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La Barcelona olvidada en la Transición: punk, rumba y olor a tabaco

El Grec Festival e Iván Morales presentan la adaptación teatral de "El día
Enric Auquer, en el centro, protagoniza esta adaptación de "El día del Watusi"
Enric Auquer, en el centro, protagoniza esta adaptación de "El día del Watusi"Grec Festival

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Se deshace Iván Morales al hablar de El día del Watusi que publicó Francisco Casavella de 2002 a 2003. «Desequilibrada, enfebrecida, apasionante...», enumera. A través de tres volúmenes, el escritor catalán abordó la vida de Fernando Atienza (aquí Enric Auquer) como el representante de una Barcelona que se quedó fuera del relato común pese a asomar la cabeza en los cómics, la literatura o la escena artística, pero que sí fue invisibilizada en otros mundos más mediáticos, como el cine o la televisión. También en el teatro, donde ahora se recupera esta historia que Morales –adaptador y director– se ha tomado igual que si fuera «una fiesta o un concierto», defiende. Él mismo pinchará al final de este primer episodio del libro original que se presenta en la Sala Paral·lel 62 dentro del Grec de Barcelona y que vivirá el éxtasis completo en abril de 2024, cuando el Lliure de Gràcia ofrezca, de abril a mayo, la versión completa de las 900 páginas.
Pero, aun así, lo que llega ahora a la Ciudad Condal en castellano es una pieza entera por derecho propio, Los juegos feroces (El día del Watusi, Vol. 1). Un aperitivo copioso –hora y media– que se convierte en un montaje en el que Morales se ha dejado llevar por ese «espíritu musical» que «rebosa» en el libro de Casavella, en referencia a la canción de Ray Barretto, pero también por el dispositivo performático de las misas evangélicas: «Aquí no se reza con la cabeza, sino con las piernas», señala de un espectáculo en el que también sobresale el nombre de Bruna Cusí.
El director no duda en que tiene entre las manos «la gran novela barcelonesa», una obra con «muchas Barcelonas» y con una «actitud punky». Así, denuncia que la ciudad que se retrata quedó sepultada bajo otros relatos, y de ahí, «la importancia de recuperarla y completar, de este modo, el reflejo que nos devuelve el espejo y entender el origen de tantas cosas que vivimos hoy».
Morales encuentra en Atienza a un «hermano mayor» en cuyo argumento hay «resonancias de lo que puede ser la vida de muchos»: «Alguien que viene de un entorno de miseria enorme y no tiene todas las herramientas para leer la vida –explica el director–. Un tipo desclasado que creció en el sueño de la Transición y que compró el mito de que venía una España nueva, aunque él no tuviera sitio». A partir de ahí, es la picaresca la que se hace hueco y donde el protagonista se convierte «en un ser minúsculo que es zarandeado como una bola de pinball».
Esa Barna de los 70-90 se vivirá en el Paral·lel desde los ojos de Atienza, desde sus catorce años robando coches en las chabolas de Montjuïc, hasta sus treinta y pico trapicheando en las callejuelas adyacentes a la Plaza Real, pasando por su primera juventud como chico para todo de ambiciosos financieros de la zona alta. Del tardofranquismo al sueño olímpico del 92. Pero no habrá día que haya dejado más huella en su biografía que «el día del Watusi»: el 15 de agosto de 1971, cuando vio un cadáver por primera vez. Ese momento que le acompañará cada segundo del resto de su vida. La verdadera leyenda del Watusi, una especie antihéroe de barrio que alimenta el imaginario del protagonista dentro de una ciudad que huele a tabaco y que suena a funk y a rumba.
  • Dónde: Paral·lel 62, Barcelona. Cuándo: 14 y 15 de julio. Cuánto: 18 euros.