Crítica de teatro

"El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca": La utopía en el paredón ★★★★★

A partir de materiales diversos, Alberto Conejero ha escrito una obra que rezuma poesía por todas partes

Sergi Torrecilla, en la imagen, comparte escena con Xavier Bobés
Sergi Torrecilla, en la imagen, comparte escena con Xavier BobésDavid Ruano

Autor: Alberto Conejero. Directores: Xavier Bobés y Alberto Conejero. Intérpretes: Xavier Bobés y Sergi Torrecilla. Teatro de la Abadía. Hasta el 26 de febrero.

Especializado en ese curioso y delicado género que es el teatro de objetos, el creador Xavier Bobés ha unido su talento, del cual ya nos había dado sobradas muestras en algunos trabajos anteriores, al talento literario, no menos conocido, del dramaturgo Alberto Conejero. El resultado es esta preciosidad llamada El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca. Por fortuna, la obra figura este año -en la categoría de Mejor espectáculo, entre otras- en ese galimatías que es la lista de candidatos a los premios Max, donde conviven títulos y artistas tan buenos como estos con otros que nadie sabe muy bien cómo demonios están ahí.

Aglutinando en perfecta armonía el teatro de texto, el teatro de objetos y el teatro documental, la función cuenta la historia real de un joven maestro rural procedente de Cataluña, llamado Antoni Benaiges, que en 1934 se traslada a la escuela de Bañuelos de Bureba para ocuparse, con encomiable ilusión y entrega, de la educación de los niños de aquel remoto pueblo de la provincia de Burgos. El afán pedagógico del profesor, que hace uso en sus clases de un gramófono y una modesta imprenta que él mismo se ha ocupado de adquirir y costear, consigue activar en los chavales su embrionaria curiosidad para descubrir el mundo que los rodea, algo que empieza a manifestarse en los pensamientos que publican en una suerte de tierna y estimulante gacetilla escolar. Apenas dos años después, tras el estallido de la Guerra Civil, el maestro es detenido y fusilado. Al margen de la tragedia que significa en sí misma, su prematura e inesperada muerte da al traste con la promesa que había hecho a sus alumnos de llevarlos a Cataluña a conocer el mar; una promesa truncada que sirve en la función como certero símbolo del abrupto desmoronamiento de todo un ideario educativo, y modernizador, que se apoyaba en la libertad y la creatividad del "educando" como medio de alcanzar el conocimiento y la virtud.

Como es habitual en sus trabajos, Bobés aparece en escena manipulando con artístico mimo y con precisión técnica una infinidad de objetos –fotos, cartillas, carnés, mapas, sellos, maquetas, útiles escolares de toda clase...– que hacen que el público entre de manera inmediata, con la imaginación y con el corazón, en ese contexto geográfico e histórico en el que se desarrolla la historia. Pero, en esta ocasión, hay además un actor –estupendo Sergi Torrecilla– que no solo va narrando esa historia, sino que en todo momento la recrea emocionalmente ante el espectador. No sé si el movimiento escénico, ya que no figura en el programa de mano ningún responsable del mismo, ha corrido a cargo de Bobés y Conejero, que son los codirectores de la función, pero es de una exquisitez admirable: todo cuanto hay –actor, manipulador y objetos- se va desplazando con la cadencia exacta que requiere la propia continuidad de la acción en una danza escrupulosamente coreografiada de principio a fin que, además, se adorna con algunas proyecciones no poco reveladoras.

Pero una de las cosas más importantes del espectáculo es, claro está, la letra que marca el ritmo de esa danza, es decir, el texto. A partir de materiales diversos, Conejero ha escrito una obra que rezuma poesía por todas partes; una poesía contundente, rigurosa, honesta, bella, que prescinde de vanidosas alharacas en la expresión y de indescifrables devaneos metafóricos, tan en boga hoy, por desgracia, en muchas propuestas de pretendido lirismo que acaban casi siempre convertidas en engendros literarios y escénicos. Esto sí es poesía de verdad, desgarradora y hermosísima a la vez. Vayan a comprobarlo; es uno de los mejores espectáculos que se han estrenado en Madrid esta temporada.

  • Lo mejor: Los distintos lenguajes están perfectamente ensamblados en un todo primorosamente poético.
  • Lo peor: En los primeros compases se cuela cierta identificación, bastante pueril, del pensamiento republicano con conceptos como inocencia y bondad.