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¿Vandalismo?

La segunda muerte del plátano de Cattelan

La polémica obra del artista italiano ha sido devorada de nuevo, ahora por Noh Hyun-soo

La obra "Comediante" de maruzio Cattelan
La obra "Comediante" de maruzio CattelanLa Razón

En 2019, el artista italiano Maurio Cattelan hizo temblar los cimientos del mundo del arte cuando, durante la celebración de Miami Basel, adhirió un plátano al stand de la galería que le representaba con cinta de embalaje gris. Este gesto artístico -que para el común de los mortales constituyó una tomadura de pelo, y para la iglesia de los especialistas en arte contemporáneo una genial barrabasada- se vendió en 120.000 dólares, lo que lo convirtió en una de las “excentricidades” más caras de la historia del arte. Antes de que finalizara aquella edición de Miami Basel, el artista David Datuna quiso participar en el juego mediático planteado por Cattelan y, tras arrancar el plátano, se lo comió. Cuatro años después, el plátano de Cattelan ha vuelto a ser devorado -su fatal e inevitable destino-. Esta vez, la ingestión ha corrido a cargo de Noh Hyun-soo, un estudiante surcoreano que, durante su visita al Museo de Arte Leeum de Seúl, despegó el valioso readymade y se lo comió. Interrogado con posterioridad, Hyun-soo alegó que “tenía hambre” y que “no había desayunado”. Aunque, en realidad, la acción de este estudiante no debe ser interpretada tanto como la consecuencia de una “experiencia bufet libre” como el resultado de un acto premeditado que pretendía poner de manifiesto la lógica interna de la obra.

En efecto, la ingesta de Noh Hyun-soo -como, con anterioridad, la de David Datuna- no constituye en rigor un acto de vandalismo. Como es fácil de inferir, la pieza de Cattelan no adquiere su importancia por su valor objetual, sino por el conceptual. El plátano es sustituido cada tres días, por lo que lo mismo da que el cambio se produzca unas horas antes y que sea a resultas de la participación de un espontáneo que ha tenido la apetencia de comérselo. Ni el artista ni el museo va denunciar a alguien por ingerir un plátano que, en breve, iba a ser retirado por ponerse en mal estado. Es más, que este estudiante surcoreano haya decidido comerse la banana contribuye a hacer crecer el gesto performativo propuesto por Cattelan. Para el artista italiano, lo importante de “Comediante” -título de la obra- es la decisión de adherir al muro de una galería un objeto no-artístico tan banal como un plátano. Es el gesto -y no el resultado material- lo que confiere significado a esta pieza.

Y, de acuerdo con esto, la obra de Cattelan solo podrá seguir creciendo a través de un gesto similar. Dentro de un marco dialéctico, la acción de pegar un plátano al muro con cinta de embalaje debe tener como respuesta la acción de despegarlo y comerlo. Cuantas más veces sea devorado el plátano, mayor será su crecimiento simbólico y, por ende, más elevado su precio de mercado. No sería descabellado pensar que los circunstanciales “comensales” de la obra de Cattelan son, en verdad, colaboradores de este, y que “Comediante” constituye una performance delegada en la que participan varios actores que siguen las instrucciones del artista. Cuando una gamberrada es objeto de otra gamberrada, el valor de la primera crece en lugar de menguar. No hay nada que escape al mercado. Comer arte es una eficaz estrategia económica.