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Nicolas Roeg, el alienígena era él

David Bowie en una escena de «El hombre que vino de las estrellas», estrenada en 1976 en el Festival de Cine de Berlín.
David Bowie en una escena de «El hombre que vino de las estrellas», estrenada en 1976 en el Festival de Cine de Berlín.larazon

Barry Diller, magnate de Hollywood y en los años setenta presidente de Paramount, se llevó un enorme disgusto en la edición de 1976 de la Berlinale por culpa de David Bowie. O, más bien, del director Nicolas Roeg. La leyenda cuenta que tras el estreno en el Festival de «El hombre que vino de las estrellas», Diller se negó a distribuir la película, que aparentemente nada tenía que ver con lo que el estudio había pactado con el realizador. Se trataba de una historia de ciencia ficción de tono melancólico, de un elegante y andrógino Bowie interpretando a un alienígena que llega a la Tierra en busca de agua para salvar a su propio Planeta y que, en cambio, descubre el sexo, la tristeza y lo que significa ser humano. Para el momento del estreno de «El hombre que vino de las estrellas», Roeg, que falleció el pasado viernes a los noventa años, ya se había forjado cierta fama gracias a la exitosa «Don’t Look Now» y a «Performance», su primer filme, que también estuvo protagonizado por un cantante, Mick Jagger (algo veía en los músicos este cineasta inglés, pues además trabajó con Art Garfunkel). Su debut como director se rodó en 1968, pero, pobre criatura incomprendida, no se estrenó hasta dos años más tarde y después de sobrevivir a varias censuras, entre otras cosas, para reducir la cantidad de sexo de la trama. «Performance» se convertiría con el tiempo en un clásico de culto en Inglaterra, al igual que el filme que tanto enfureció a Barry Diller. Roeg, londinense de nacimiento, no estudió jamás cine, pero trabajó en la industria desde muy joven y estuvo a cargo de todo tipo de tareas, desde chico de los recados hasta operador de cámara y director de fotografía, rol que desempeñó en «Petulia», «Fahrenheit 451» y «Lejos del mundanal ruido», entre tantas otras. Además de sus más famosos proyectos, que llegaron a las salas en los años setenta, continuó dirigiendo durante los ochenta –cuando salió «Contratiempo», la primera de varias películas que rodaría junto a su futura esposa, Theresa Russell– y los noventa –cuando aterrorizó a todos los niños del mundo con «La maldición de las brujas», la adaptación de un cuento de Roald Dahl protagonizada por Anjelica Huston–, aunque la fama alcanzada antes no se repetiría. Para entonces ya había embrujado a toda una generación de cineastas. Uno de ellos, Danny Boyle, señala a Roeg como una de sus mayores inspiraciones, quien le enseñó que un director debe apuntar a seducir al espectador hasta el punto de cortarle la respiración, como le sucedió a él mismo mientras veía «Eureka», de Roeg, en un cine del norte de Londres en 1983.