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¿Para qué sirve el teatro, Caballero?

El director del CDN se asocia de nuevo con Javier Gomá y enfoca el trabajo del Laboratorio Rivas Cherif en los diálogos platónicos de Iris Murdoch en «Acastos»

Ernesto Caballero continúa apostando por el teatro filosófico en el María Guerrero, esta vez con un texto de Iris Murdoch
Ernesto Caballero continúa apostando por el teatro filosófico en el María Guerrero, esta vez con un texto de Iris Murdochlarazon

El director del CDN se asocia de nuevo con Javier Gomá y enfoca el trabajo del Laboratorio Rivas Cherif en los diálogos platónicos de Iris Murdoch en «Acastos».

Ernesto Caballero (Madrid, 1957) no duda en cómo celebrar el Día del Teatro: «Ensayando», dice contundente. No es que lo haya elegido como oda a lo que le da de comer y le apasiona, es que no le queda otra. Fantasea con «unos días libres en Semana Santa», pero no deja de ser ese perro sarnoso del refrán que se muere de gusto preparando un nuevo parto. Esta vez el hijo se llama «Acastos» y viene trabajándolo en el Laboratorio Rivas Cherif «desde hace algún tiempo», comenta sin precisar. De hecho, ni estaba programado al inicio de la temporada, pero le ha surgido un «hueco inesperado» y ahí que lo ha metido, del 4 al 15 de abril en la Sala de la Princesa del María Guerrero. Del mismo modo «coló» «El laberinto mágico», de Aub, hace dos finales de curso y no le salió nada mal la jugada: «La premisa es muy similar, un texto no estrictamente dramático en el que uno intuye que tiene posibilidades escénicas y se lanza a por él», resume.

Ese original son los diálogos platónicos de Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999) en «Acastos», «que contienen de forma diáfana y esencial incitaciones al pensamiento del arte y de la religión», desechando esta última para centrar la primera parte en el teatro, su terreno. Convierte así la investigación del Laboratorio del Centro Dramático Nacional –de donde es director– en un montaje que engarza en el «hilo de la temporada –justifica–. En esta segunda etapa al frente del CDN he apostado por ese teatro que, como todo buen drama, cuenta con elementos humanos, épicos y filosóficos. Procuro que todo lo que producimos y programemos incite al pensamiento y a hacer preguntas».

Se suma de este modo a la línea que ha marcado recientemente con María Zambrano, Voltaire y Rousseau y que comenzara hace ahora un año con «Inconsolable», de Javier Gomá. Filósofo con el que Caballero ha conectado –«nos hemos encontrado»– desde aquel estreno y al que ha pedido asesoramiento en «Acastos». «Nadie mejor que Murdoch para recrear esos diálogos filosóficos prestándoles una agilidad y una viveza propiamente teatrales que el original platónico, no diseñado para escena, no posee», presenta el pensador antes de meterse con el argumento: «Cinco amigos vuelven del teatro e inician una conversación sobre su naturaleza artística. Enseguida, se incorpora Sócrates (Carmen Gutiérrez) y la deliberación se orienta a la naturaleza del arte en general. Uno propone una definición: ''Arte es imitación idealizada de la Naturaleza, capaz de suscitar emociones''. Otro añade que debe conectarse con la verdad. Un tercero pone énfasis en su misión educativa. El cuarto insiste en que es pura invención y mentira y que en eso reside su belleza», se preguntan en torno a la premisa de para qué sirve el teatro.

Profundo e inagotable

Luego es Sócrates quien modera las inflexiones de una conversación «que insinúa la profundidad del pensamiento sin agotarlo», añade Gomá. Hasta que un joven Platón, silencioso hasta entonces, levanta la voz para pronunciar su exaltada condena del arte y la ficción. Reflexiones que Caballero engancha con la actualidad de las «fake news», la posverdad y la simulación, enumera, e igual que se sacude la imposición de que Sócrates tenga que ser un hombre: «Es Carmen y es Murdoch. Hemos escogido a una actriz porque hay que coger los textos sin miedos y trasladarlos a las realidades sociales de hoy. Así que lo hace una mujer y no pasa nada. ¿Que no es realista? Me importa tres pimientos. Hay que corregir los roles». Es el acercamiento que hace el director a la filósofa irlandesa, a quien ha descubierto «hace poco» y de quien ya reclama una versión de «Príncipe negro» en los escenarios nacionales.

Y una última pregunta, obligada viendo el debate que mueve la obra: ¿para qué sirve el teatro? Y Ernesto Caballero responde «de manera sintética»: «Es un lugar en el que mirarnos desde ángulos diferentes y hacernos mejores personas en lo individual, en lo social y en el terreno trascendente que va más allá de lo meramente fisiológico».