¿Quiénes eran los esclavos que llegaron a Alabama a bordo del “Clotilda”?
El último de ellos murió en 1935, pero su testimonio sobrevive gracias a libros como el de Sylviane Diouf, que reconstruye la travesía del barco recién descubierto y las vidas de sus pasajeros: "Es maravilloso que lo hayan encontrado, pero lo importante es la historia de quienes iban a bordo”, afirma
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El último de ellos murió en 1935, pero su testimonio sobrevive gracias a libros como el de Sylviane Diouf, que reconstruye la travesía del barco recién descubierto y las vidas de sus pasajeros: "Es maravilloso que lo hayan encontrado, pero lo importante es la historia de quienes iban a bordo”, afirma
La historia del “Clotilda” y sus prisioneros sobrevivió durante casi un siglo gracias a la tradición oral de un pueblo empeñado en recordar sus orígenes. El reciente descubrimiento de la goleta que en 1860 llevó ilegalmente a 110 hombres, mujeres y niños desde Benin hasta Mobile, en Alabama, permitirá rellenar los vacíos que aún existen respecto a la travesía y, sobre todo, hacer tangible un episodio de la historia de Estados Unidos que había sido descartado por la mayor parte de la sociedad. Para Sylviane Diouf, autora de “Sueños de África en Alabama”, en el que reconstruye las vidas de los pasajeros del “Clotilda”, el hallazgo de la goleta “es maravilloso, pero no debemos quedarnos solo con eso: lo importante es la historia de quienes iban a bordo”.
Kossola, Abache, Abile, Kupollee, Kehounco y Armuza eran algunos de ellos. En sus países de origen fueron pescadores, comerciantes o dueños de tierras. La mayoría eran prisioneros de guerra o víctimas de secuestros y llegaron desde distintas regiones del continente al puerto de Ouidah, en Benín, famoso por el abundante comercio de esclavos que allí se desarrollaba. Durante la investigación para su libro, Diouf conoció y entrevistó a varios de sus descendientes. No obstante, el testimonio más completo de esa comunidad lo obtuvo muchas décadas antes la antropóloga Zora Neale Hurston, que entrevistó en 1928 a Cudjo Lewis, para entonces el único sobreviviente de los esclavos del “Clotilda”. Hurston plasmó la vida de Cudjo en una obra imprescindible que, sin embargo, no encontró una editorial que quisiera publicarlo hasta el año pasado.
“Recientemente ha aumentado el interés por el tema de la esclavitud. En enero de 2018, cuando aquel periodista afirmó haber encontrado el “Clotilda”, hubo mucho entusiasmo al respecto”, asegura Diouf. También recuerda que la trata de esclavos africanos ha llegado recientemente a la palestra política: “Estos temas han resurgido ahora que los candidatos demócratas están hablando de indemnizaciones vinculadas a la esclavitud. Es positivo que haya llegado a este punto porque demuestra que al menos una parte de la población está interesada en encarar la Historia, si bien hay muchos que no desean hacerlo. El país en su totalidad no ha sabido lidiar con su pasado”.
En su libro, la historiadora cuenta cómo Timothy Meaher, descendiente de un irlandés instalado en Maine, se estableció en Mobile y desarrolló un negocio que le convertiría en un personaje rico y muy conocido. Tanto, que a pesar de que su juego de contrabando de esclavos fue tan notorio que llegó a salir en los periódicos, nunca sufrió consecuencias legales por ello. El tráfico de esclavos había sido prohibido décadas atrás y la pena por infringir dicha ley podía ser la muerte, pero “aunque todo el mundo lo sabía y se abrió un caso federal en contra suya, Meaher escondió a los africanos y, como nadie los encontraba...”. Poco después estalló la Guerra Civil y el caso fue olvidado, como el resto de la historia.
Pero los viajeros del “Clotilda” que sobrevivieron a esos años de esclavitud, una vez libres, no olvidaron sus raíces. Primero intentaron regresar a África, pero al ver que resultaba imposible juntaron el poco dinero que tenían y compraron unas parcelas de tierra cerca de Mobile. Nombraron un jefe, Gumpa, que en su Dahomey natal perteneció a la nobleza, y rigieron la vida cotidiana con normas independientes del resto del país. En su nuevo hogar, al que llamaron African Town, hablaban todos una lengua africana común, a pesar de que provenían de distintas regiones y de que sus costumbres y religión no eran las mismas. El exilio cohesiona.
Durante décadas ellos mismos y sus descendientes contaron su historia una y otra vez, pero eventualmente el desinterés y la pobreza los relegaron a una mera anécdota. Con el hallazgo del “Clotilda”, muchos en Africatown se permiten de nuevo sentir esperanza: “Se trata de algo que los vincula de manera tangible con sus ancestros y, además, centra la atención en su historia y en la comunidad que construyeron", asegura Diouf, y añade que “es una comunidad muy pobre, pero tienen la esperanza de que esto atraiga turismo, o al menos atención, para conseguir financiación para proyectos de conservación que son realmente necesarios. Quizá lo que un libro no pudo hacer lo logre un barco”.