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Estreno

«Karate Kid»: 40 años puliendo cera

Llega a los cines «Legends», una nueva entrega de la incombustible franquicia ochentera, que lleva cuatro décadas repartiendo leña y filosofía barata a partes iguales

«Karate Kid»: 40 años puliendo cera
«Karate Kid»: 40 años puliendo ceraX

El año 1984 fue crucial para la última década feliz de Hollywood y los espectadores. Fue el año, entre otras, de «Terminator», «Los Cazafantasmas», «Pesadilla en Elm Street», «Superdetective en Hollywood», «Gremlins», «Dune»… y, por supuesto, «Karate Kid». La mayoría fueron un éxito de taquilla y de crítica (algo menos). Alguna se estrelló, como la visión lynchiana de la ciencia ficción épica. Pero lo que nadie esperaba es que la historia de un crío abusado por los matones del barrio, que encuentra refugio en el karate gracias a los buenos oficios de un viejo emigrante oriental, convirtiéndose en campeón local y llevándose a la chica de sus sueños, se iba a convertir en el auténtico «sleeper» del año, ingresando cien millones de dólares sólo en Estados Unidos y Canadá.

Inspirada por las experiencias juveniles de su guionista y futuro colaborador de Luc Besson, Robert Mark Kamen; dirigida con ritmo y estilo por John G. Avildsen, quien iniciara la franquicia de «Rocky» (1976) con su primera y mejor entrega; producida por el veterano procedente del mundo de la música Jerry Weintraub y, sobre todo, protagonizada como el pequeño Daniel por un joven Ralph Macchio, fresco aún tras ser descubierto en la madre del «brat-pack», la estupenda «Rebeldes» (1983) de Coppola, junto a un entrañable Pat Morita como el Sr. Miyagi y una no menos joven Elizabeth Shue, «Karate Kid» tenía y tiene todo para funcionar espléndidamente, con esa inteligente mezcla de sabiduría e ingenuidad, sofisticación y descaro comercial sin vergüenza alguna que caracteriza lo mejor (y parte de lo peor) del cine americano de los años ochenta.

Vista hoy, sigue pareciendo increíble lo rápido que pasan sus algo más de dos horas de metraje. Lo bien que funciona la química entre Macchio y Morita, así como la anti-química entre Macchio y William Zabka, el abusón y tramposo Johnny Lawrence de los Cobra Kai, club de kárate dirigido por el violento sensei veterano de Vietnam John Kreese (interpretado por Martin Kove). Hay romance. Hay alivios cómicos. Y, sobre todo, hay lecciones de vida que Mr. Miyagi imparte gratuitamente al guapo Daniel, a ritmo de la música de Bill Conti, contra puestas de sol de esas que el digital ya no sabe filmar y manteniendo el interés del espectador no sólo sabiendo lo que va a pasar al final e incluso plano a plano, sino, oh sabiduría perdida de Hollywood, precisamente porque lo sabe.

El icónico tratamiento estético de sus jóvenes estrellas las convirtió en pegatinas para carpetas de chicas adolescentes y en portadas de la «SuperPop», creando de paso un culto secreto de seguidores gay. Pero sobre todo, la estructura y los personajes arquetípicos de este drama deportivo juvenil de iniciación a la vida son tan perfectas en su sincera predictibilidad como las de «La guerra de las galaxias» o «Acorralado» e igualmente convincentes. Eso es lo que ha hecho de todas ellas películas redondas, pero condenadas a sufrir secuelas, remakes e interminables reinvenciones que van perdiendo todas sus virtudes, transformadas poco a poco o rápidamente, según el caso, en defectos.

Del karate al kung fu

Como era habitual en los años ochenta, las dos primeras secuelas, firmadas por el propio John G. Avildsen en 1986 y 1989, protagonizadas siempre por la inseparable y a estas alturas un poco extraña pareja compuesta por Macchio y Morita (Elizabeth se fue con un futbolista…, chicas), funcionan más que decentemente. Aunque parte de la crítica les retiró su favor, el público las respaldó, cimentando un inevitable núcleo duro de fans, amantes de las artes marciales, que sigue existiendo a día de hoy, para bien o para mal. Ambas basaron sus mejores bazas tanto en cambios de escenario, llevando la segunda sus personajes al Japón, como en subir las apuestas, o sea: la violencia y las lecciones morales. No obstante, si ahí hubiera quedado todo, la Trilogía de «Karate Kid» nos habría dejado un buen sabor de boca y un mejor recuerdo. Pero si Terminator, Rocky, Rambo, Freddy Krueger y Darth Vader seguían dando guerra, ¿por qué no ellos?

Los noventa no iban a prescindir de un sello, una marca, que todavía podía vender. «El nuevo Karate Kid» (1994) celebraba el décimo aniversario de la primera película sin Avildsen tras la cámara, sustituido por Christopher Cain, y sustituyendo también a Ralph Macchio por una Hilary Swank antes del Oscar, como adolescente enfurruñada a la que el Sr. Miyagi, que le ha cogido el gusto a la cosa, pondrá con su karate y su zen de andar por casa en el camino correcto.

Eran los comienzos del empoderamiento femenino en Hollywood (ahora sería una Sra. Miyagi la sensei protagonista), pero no sólo la crítica sino también el público la castigaron: es hasta ahora la menos taquillera, con el efecto positivo (no para Weintraub, claro) de convencer a Hollywood para enterrar finalmente la saga. De momento.

La llegada del siglo XXI, del nuevo milenio y la transición digital, parecerían motivos más que suficientes para que el cine abandonara de una vez por todas los personajes, historias y títulos que hicieron grande a Hollywood demasiado tiempo atrás. Ha resultado ser lo contrario. Vivimos el reciclaje interminable y Karate Kid no iba a ser menos. Al empoderamiento femenino seguiría el «black kids matter» con «The Karate Kid» (2010) de Harald Zwart, sustituyendo al fallecido Morita por Jackie Chan, cambiando karate por kung fu en el argumento ya que no en el título, y con un casi niño Jaden Smith en el papel del nuevo Kid. Prácticamente una coproducción con China, se aseguró así el mayor presupuesto de la serie. Y funcionó: los padres que vieron el original podían llevar a sus hijos a ver la nueva, mucho más espectacular, infantil y familiar.

Después vendría la serie «Cobra Kai» (2018-2025), coproducida por el papá de Jaden, Will Smith, fan de la franquicia, que pasó de YouTube a Netflix arrastrando a incontables seguidores abducidos por su mezcla de comedia desmitificadora y nostalgia ochentera. Y ahora, «Karate Kid: Legends», dirigida por Jonathan Entwistle, que quiere funcionar como secuela de las dos líneas temporales de la saga, enlazando por un lado con «Karate Kid III» y por otro con «The Karate Kid» y «Cobra Kai», forzando las cosas lo que haga falta para tener tanto a Jackie Chan como a Ralph Macchio. Además de a un nuevo Kid directamente chino: Li Fong. Al menos, así la taquilla está asegurada.