entrevista
Nacho Vigalondo: "No puedes decidir curarte de una depresión desde dentro del dolor"
En "Daniela Forever", su último y personalísimo trabajo, el director aborda de forma hermosa el duelo desde la especulación laberíntica de una experiencia onírica controlada
Como en aquel poema de Ana Blandiana en el que "alguien sueña con nosotros y es soñado a su vez por otro", el último y personalísimo largo de Nacho Vigalondo se despliega por el subconsciente doloroso de la pérdida del ser amado como un infinito escaparate concéntrico de escenarios posibles. En "Daniela Forever", el cineasta cántabro adopta una mirada original, pretendidamente distinta, sobre el duelo de un personaje que se niega a aceptar la crudeza de una realidad impuesta por la propia naturaleza injustamente fortuita de la vida tras perder a su pareja y recurre a una intervención en sus sueños lúcidos para poder cambiarla.
Meterse en la cabeza de Vigalondo durante los minutos que dura la conversación que mantenemos en el interior de la librería Ocho y Medio es como estar dentro de un parque de atracciones personificado en el que cada reflexión reescrita en voz alta con pequeños intervalos de timidez por parte de este persistente explorador de mundos imaginados se siente como un estimulante tiovivo en el que cualquier cosa puede ocurrir. El creador, que asegura rebelarse en la cinta contra esta especie de tributo constante a la definición de la imagen, reformula técnicamente el uso tradicional del formato del Betacam usando este tipo de tecnología creada en la década de los ochenta en un sentido puramente alegórico: como el retrato de un estado mental. "Esto era arriesgado la verdad y nos generaba muchos miedos. Era un salto al vacío porque una vez que decides utilizar este tipo de cámaras ya no hay vuelta atrás, pero también era muy excitante", reconoce. Casi tanto o más que este intercambio.
Viendo la película una no puede dejar de pensar en lo maravilloso de esa capacidad interventora de la realidad que solo es posible ejercerla a través de los sueños y por tanto de la ficción y por tanto del cine. ¿Con qué sueñas últimamente y de qué forma querías integrar este elemento onírico en la configuración del relato?
Mis sueños no valen un pimiento, nunca me han inspirado nada ni me han servido de algo. Recuerdo muy pocos sueños, se me olvidan rápido, nunca me he cruzado con un brote de inspiración nocturno, nunca he pensado en algo especialmente placentero o terrorífico mientras soñaba. Tiendo a no creerme los sueños que me cuenta la gente porque si los comparo con los míos salgo perdiendo siempre. Te diría que me he inspirado más en la propia naturaleza de hacer cine para hacer esta película: qué mayor representación de lo que implica ser cineasta que darle a un personaje la capacidad de dirigir sus propios sueños. En el momento en el que para mí la ficción y la realidad se entremezclan con más fuerza en la película es cuando el personaje se permite invocar a Hidrogenesse para que toquen para ellos en una noche preciosa de primavera en sitio bellísimo como es el Templo de Debod. Ves que ese capricho del personaje reverbera de forma escandalosa y se convierte indirectamente en la materialización de uno tuyo propio. Cuando están tocando una versión nueva de esa canción preciosa llamada "Escolta la tempesta", los que estamos delante de la cámara no somos Beatrice y Henry en ese momento, porque a ellos les rodamos a parte. Estamos el equipo y algunos amigos que han venido. Y eso es algo fantástico.
Durante estos nueve años en los que no has tocado el largo pero has continuado haciendo infinidad de cosas ¿qué era lo que te estimulaba para mantenerte dentro de la maquinaria de la industria?
Si te digo la verdad, lo que siempre hecho en falta cuando escasea, es rodar. Y en realidad no he dejado de hacerlo, de hecho hice técnicamente un largo para la serie "Into the Dark", que estaba compuesta por diferentes episodios de hora y media y yo hice "Pooka", hice también "La Alarma" para "Historias para no dormir", que no dura lo mismo que un largometraje pero lo escribí y dirigí como si fuera mi siguiente peli, con la misma ambición e ilusión digamos. Hice "Los felices 20", programa en donde no estaba dirigiendo pero estaba delante de la cámara y teniendo ocurrencias a una velocidad de vértigo, la serie "Justo antes de Cristo", "El vecino", "Nuestra bandera significa muerte" en Los Ángeles. Entiendo la mística del largometraje, porque parece que entre uno y otro lo que pasa entre medias es una pausa y entiendo que el atractivo de un largo todavía conserva ese misterio y esa mistificación pero en el momento, en el día a día, un día de rodaje es un día de rodaje y te da igual para o que sea (afirma con una ilusión adulta enternecedora), el placer de ver que las cosas brotan en un set y acaban siendo mejores de lo que había escrito o de repente una improvisación cierra una escena de una manera mucho más bonita. O un nivel mucho más prosaico: ver que no te da tiempo a rodar lo que querías y tienes que inventarte otra cosa sobre la marcha. Para mí, si hablamos en términos de estricta salud mental, el beneficio que me genera rodar es el mismo, sea para lo que sea. O sea que no he echado de menos rodar o estar en un set. Estar enfangado en proyectos para mí es la vida, Enrique Urbizu decía que rodar es "el estado natural de las cosas" y lo comparto.
Introduces en "Daniela Forever" un concepto particularmente hermoso que tiene que ver con personas que "están de día" en contextos de noche y a la inversa. Como si determinados momentos del día pudieran ponerse y quitarse igual que una camiseta. El personaje de Ochandiano es claramente una persona de día en una fiesta de noche.
Te voy a contar de dónde robé esta idea. Encuentro inspiración en uno de los cuadros de Magritte que más me han impresionado siempre, "El imperio de las luces". Es una serie de cuadros aunque hay uno más famoso que el resto compuesta por un vecindario, por un conjunto de casas. Hay un momento precioso cuando ves el cuadro que no vas a volver a vivir en la vida porque solo ocurre una vez que es el tiempo que tardas en ver el cuadro y darte cuenta de lo que está pasando ahí dentro: es una casa iluminada con luz nocturna, pero el cielo que tiene detrás es un cielo de mediodía en el que puedes ver perfectamente las nubes, el tono azul. En vez de saltarte a la cara la estrategia, la contraposición de una casa en penumbra iluminada por una farola pero un cielo completamente iluminado, tardas un rato en darte cuenta de lo que está sucediendo, de por qué aquello te está seduciendo tanto e incluso generándote una especie de nostalgia. Luego te das cuenta: ah claro, son casas de noche contra un cielo de día. Llevaba tiempo pensando en introducir este concepto en el cine de alguna manera.
¿Hasta qué punto es fácil abordar algo naturalmente doloroso como el duelo sin caer en la narrativa del tono melodramático?
En el momento en el que encuentras un tema tan hondo como este, necesitas encontrar una vía que te motive a querer hacer la película y ser capaz de descubrir algo en ella que sea capaz de enamorarte, algo que no hayas visto antes y en ese sentido me atraía mucho la idea de jugar con el hecho perverso de que el mundo de fantasía fuera igual que el de la realidad, algo que yo también relaciono con la vida adulta. El prota no quiere utilizar la pastilla para aprender artes marciales o tener aventuras: quiere vivir en paz, en la misma casa, en la misma ciudad y pasear de la mano con la persona que ya no está. Esa es su fantasía. Esa idea tan sencilla me atraía mucho. ¿En cuántas películas hay una puerta que te lleva a otro mundo? Muchas. El juego para mí aquí era apostar por la idea de "¿y si ese otro mundo es igual que el que dejas atrás?".
¿Te daría miedo utilizar el superpoder que tiene este personaje para modificar algo del pasado?
Tengo fe en la terapia que le proponen a él (risas). Quiero pensar que es buena idea. Lo digo porque a veces la ciencia ficción siempre tiende a condenar la tecnología que se inventa en este caso la película y si en una película hay una máquina del tiempo es porque algo malo va a pasar con ella, si un científico consigue crear un monstruo a partir de fragmentos humanos el monstruo va a perder la cabeza y se va a volver loco. Parece que la ciencia ficción es fatalista al respecto y yo quiero insistir en la idea de que el problema es el mal uso que hace Henry pero que la pastilla puede estar bien. ¡Imagínate una pastilla que te permite vivir en un espacio terapéutico cada noche! Si sigues bien las instrucciones, claro. Estaría muy guay y quiero pensar que yo sería buen chico si me lo propusiera. Pero claro, cómo no caer en la tentación en la que cae Henry. Quiero pensar que no cometería el mismo error, pero nunca se sabe, porque la película no deja de reflejar lo que puede ocurrir cuando le otorgamos a alguien normal la categoría de semidios o de Dios absoluto.
Luego decimos que el poder corrompe...
Claro, justo. Nos gusta mucho decirlo además desde la seguridad de no tener poder, nos resulta muy fácil condenar a la gente que tiene poder sobre otras personas y la ejerce de manera injusta y de pronto nos ponemos moralistas y señalamos con el dedo "fíjate, el poder te ha corrompido". Pero realmente no sabemos bien cómo seríamos si tuviéramos el poder que tienen otros, ni en quién nos convertiríamos. Por supuesto gusta pensar y tendemos a hacerlo, que tu vas a ser espléndido y simpático y amable pase lo que pase, pero nunca lo sabremos.
Hablábamos antes de esa configuración de dos mundos diferenciados que en el aspecto formal pueden parecer iguales, pero técnicamente no tienen nada que ver porque optas por un tratamiento radicalmente diferente de ambos (el digital expandido de formas horizontales y definición nítida y el cuadrado con grano del Betacam). Que utilices el segundo para reflejar el presente del protagonista me remite a ese estrechamiento de campo que se genera con la propia tristeza.
Hay una cosa que me gusta mucho remarcar de esto que dices y es que cuando utilizas cámaras completamente obsoletas como las que utilizamos en este caso, Betacam-SP, el formato cuadrado no es una decisión deliberada que hayamos tomado, es que es todo lo que da la cámara de sí y para mí es muy estimulante saber que el formato de pantalla cambia porque es todo lo que hay. Yo te he enseñado todo lo que cada cámara me permite enseñar, el material en bruto y si hay un salto entre un escenario y otro es porque no nos queda otro y eso te reconozco que me atrae muchísimo.
¿Por qué cuesta tanto cuando estás atravesando esa fase de negación durante el duelo llegar al momento que tanto repite como un mantra el personaje de Nicolás de "se acabó"?
Porque no puedes decidir curarte de una depresión o de un periodo de duelo desde dentro del dolor. Es como cuando a gente que padece depresión se les intenta animar diciéndoles "estate bien, date un paseo, anímate, no pienses en ello". Es imposible sobreponerte a una enfermedad, a un dolor, a un daño, desde el interior. Cuando estás dentro no tienes las herramientas para salir y cuando pasas por una fase de estas, por uno de estos momentos insoportables de tu vida que puede exteriorizarse en forma de depresión o de duelo, una parte de ti de hecho ni siquiera quiere curarse, no quieres atajar el dolor que sientes por la pérdida de alguien y no tienes control absoluto. Creo que a veces está bien también ser conscientes de esto, aunque no solucione nuestros problemas ni facilite las cosas. Hay momentos en los que te planteas "qué puedo hacer para acelerar este proceso y estar ya al otro lado", pero existe una vocecita que te dice "¿realmente quieres estar al otro lado? Tanto que querías a esta persona, ¿realmente quieres que sea fácil superar esa ausencia?". Y te das cuenta de que tampoco quieres.