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Simón Elías: «La simpatía está hoy sobrevalorada»

Guía de montaña en Chamonix ha presentado «Las ventajas de ser antipático. Tribulaciones de un aventurero desnudo», escrito entre cuatro continentes

Simón Elías / Foto: Javier Fdez. Largo
Simón Elías / Foto: Javier Fdez. Largolarazon

Guía de montaña en Chamonix ha presentado «Las ventajas de ser antipático. Tribulaciones de un aventurero desnudo», escrito entre cuatro continentes.

El aventurero desnudo llega vestido, pese a que la promoción de un libro es una aventura nada desdeñable. El suyo, «Las ventajas de ser antipático. Tribulaciones de un aventurero desnudo» (Pepitas de calabaza), viene ligero de prejuicios y grilletes de convencionalismos imperantes. Simón Elías (Logroño, 1975), escritor, articulista y montañero, huye de la épica y se refugia en una soledad de cumbres y glaciares. Y lleva a gala vivir en un «agujero negro político» donde ni siquiera llegan los ecos, dichoso él, del estruendo independentista en Cataluña...

–Alertaba Quevedo de «esas caras risueñas verdaderos teatros de la mentira». ¿La antipatía está infravalorada?

–Yo creo que sí lo está, o quizá es que la simpatía está sobrevalorada. Parece que vivimos en una época en la cual escondemos todo lo que no es joven, bueno y atlético y, por ende, también la antipatía.

–Antipático, ¿se nace o se hace?

–Se hace, porque la antipatía conlleva mucha reflexión.

–En una sociedad como la actual, ¿la antipatía es a veces un imprescindible ejercicio de legítima defensa?

–Debería serlo, igual que la simpatía también es un ejercicio de legítima defensa. Hay que saber decir no.

–¿Cúanto de aventura hay en su libro?

–El libro es una aventura desde la primera letra hasta la última. Es un libro de aventuras.

–¿Y de riesgo?

–Creo que por igual, porque el libro es también una gran «performance» en la que me transformo en el aventurero desnudo para meterme en todo tipo de líos y buscar esa mirada, un poco torcida, del antipático.

–Arriesgarse a ser uno mismo, ese sentido propio que ensalzaba Unamuno frente al sentido común, ¿es la mayor aventura posible?

–Es una de las grandes aventuras de la vida, sino la más grande.

–¿Qué queda del riesgo sin el barniz de la épica?

–Yo soy muy poco de épica. Me gusta más el humor, la normalización de los retos, más que ensalzarlos desde la épica, quizá porque mis retos son parte de mi cotidianidad también.

–En la literatura de viajes y aventura, ¿hay un exceso de épica?

–Ha habido un exceso de épica. Ahora le prestamos más atención a los detalles. Uno de los problemas de la épica es que no nos deja centrarnos en los pequeños detalles, nos vamos a la grandilocuencia.

–Echando un vistazo a la portada de su libro, tributaria de Albert Rivera, la pregunta es obligada: ¿abandera una nueva literatura de viajes?

–Hay algo nuevo, que es el personaje. El aventurero desnudo es un personaje insólito que mezcla la visión del periodista con la del «clown».

–¿La aventura de hipotecarse es por ejemplo más arriesgada que la “magic line» del K-2?

–No, para nada. Es mucho más aburrida y mucho menos arriesgada.

–Creo que era Kapuscinski quien escribió que el viaje enseña humildad. ¿Qué más?

–Enseña mucho a conocerse a uno mismo.

–Es guía de montaña en Chamonix. ¿Qué significa para usted la montaña?

–La montaña es mi vida, es mi casa.

–¿Busca la soledad o se tropieza con ella por el camino?

–La busco a manos llenas. Para mí no es difícil, por suerte, porque mi casa es la montaña y allí hay bastantes espacios de soledad, afortunadamente.

–Habla en su libro de «El mundo de Juan Lobón», alter ego del buen salvaje. ¿Usted tampoco se fía de los que llevan las uñas limpias?

–Digamos que aprendo de Juan Lobón para mirar a los que tienen las uñas muy limpias con una cierta perspicacia.

–¿Viajar debería ser una asignatura obligatoria en la infancia?

–Debería, pero viajar de verdad, no el viaje que ahora impera de trasladarse de lugar para no cambiar de espacio.

–¿Con qué se queda de Richard Burton, Rilke y Baudelaire, la que podría ser su particular Santísima Trinidad?

–De Burton, con la aventura; de Rilke, con la tristeza y de Baudelaire, con la transgresión.

–En su libro habla de sexo sin tapujos, algo inhabitual en los libros de viajes. ¿Es una sincera actitud desinhibida o se trata de puro exhibicionismo?

–Es una actitud desinhibida para llegar a ser uno mismo. La sexualidad es una de las pulsiones más potentes del ser humano y si no trabajamos la sexualidad no llegaremos a conocernos.

–¿A nuestros políticos les hace falta viajar más?

–No lo sé, no me interesa. No leo los periódicos. Vivo en Francia en un agujero negro político maravilloso.

–¿El «procés» independentista en Cataluña es un viaje a ninguna parte?

–No lo sé. No presto demasiada atención a la política y a los independentistas. Creo que hay atardeceres y glaciares y montañas mucho más bonitos a los que prestar atención.

–Un lugar al que no volvería.

–Las Vegas.

–¿Qué gran aventura le queda por emprender?

–Construir mi casa.