Premio Planeta

Planeta: La literatura se hace «thriller»

Los escritores Javier Sierra, ganador del galardón con «El fuego invisible», y Cristina López Barrio, finalista con «Niebla en Tánger», presentaron ayer sus novelas.

Javier Sierra y Cristina López Barrio, en un momento de la presentación pública de sus novelas en el Instituto Cervantes de Madrid
Javier Sierra y Cristina López Barrio, en un momento de la presentación pública de sus novelas en el Instituto Cervantes de Madridlarazon

Los escritores Javier Sierra, ganador del galardón con «El fuego invisible», y Cristina López Barrio, finalista con «Niebla en Tánger», presentaron ayer sus novelas.

La esencia de un misterio no se revela nunca. La pervivencia de ese secreto es la regla fundamental de su perduración en el tiempo. Javier Sierra lo sabe mejor que nadie y, siguiendo al pie de la letra una conocida recomendación de Ernest Heming-way –«durante las promociones, los escritores deben hablar de cualquier cosa menos de su libro»–, evita desvelar demasiados enigmas de «El fuego invisible», el libro con el que ha ganado el Premio Planeta 2017 y que, según se dijo ayer durante su presentación, ya se está preparando su segunda edición cuando apenas ha llegado a las librerías. «El Grial es un tema que acaricio desde hace mucho tiempo. Tiene que ver con “La última cena”, de Leonardo da Vinci, donde no está representado y empecé a preocuparme por su paradero. El camino de este libro arranca en 2004 y me llevó hasta aquí, cuando ya sé por qué Leonardo no incluyó esta reliquia en su obra: no es algo físico, sino más bien visionario. El cuento del Grial se escribe en 1180 y, entonces, no era una copa, era un objeto extraordinario que irradiaba luz por sí mismo y que llega a opacar cualquier luz cercana. Tiene un paralelismo con lo que suelen referir los místicos cuando alcanzan la iluminación: es un éxtasis que todo lo anula. Yo creo que el Grial va por ahí».

Una obra inspiradora

Javier Sierra ha urdido una novela con el pulso trepidantes de los «thriller», pero con el hilo conductor que suelen proporcionarlas leyendas, la historia y la literatura, una obra, según sus palabras, «para escritores y estimular a los que aún no se han decidido, porque es muy inspiracional: hay una parte que discurre en una escuela literaria y en el texto se incluyen referencias a Mark Twain, Mary Shelley y Lord Byron, entre otros». La trama arranca cuando David Salas, un joven profesor de Lingüística del Trinity College de Dublín inicia un viaje a Madrid para averiguar el paradero de un «primus calamus» de Juan Caramuel. Un viaje que terminará siendo trascendental para él y su futuro. «Los personajes de la novela debaten sobre si existió o no el Grial, si está en España o no, pero yo lo he usado como excusa para incitar al lector a reflexionar sobre algo más importante: cómo nacen los grandes mitos. Con la invención de una palabra se construye un mito y uno de los más grandes que existen en nuestra cultura es el Grial. Se inventa la palabra y el mito nace. Antes de 1180 nadie en Europa se preocupó por la copa de la última cena de Cristo. No era una reliquia ni para los judíos ni para los primeros cristianos», dice el autor.

El escritor ha vuelto a fijarse en las obras de arte como culmen de cualquier y representación más evidente del impulso creador del hombre. Ya se acercó al arte en «El maestro del Prado» y ahora lo vuelve a introducir en esta narración que hace que los lectores se trasladen a diferentes países y lugares. «No me interesan todas las pinturas de la historia del arte, sino unas muy específicas», puntualiza antes de comentar que «existen una serie de pinturas que fueron ejecutadas por visionarios con un propósito que en ocasiones pocos sabían, salvo ellos. Las pinturas del ábside de San Clemente de Tahull están inspiradas en el Apocalipsis. En esta pintura se representa por primera vez el Grial de la Edad Media. El cuento sobre él es de Chrétien de Troyes en 1180, pero en 1123, unos sesenta años antes, alguien pintó en esta iglesia el Grial tal como se describe en ese cuento: un cuenco de luz portado por una dama, una pieza tan sagrada que ni siquiera puede ser tocado con las manos y que hay que trasladar debajo de un manto, con prudencia, lo que me permite refleixonar sobre él».

–¿Y para usted qué es?

–(Risas) Mi conclusión de autor, que no es lo que piensan los personajes que aparecen en mi libro, es que el Grial fue un invento propagandístico de los cristianos que estaban arrinconados en esa parte de España para convencer a las tropas cristianas para reconquistar la península. Una manera de dar aliento a las tropas. De hecho, es curioso, es aquí donde surgen unas leyendas son muy españomes, como que San Lorenzo lo trajo en el siglo III, el Grial de San Juan de la Peña, que es el que ahora dicen que está en la catedral de Valencia o el del Grial de León . Todas parten del siglo XI y XIII. El trasfondo es que este objeto tan sagrado estaba en estas tierras, y, por ese motivo, España no podía estar en manos musulmanas».

Pero detrás hay mucho más, como el propio novelista explica: «Los lectores van a poder reflexionar sobre cómo se construyen las grandes obras de arte; cuál es el origen de las grandes ideas y van a conocer aspectos de algunos genios de nuestra literatura, como Victor Hugo, Lord Byron, Miguel de Unamuno o Valle-Inclán. Todos ellos tuvieron esa experiencia de iluminación tan peculiar. Valle-Inclán, más allá de su teatro del esperpento, publicó un libro que a mí me ha servido mucho: “La lámpara maravillosa”, de 1916. Es un ensayo que no entendió casi nadie en su época. Es un breviario espiritual de él, de cómo se ilumina y lo hace siempre desde dentro, quedándose quieto. En este mundo lleno de ruido lo que Valle-Inclán reivindicaba era detenerse, pararse y tratar de comprender el universo. El primero de todos fue Parménides, que emplea una técnica que se menciona en la novela, que era pasar un tiempo en una cueva con agua para aniquilar los sentidos corporales y escuchar el murmullo de los dioses. Una vez, después de ese retiro, Parménides salió de la cueva y habló de la democracia».

Javier Sierra recalca la importancia que tienen la literatura y las palabras en «El fuego invisible», que también es un homenaje literario, unas páginas que beben de una lejana inspiración: «Me acuerdo de un ensayo que una vez publicó Umberto Eco sobre la búsqueda de la lengua perfecta, que es justamente la que hablaban Adan y Eva. Esta idea me convirtió en un fan de él. Las palabras son muy importantes, no únicamente para los escritores. Cualquiera que emplee palabras y tenga quien le escuche se convierte en lo que hoy se llama un “influencer”. Además, las palabras no son iguales siempre, cambian con el tiempo y no significan lo mismo en una época que en otra. La libertad en el siglo XVIII tiene unas resonancias distintas a hoy en día. O la palabra “independencia”, que tiene muchos significados. Lo mismo sucede con el Grial. Pero lo más importante, para mí, es que una palabra con un contenido adecuado puede llegar a cambiar una sociedad».