Teatro

Scala de Milán: 10 minutos de ovación para el “Rigoletto” más “parásito”

Éxito en el estreno de la obra maestra de Verdi, a pesar de los “Buuu” del público a su director Mario Martone y con la Milan Fashion Week como testigo

La nueva producción de "Rigoletto" estará en el Teatro de la Scala de Milán hasta el 11 de julio
La nueva producción de "Rigoletto" estará en el Teatro de la Scala de Milán hasta el 11 de julioTeatro alla ScalaBrescia e Amisano

Si cualquier estreno de ópera en la Scala de Milán despierta gran interés, la expectación que suscitaba la nueva producción de “Rigoletto”, que estará en el teatro hasta el 11 de julio, era máxima. Los motivos eran varios, hacía 28 años que la obra maestra de Verdi no subía a este escenario, desde el gran éxito con Ricardo Muti en 1994, y 41 de la anterior. Por otro lado, quería verse la puesta en escena de Mario Martone figura de referencia de la cultura italiana en la ópera, la prosa y el cine (su última película compitió en Cannes 2022) y, sobre todo, del joven director de orquesta milanés Michele Gamba (39 años), uno de los directores italianos con más proyección internacional. A esto hay que añadir que el estreno ha coincidido plenamente con la semana de la moda. Después de dos años celebrándose de forma online, la Milan Fashion Week volvía a la tradición y compradores de todo el mundo de las más importantes casas de moda italianas, empezando por Armani, han estado presentes. El ambiente era el de las grandes ocasiones, con personalidades como la senadora vitalicia Liliana Segre, símbolo de la resistencia y del mundo judío italiano, que se encontraba entre el público.

Verdi escribió “Rigoletto” a los 40 años junto con Francesco Maria Piave, que adaptó el drama romántico de Víctor Hugo “Le roi s’amuse” (El rey se divierte) con no pocos problemas con la censura, que la calificó de “repugnante inmoralidad”, puesto que la obra de Hugo presentaba una concepción inmoral de la monarquía: el protagonista era un rey francés libertino, lujurioso y sin escrúpulos; probablemente inspirado en Francisco I, y la censura obligó a convertirlo en un duque de Mantua, a pesar de la oposición de Verdi. Así, el protagonista de la obra original, Triboulet, acabó siendo Rigoletto, un personaje que le parecía digno de Shakespeare. Estrenada en La Fenice en 1851, es una trágica historia llena de claroscuros.

La producción de Martone hace referencias explícitas a la película “Parasite” de Bong Joon-ho, en la que dice haberse inspirado, y a la declarada rebeldía de Verdi contra toda injusticia. Con la escenografía de Margherita Palli y el vestuario de Ursula Patzak, ha querido hacer una lectura fuerte sobre la verdad que Verdi pretendía en su estreno en La Fenice y para ello ha hecho una trasposición temporal a la actualidad del drama. “Creo que es fundamental restaurar la violencia que tenía en su mente”, explicaba el director, a “La Scala Magazine”, “por lo que me gustaría ver una clara división entre el mundo del Duque y el de los marginados. Para ello ha creado una estructura giratoria que evidencia la tremenda desigualdad entre cortesanos ricos y los pobres marginados, con Rigoletto como intermediario entre ambos mundos, una escenografía con dos casas superpuestas, una lujosa encima con salones, sofás blancos, cócteles, champán, minifaldas y diversión, y otra miserable abajo, poco iluminada y llena de escaleras típica de barrios marginales.

Hubo aplausos en casi todas las arias y a Gamba, que dirigió toda la noche con energía y cuidando mucho el equilibrio entre música y silencios. Fueron especialmente aplaudidas las voces de Nadine Sierra, en el papel de Gilda y Amartuvshin Enkhbat como Rigoletto; También a Piero Pretti, que puso voz al Duque de Mantua; a Marina Viotti como Maddalena y Gianluca Buratto como Sparafucile, junto al coro del Teatro alla Scala dirigido por el maestro Bruno Casoni. Pero el final llegó con polémica, cuando Gilda muere en brazos de su padre, el telón no se cierra inmediatamente, al rotar el escenario se deja entrever lo que ocurre en el palacio del Duque en manos de los alborotadores, la escena es un baño de sangre mientras que Rigoletto canta “La maldición”, y ahí empezaron los abucheos. Nada más caer el telón, se oyó un “buuu” muy fuerte de protesta, sobre todo de la parte alta del gallinero que iba más allá de la muerte de Gilda y la desesperación de Rigoletto, sino contra Martone y contra Gamba. Esta protesta hizo reaccionar al resto del público con una salva de aplausos calurosos y bravos para todos los intérpretes -especialmente para Nadine Sierra, Amartuvshin Enkhbat, Piero Pretti y el Maestro Gamba- que duró 10 minutos. En pocos lugares se vive la ópera con el apasionamiento que se hace en La Scala y este estreno es un ejemplo. Entre los fieles seguidores hay un grupo de “tifosi” tradicionalistas provenientes de Parma y que se alojan en la parte alta de la galería, a los que no les gustan las reinterpretaciones contemporáneas y protestan cualquier cosa que se aparte de la tradición. Parte del público esperó a los cantantes a la salida, vitorearon con delirio, pidieron fotos y autógrafos. Al final, éxito y polémica unidos. Quedó demostrado que la ópera en La Scala de Milán es una pasión.