Denise Despeyroux se enfrenta a su propio drama del destierro
La creadora juega con la autoficción para inventarse a Darío Duarte y retroceder hasta un vuelo de España a Uruguay que cogió en 1983 para regresar a su país junto a otros compatriotas
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«D» de Darío, de Delmira, de Dunia, de Dante y de Duarte. También de drama y de destierro. Y, por supuesto, de Denise Despeyroux (Montevideo, 1974), que es quien se esconde detrás de tanta coincidencia. Asume la autora y directora uruguaya que fue una acción «del todo deliberada»: «Ponerle mis iniciales a ese dramaturgo [Darío Duarte], pero sin identificarme al 100% con él porque estoy en todos los personajes [de ahí tanta “d”]». Es solo el primer nexo entre la realidad de Despeyroux y la obra de autoficción que estrena en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, Misericordia: una trama en la que un dramaturgo (otro paralelismo con la directora) se convertirá en el resorte que inicie la función.
Él es Darío Duarte (interpretado por un Pablo Messiez que vuelve a la actuación: «Estoy algo oxidado», bromea), hijo de uruguayos que se enfrenta a su primer estreno sobre el escenario principal del Teatro María Guerrero. Encontrará apoyo en un compatriota, Sergio Blanco (maestro de la autoficción y voz en «off» en este montaje), que le recomienda que escriba sobre el acontecimiento más relevante de su infancia (también de la de Despeyroux): cuando, en 1983, el gobierno socialista de Felipe González fletó un avión para que casi doscientos hijos de exiliados y presos políticos uruguayos viajaran a su país para pasar la Nochevieja con sus familias (historia que recoge el documental de Pablo Martínez Pessi en Tus padres volverán). Darío, con solo cuatro años, estuvo en ese avión y visitó a su padre en la cárcel. «El problema es que no recuerda nada», presentan desde el Centro Dramático Nacional de una obra que estará en Lavapiés hasta el 25 de febrero.
«Esta vez no tuve más remedio que ir hasta las raíces: visitar la perplejidad y la confusión del pasado desde la frustración del presente y la incertidumbre del futuro. Dar lugar a todas las emociones, por muy temibles que pudieran volverse. Me resulta difícil abrirme camino entre la cantidad de emociones que ha venido a despertar este trabajo –apunta la directora–, muchas más de las esperadas. No es algo que tuviera en la cabeza y durante el proceso de escritura fui necesitando acercarme y separarme de ese dramaturgo porque me empecé a parecer demasiado a él, y fue entonces cuando se impuso la necesidad de la familia que le rodea»: Delmira (Natalia Hernández) y Dunia (Marta Velilla), las dos hermanas con las que Darío vive en Madrid.
La primera halla refugio en la kábala judía y, como psicoanalista, ensaya un novedoso método que integra los principios lacanianos con el árbol de la vida. Dunia, por su parte, se evade de la realidad diseñando su propio videojuego, a la vez que va por la vida disfrazada de Yuna, su personaje favorito de «Final Fantasy X». Un entorno de familia disfuncional marcado por el trauma desde el exilio que no ayuda a Darío en su trabajo, y ni tienen hijos ni padres a los que preguntar por sus raíces, por lo que buscará apoyo en su mejor amigo, Dante (Cristóbal Suárez), otro autor brillante, aunque abrumado por la frustración que le provoca el medio profesional, que ha renunciado al teatro a cambio de la Psiconeuroinmunología y está obsesionado por recuperar un modo de vida ancestral.
Es la sinopsis en la que la autora vio la «necesidad» de un quinto personaje interpretado por ella misma, que al mismo tiempo reconoce que era una historia del pasado a la que no le había prestado demasiada atención hasta ahora: «Me interesaba el diálogo con la autoficción y pervertir algunas de sus reglas –añade la directora–. Quería probar qué pasa si me convierto en un personaje secundario, pero indispensable para que Darío escriba esta historia. La única manera de seguir era exponer mi propia frustración y mi propio exilio en la obra», justifica «esa niña que a sus nueve años emprendió un viaje de regreso que todavía no ha terminado».
Será Sergio Blanco el que insista al dramaturgo en que hable con Denise Despeyroux porque, como él, estuvo en ese viaje de los niños y podrá ayudarle, aunque ella escribe «comedias con pretensiones filosóficas en las que para colmo se llora. Además, está pasada de moda y no estrena en salas grandes». Propuesta ante la que el personaje de Messiez se resiste a hablar por considerarla «una promesa incumplida».
- Dónde: Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva), Madrid. Cuándo: hasta el 25 de febrero. Cuánto: 25 euros.