Ottessa Moshfegh: "La baja autoestima da lugar a la prepotencia. Es algo que entiendo bien"
La polémica novelista publica «Lapvona», el libro con el que ha incendiado a la crítica y ha dividido a los lectores en Estados Unidos
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Ottessa Moshfegh es la nueva «enfant terrible» de la literatura americana. Practica una novelística particular, hecha de esquinas y tonalidades ásperas, que ha provocado tantas admiraciones como animadversiones. Algunos la aman, otros, la odian. Su última novela ha merecido por parte del «The Guardian» el membrete de «libro del año». Otras críticas no han sido tan complacientes. De facciones suaves, pero gesto duro, la escritora capea con monosílabos las cuestiones que le desagradan. «Las críticas no las leo», asegura sobre los que han mostrado el rechazo a sus libros; «lo que hay que hacer es leer», opina sobre los que apresuran censuras y se precipitan en juicios acelerados. «Lapvona» (Alfaguara) es su trabajo más reciente. Está ambientado en una imaginativa Edad Media. Un pretexto para reflexionar sobre el dominio, Dios y la culpa y otros márgenes. Un texto irreverente que no ha dejado a nadie indiferente. «Es interesante pensar en la novela como una pieza en progresión. Me gusta analizar a otros escritores y leerlos secuencialmente. Para mí no existe descanso ni relajación. Donde acaba una narración, empieza la siguiente. Todos los libros en el fondo forman una experiencia global». Después, inclinando la cabeza, concede una confesión: «Toda mi motivación es para escribir libros. Soy novelista. Esto es lo que soy. Para mí no es posible existir en el tiempo sin ser escritora y tener un proyecto narrativo que sea expresión de mi experiencia, que sea creación. Mi primera ambición es crear algo. Durante la epidemia quería ser creativa en un momento de aislamiento en el que había miedo e inseguridad».
¿Lo grotesco qué revela del ser humano?
La persona física es una proyección del alma. No había escrito sobre un personaje con una deformidad en la columna vertebral. Yo tengo dolores crónicos por un problema en la espalda. La gente no puede ver esto. A mí se me manifestó en la adolescencia y quise crear un protagonista cuyo físico pudiera relacionar con esto y que yo conscientemente pudiera vincular con la personalidad, el alma y el físico. Quería ver cómo este individuo podía encontrar poder debido a que es distinto y cómo la baja autoestima, una autoimagen negativa, da lugar a una arrogancia extrema, a mucha prepotencia, como mecanismo de protección. Es algo que puedo entender.
Los defectos se asociaban antes a la maldad.
Se ve en el Jorobado de Notre Dame y en «La Bella y la Bestia». Ahí se refleja cómo los ve la sociedad. Ellos tienen defectos y por eso se les atribuye cierta maldad. Es injusto. Quise mirar en el interior de estas personas. Pero lo curioso es que al ser distinto, esto les conduce a preguntarse por qué tengo que sufrir. Luego se empiezan a ver como personas especiales, con un don y una experiencia diferente. Esa es su manera de sobrevivir. Vivir aislado con dolor y sometimiento tiene consecuencias.
Hay un tirano.
Con este personaje quería expresar algo divertido y espantoso a la vez. Vive en una especie de ensoñación, pero como es poderoso, nadie le cuestiona. Para mí esta era una idea interesante, porque en todos los seres humanos existe esa ensoñación. De hecho hay personas que se creen maravillosas porque otros se lo dicen. Mi personaje, todo lo que piensa se convierte en realidad. Es un psicótico en realidad. Y me pareció fascinante esta forma extrema de considerar el poder en cualquier ámbito con cierta autoridad.
[[DEST:L|||«No resulta tan cómodo tener una opinión propia»|||Otessa Moshfegh]]
La escribió en la pandemia.
Quería explicar cómo unos personajes en una situación complicada han evolucionado respecto a sí mismos y cómo afecta eso al destino de la comunidad en la que viven. Nosotros somos distintos a quienes éramos antes de la epidemia. No hubiera podido escribir este libro sin la Covid.
¿Qué le disgusta de esta sociedad poscovid?
El extremismo. Esa hostilidad extrema que se ha generado. Tampoco el efecto del aislamiento, la inquietud, la muerte, la pérdida. Estas cosas han afectado a la salud mental. Además, internet a veces puede dar lugar a una especie de ensoñación en masa. Hay una manipulación virtual a través de las redes por fuerzas con objetivos políticos. Y las personas vulnerables no pueden hacer nada. Pero algo también ha mejorado. Somos más reflexivos, sobre todo la gente joven, que ha tenido emociones intensas que les ha obligado a mirar hacia adentro y a ser menos superficiales.
No le gusta internet.
Lo que es interesante de las redes es lo subjetivo, pero tienen unas normas de comunicación... Es como si estuviéramos en un parque a la vez gritando. Eso no es una conversación. Es una especie de salvaje Oeste. Y es un mundo que va a ir más hacia el salvajismo.
Y la moralidad le disgusta.
No me gustan las conclusiones morales. Es así como acabamos atrapados. Yo creo que las novelas deben tratar de dar salida a los lectores, no de atraparlos para que vean las cosas de otra forma. La gente hará lo que quiera. Pero sí tengo una moral: que todo el mundo pueda tener su propia opinión. Sobre todo porque yo también la tengo respecto a ellos. No es tan cómodo tener una opinión.