"Chicago": El crimen y la fama... al son del jazz
El musical se presenta en Madrid con un carácter abiertamente gamberro, mordaz e incorrecto
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Libreto: Bob Fosse y Fred Ebb. Letras: Fred Ebb. Música: John Kander. Director residente: Víctor Conde. Interpretación: Silvia Álvarez, Ela Ruiz, Iván Labanda, Inma Cuevas, Alejandro Vera... Teatro Nuevo Apolo, Madrid.
Teniendo en cuenta la simplicidad dramática que caracteriza la mayoría de los libretos de musicales, Chicago cuenta ya a priori con algo que juega a su favor: su libreto se reduce a encadenar de la mejor manera posible las canciones de la obra, que son las que sostienen y dan continuidad en verdad a toda la dramaturgia. Esta particularidad trae consigo otra ventaja: puesto que hay pocos diálogos, los intérpretes de este género, normalmente en nuestro país más duchos en el plano musical que en el dramático (aunque hay, obviamente, admirables excepciones), pueden concentrarse en lo que mejor saben hacer, que es cantar y, en el caso concreto de Chicago, también bailar. De hecho, la coreografía ideada por Ann Reinking, a partir del trabajo original de Bob Fosse, es una verdadera joya y una de las mejores bazas de la propuesta, junto a la explosiva partitura de John Kander, que incluye temas míticos como All that jazz (traducida Al son del jazz) o Razzle Dazzle (en español, Deslumbrarlos).
Otra singularidad de Chicago, sin duda, es el carácter abiertamente gamberro, mordaz e incorrecto de un argumento con elementos casi de cómic cuyos personajes son en su mayoría mujeres que han liquidado sin miramientos a los hombres que las han traicionado. El libreto firmado en 1975 por Fosse y Fred Ebb –este último es autor además de las letras– está basado en una obra de teatro anterior –escrita por Maurine Dallas Watkins en 1926– que a su vez se inspiraba en unos hechos reales que tuvieron lugar dos años atrás. La historia funciona en verdad como una desenfadada sátira acerca del ventajoso trato que pueden recibir las estrellas por parte de la justicia y la opinión pública con respecto a los ciudadanos corrientes; pero hemos llegado a tal nivel de gazmoñería en los últimos tiempos que resulta sorprendente, e incluso arriesgado, levantar hoy un espectáculo como este, con protagonistas que no son mujeres maltratadas, sino unas criminales egoístas y manipuladoras. Además, esa sátira sobre el brillo de la superficie disimulando cualquier horror de fondo -muy explícita en el mencionado tema Razzle Dazzle– permite otra interesante lectura de naturaleza metateatral, e igualmente irónica, acerca del supuesto resplandor formal de algunos espectáculos que, en realidad, no tienen nada dentro.
En cualquier caso, la trama no es, como digo, más que un molde construido con destreza e inteligencia para engarzar dentro de él los distintos números musicales y dancísticos, que son los grandes pilares de la propuesta. Esta es la razón de que la escenografía haya quedado reducida a lo elemental, sin que eso menoscabe, sino todo lo contrario, el resultado artístico. No ocurre lo mismo con el vestuario, algo desigual y anodino para una producción de este tipo.
En cuanto a las interpretaciones, Silvia Álvarez y Ela Ruiz –esta última con una impresionante voz, aunque con más dificultades en el plano dramático que la primera– dan vida respectivamente, sin dotarlas de mucha personalidad, a Roxie Hart y Velma Kelly. Junto a ellas, destacan en el reparto, por la variedad de sus talentos, Alejandro Vera e Inma Cuevas.
- Lo mejor: El fantástico trabajo de movimiento que hay desde que comienza la obra hasta que termina.
- Lo peor: Algunas carencias interpretativas desde el punto de vista dramático, frecuentes aún en los repartos de teatro musical.