saben cual es el papel de cada uno.