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Cine
"Prodigiosas": una historia de superación contra todo pronóstico
Los directores Frédéric y Valentin Potier dirigen este filme basado en la vida real de las gemelas Pleynet

El cine tiene sus propios dúos. Hay películas donde el vínculo entre dos protagonistas es el centro narrativo e incluso el cuerpo entero de la historia. En “Prodigiosas”, lo que une a las hermanas Vallois va más allá de la familia o la música; es el hecho radical de ser una y dos al mismo tiempo. “Existir siendo dos, pero a la vez una, nos parece que es la mayor singularidad de esta película”, explican sus directores, Frédéric y Valentin Potier, padre e hijo, otra dualidad que también trasladan a todos los niveles del relato. Basada en la historia real de las gemelas Audrey y Diane Pleynet, la película, que se estrenó el miércoles, arranca donde tantas otras terminarían: en una especie de derrota. Ambas han sido admitidas en una prestigiosa escuela de música alemana, su técnica es brillante y su vínculo artístico parece inquebrantable hasta que una rara enfermedad genética aparece primero en una de ellas y luego en la otra. Y entonces, el piano se convierte en trinchera.
Así, desde su concepción, “Prodigiosas” fue pensada como algo más que una historia de superación; es una reflexión sobre el vínculo entre hermanas, la presión familiar y el poder de la voluntad cuando el cuerpo parece traicionar al deseo. “De ellas nos impresionó que eran frágiles y fuertes al mismo tiempo”, recuerda Frédéric, en alusión al primer encuentro con las auténticas gemelas Pleynet, punto de partida emocional y narrativo del filme. “Tenían un mensaje de resiliencia y esperanza que contar y supimos que teníamos que trasladarlo al cine”, añade Valentin, que insiste en que, “al existir ya un documental que cuenta su historia”, podían tomarse la licencia de hacer ficción.
El guion no se deja llevar por el victimismo. Lo que interesa a los directores no es la enfermedad que se ceba con las manos de las gemelas, sino lo que sucede después, aunque el drama está asegurado. Los Potier han plasmado “ese momento en el que deciden y se dan cuenta de que van a estar juntas para siempre”, cuando a través de una técnica inventada -una coreografía de manos que recuerda a un ballet de precisión-, las hermanas encuentran otra manera de seguir tocando. “Prodigiosas” es, por lo tanto, “una historia de talento puesto a prueba” donde la música es un refugio y la enfermedad se aborda “sin rencor”, tal y como les transmitieron las gemelas a través de “más de mil páginas en las que nos contaban sus vidas”.
En este punto, uno de los mayores retos que enfrentaron los realizadores fue dar con las intérpretes capaces de encarnar la complejidad emocional y física de dos personas que no encajan en el perfil normal de dos jóvenes europeas. El primer impulso fue buscar actrices que fueran gemelas, pero fue inviable. Entonces, apareció primero Camille Razat y luego Mélanie Robert. “Tuvimos dos flechazos”, confiesan. El ensayo conjunto confirmó que “entre ellas existía esa complicidad silenciosa que nace cuando dos personas se entienden sin palabras”, apuntan los directores. Sin embargo, ninguna sabía tocar el piano, por lo que se sometieron a seis meses de entrenamiento para simular la técnica de las hermanas, logrando “ser tan precisas” que durante el montaje, apunta Valentin, “los músicos pensaban que eran ellas las que estaban tocando de verdad”.
Entre las escenas más destacadas, los directores mencionan tres momentos clave. Uno es cuando “las gemelas se suben al escenario, se quitan la férula y se dan cuenta de que lo están haciendo por ellas mismas, no por su futuro profesional”, recalca Frédéric en alusión al mensaje de superación que han querido transmitir durante todo el filme. Otro es durante una discusión en la que “se dan cuenta de que están juntas en la vida, pero que a la vez compiten”. Y finalmente, el ballet de manos, que funcionó en el rodaje tras muchos ensayos fallidos, por lo que, subrayan, “fue un instante de emoción en el que pudimos ver por fin lo que tantas veces habíamos visto en los vídeos que nos mandaban las gemelas”.
Los realizadores, que sostienen que se han enfrentado a su primera ópera prima conjunta “de forma muy natural y fluida”, juegan con las luces, los silencios y los encuadres para encontrar la dualidad de la que hablábamos al principio. No es un documental ni pretende serlo, pero hay verdad en la trama y en el trasfondo. “Nos parece una cápsula de oxígeno en un mundo que no siempre es bello y que nos puede llegar a asfixiar”, concluye Frederic.
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