«Nerón»: Languidez y poder
E. Galán. Director: A. Castrillo-Ferrer. Intérpretes: R. Arévalo, I. Miranda, J. M. Seda... Festival de Teatro Clásico de Mérida. Hasta el domingo.
Inspirándose en «Quo Vadis?», Eduardo Galán reescribe la historia de Nerón en lo que atañe a su relación con Agripina, Popea y Petronio, entre otros, y a su posible participación en el incendio de Roma. Suavizando la desmesura sanguinaria que la literatura le ha otorgado, la obra está escrita con un distanciamiento crítico muy adecuado, pero también con exceso de sencillez en el lenguaje y de parsimonia en el desarrollo de la acción. Con algunas concesiones al gusto popular, que consisten en resolver situaciones por medio de un humor coloquial que compensa la intensidad dramática, Castrillo-Ferrer logra que el espectador siga la historia con interés aunque sin mucho entusiasmo. Quizá influido por el trabajo de Peter Ustinov en la película que dirigió Mervyn LeRoy en 1951, el popular Raúl Arévalo interpreta a Nerón con un amaneramiento que, en cierto modo, trivializa la actitud vital del emperador y que, por tanto, lastra el intento del director por mostrar al personaje con mayor riqueza y mayor ambigüedad moral de lo habitual. Dado lo exiguo del reparto para contar esta historia de megalomanía, el escenógrafo Arturo Martín ha hecho un buen trabajo para delimitar la acción en un espacio relativamente acotado entre vistosos telares rojos que no escamotean, sin embargo, la majestuosidad del escenario.