Teatro

Madrid

Lorca, del sueño a la pesadilla

La compañía andaluza Atalaya reestrena treinta años después «Así que pasen cinco años» en el teatro Valle-Inclán del CDN, una de las obras del llamado «teatro imposible» del autor de «Romancero gitano» sobre el amor y el paso del tiempo

El montaje tiene elementos de enorme modernidad
El montaje tiene elementos de enorme modernidadlarazon

La compañía andaluza Atalaya reestrena treinta años después «Así que pasen cinco años» en el teatro Valle-Inclán del CDN, una de las obras del llamado «teatro imposible» del autor de «Romancero gitano» sobre el amor y el paso del tiempo

La fecha en que Federico García Lorca data como concluida «Así que pasen cinco años» es el 19 de agosto de 1931, y el mismo día de 1936, Lorca era asesinado en el barranco de Víznar. Habían pasado, exactamente, «Cinco años... día por día», recuerda Ricardo Iniesta, director de la obra, ante esta inquietante coincidencia, «una de las más impactantes de la literatura mundial». «No podía imaginar que las premoniciones que aparecen en la obra se harían trágica realidad para él y para todo el país. En 1936 se abrió ‘‘un pozo donde cayeron todos’’... unos literalmente y otros en sentido metafórico». El montaje de la pieza, que subtitula «Leyenda del tiempo», y que se estrena ahora en el teatro Valle-Inclán del CDN, no es uno más para Atalaya, la compañía andaluza fundada en 1983 por Ricardo Iniesta. Fue su primera obra de texto representada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 1986 y significó su lanzamiento como grupo. Recorrieron todo el país y Carmen Gallardo recibió el premio a la actriz revelación del año. «Era una puesta en escena más naíf, más ingenua, como también lo era la España de entonces. En estos 30 años nosotros y el país hemos cambiado mucho. Ahora nos encontramos una España que de naíf tiene muy poquito y en nosotros hay un aprendizaje que debemos a la experiencia acumulada, a nuestros maestros y al montaje de “El público”, también de Lorca, que marcó un antes y un después para Atalaya», comenta Iniesta. «El reparto estuvo formado por seis actores, cinco de los cuales tenían que multiplicarse para poder encarnar la veintena de personajes. Ahora serán nueve, también encabezados por Carmen Gallardo, que permite una mayor profundidad en su estudio de lo que entonces pudimos acometer».

- Amor y muerte

El Joven mantiene una relación con la Novia, que se niega a consumar hasta que pasen cinco años. El tiempo no espera y ella se fuga con un Jugador de rugby –representación de lo que el Joven no es–. Con la presión del tiempo, vuelve a la mujer que lo amaba, su Mecanógrafa, pero ahora es ella quien se niega. Su amor será posible... cuando pasen cinco años. El tiempo se acaba y llega la muerte, los Jugadores de cartas –las tres parcas–. Federico la escribió tras su estancia en Nueva York. Encuadrada en la segunda etapa de las vanguardias, es una pieza insólita en el teatro español, innovadora y de una tremenda modernidad. Pertenece, junto con «El público» y «Comedia sin título», al llamado «teatro imposible» para su tiempo que «se valorarían –en palabras de Lorca– cuando pasaran cinco décadas». «Ochenta años después –afirma– sigue siendo una obra vanguardista». En ellas hay una evidente influencia del surrealismo y del psicoanálisis. «Se desenvuelve en un ambiente de fantasía e irrealidad, donde prima el lenguaje onírico, pero también subyace un clima desasosegante que lo aproxima al teatro de la crueldad. Sus personajes –salvo Juan, el criado– no poseen nombre, son proyecciones del protagonista, su alter ego, que a la vez representa una metáfora del propio autor», dice Iniesta. Habla del amor, pero sobre todo, del paso del tiempo. Un tiempo que no es lineal. «Vive en el pasado y en el futuro, pero no la realidad del presente. Confunde los tiempos y la unión de sueño y realidad en una sola realidad absoluta. Y trata del individualismo, de lo mal que va cuando te encierras a cal y canto en tu torre de marfil ajeno a todo, que es lo que hace el Joven», prosigue. «Juan, cierra las ventanas, no quiero que entre el aire de la calle», dice. Quiere conservarse puro al margen de la realidad social.

La obra, que está llena de símbolos, es realmente el sueño de un personaje. «Lorca quedó marcado por “Sueño de una escalera” de Freud –prosigue el director– y, para él, subir o bajar la escalera en un sueño representa la realización o no del acto sexual o el trauma de la impotencia. Nosotros la desdoblamos en varias, concebidas como un laberinto donde el Joven intenta subir, la Mecanógrafa, la Novia... pero él nunca lo conseguirá, siempre cae, es el acto no consumado, su frustración. El personaje central es el Joven y los demás son desdoblamientos de su mente, expresiones de un subconsciente que expresa sus deseos de amor y paternidad. El Viejo, el Amigo 1 y el Amigo 2, representan su vida futura, presente y pasada, respectivamente. El Niño muerto es el hijo que no va a concebir jamás y los personajes negativos simbolizan la muerte, como los Jugadores de cartas.

- Universo perturbador

Amor y muerte unidos y contrapuestos a la vez son ingredientes recurrentes del universo lorquiano. Un amor que no es bonito, sino trágico, perturbador, inquietante...». Y prosigue: «El Maniquí también indica la presencia de la muerte, del fracaso, casi del suicidio, lleva un traje de novia que nadie se va a poner nunca. El eclipse de luna, roja como la sangre y no blanca, también evoca la muerte. La alcoba, la habitación, las cortinas, representan la feminidad. Las Máscaras, los Arlequines, el Payaso, un personaje diabólico y malvado, que da miedo, como los de Fellini». También los colores forman parte del simbolismo surrealista. «El azul es onírico, el color de los sueños –el pijama azul–, el amarillo chillón de la máscara es la muerte, el negro inquietante en los personajes oscuros y el blanco en el Maniquí. El juego de colores es muy importante en este montaje, como también lo son la música y la iluminación, algo que hemos cuidado especialmente por su importancia».

«Para los actores, especialmente los más jóvenes, esta obra supone un desafío», explica Iniesta. La mayoría no conocían este lenguaje onírico de Lorca. «Trabajan muy fuerte con el cuerpo, con la voz y son elegidos entre muchos en el laboratorio de Atalaya (TNT), nuestra cantera». Representar este universo simbólico hace que «la escenografía adquiera aquí gran importancia: la trampilla, las telas, la alcoba, las sábanas, la feminidad, la coquetería, la volatilidad, la intangibilidad que escapa y no se puede tocar. Y los espacios –habitaciones, biblioteca, bosque...– resueltos con las escaleras». Y concluye: «Para mí, encontrar una obra onírica de este calibre en el teatro universal es imposible, no las hay fuera de Lorca. Su teatro onírico no tiene parangón, es único».

- Dónde: Teatro Valle Inclán. Madrid.

- Cuándo: del 1 de abril al 15 de mayo.

- Cuánto: de 19 a 24 euros.