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Raphael: «Estoy pletórico»

A sus 72 años, Raphael vive su enésima reencarnación cual hombre del Renacimiento: publica un nuevo y ambicioso disco, «Sinphónico», y protagoniza la nueva película de Álex de la Iglesia.

Raphael, en «Mi gran noche», dirigida por Álex de la Iglesia, en el que el cantante interpreta a Alphonso
Raphael, en «Mi gran noche», dirigida por Álex de la Iglesia, en el que el cantante interpreta a Alphonsolarazon

A sus 72 años, Raphael vive su enésima reencarnación cual hombre del Renacimiento: publica un nuevo y ambicioso disco, «Sinphónico», y protagoniza la nueva película de Álex de la Iglesia.

Tiene maneras de divo y chorrazo de voz. Es plusmarquista de la venta de entradas, «recordman» de noches encerrado en el mismo teatro y lleva tatuado en la garganta el más difícil todavía. Raphael (Linares, 1943) fue cronista sentimental de España y algo más: ha recorrido la distancia ente el festival de Benidorm y el Sonorama, y la que hay desde «Cine de Barrio» a protagonista de Álex de la Iglesia en «Mi gran noche». Presenta ahora «Sinphónico», un disco grabado con la Orquesta de RTVE, «un sueño cumplido al que nunca me había atrevido». ¿Cuál es el poder de seducción de este cantante que lleva al teatro a cinco generaciones?

–Yo mismo no tengo forma de explicarlo, y por eso me miro diariamente en el espejo.

–Se atreve con un disco que implicará una gira mundial con orquestas. Un salto mortal.

–Había actuado alguna vez en ese formato, pero para atreverse con la gira es necesaria una madurez. Ahora o nunca: lo haré una vez, no voy a explotar el filón sinfónico porque tengo otras cosas que hacer y pienso en nuevos retos.

–Son canciones que piden ser grabadas con grandeza.

–Sí, pero en el fondo estás desnudo, ¿eh? Aunque haya 90 personas tocando detrás, no hay instrumentos eléctricos que tapen tus defectos y se te ve el plumero enseguida. Estas cosas hay que hacerlas cuando uno sabe estar en el escenario y llenarlo. El problema es que puedes haber perdido facultades, pero en mi caso no ha pasado.

–En su caso...

–Noooo. Por el trasplante (al que fue sometido en 2003).

–Ahá.

–Yo uso la veteranía que tengo aquí (se señala la cabeza) con la ventaja de que me han puesto un motor nuevo. Es evidente la fuerza que tengo, parezco un chico de 30 años y sólo tengo 32 (ríe).

–¿Cree que su fuerza viene del trasplante?

–Hombre, es evidente. Entré en barrena cuando estaba haciendo «Dr. Jeckyll y Mr. Hyde». No iba al médico, pero sabía que algo pasaba. Desde entonces, siento que tengo un motor que está regenerando todo lo demás. ¡Se me han quitado hasta las arrugas! (se señala las sienes y las comisuras de los labios). Cada vez que pasa un año y veo fotos, pienso: estoy pletórico.

–¿Se ve mejor que nunca?

–La vida me ha dado una prórroga impagable. Y jamás había disfrutando tanto, porque soy muy consciente de lo que me ha pasado. Sé que esta etapa tan buena no la tenía que haber vivido. Es lógico, por la edad que tengo... ¿vivir esta plenitud?

–Por muy bien que se vea en el espejo, para un artista, sin público no hay nada.

–Pienso que he tenido siempre su cariño. Cuando salgo al escenario, hay un rumor. Y yo pienso: «Venga, que a ‘‘na’’ que hagas, verás». También creo que he pasado de mano en mano, de padres a hijos.

–¿Siente que ya pertenece a la tradición española?

–Yo no pienso en trascender. Me comporto como si estuviera empezando todos los días. No es que haya traspasado una barrera, sino que soy el aprendiz que todos los días parte de cero.

–Mirar al pasado es nostalgia o, en su caso, regodeo.

–Exacto. Yo no pierdo el tiempo con el ego. Sólo hablo de lo que voy a hacer y a mi edad, no me gusta contar batallitas.

–Acaba de rodar una película.

–Es una historia que potencia mi faceta más cómica. Estoy emocionado , pero voy a hacer otra película. Estamos mirando porque quiero otro papel que no tenga que ver con la comedia.

–¿Cuál es la razón para, a su edad, seguir trabajando?

–Ay, qué aburrimiento parar. A mí me gusta el escenario y tengo una familia que lo acepta y me anima. Pero no soy idiota, sabré cuándo me tengo que ir. No hablo de retirarme porque a un artista sólo lo retira la muerte. Pero habrá un día en que considere que no doy la talla. Ese día está muy lejos, pero y no haré una gira de despedida para llorar, qué horror.

–¿Sin escenario no puede vivir?

–Tampoco es eso. Tengo una familia maravillosa y muchas cosas en la vida, pero cuando dan las ocho de la tarde, soy carne de cañón. Ahí es donde quiero estar.

–¿Qué le da, qué siente?

–Todos mis sueños realizándose. Hacer proyectos nuevos es caro y arrriesgado. Por eso los hago yo. Mis productores a veces se «rajan» porque dudan. Y yo les digo: «tranquilos, que lo monto yo». Por eso yo soy «indie», independiente. Me dicen que no hay empresarios para hacer una gira con orquestas sinfónicas. Bueno, ya la hago yo.

–Me dijo una vez que hace años que no actúa por dinero.

–Es que, en realidad, no lo he hecho nunca. Me ha venido bien, claro, para pagar mi casa, pero después no era la motivación. Me gusta hacer lo que me da la gana y odio que me impongan las cosas.

–¿Qué es lo más importante para usted?

–La familia, que mi clan esté bien. También me preocupa mi carrera, que he llevado solito aunque bien acompañado por mis mánagers y los que se embarcan en mis locuras. Y eso que con esta gira vamos a sacar los pies del tiesto de forma aparatosa.