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De héroes, tragedias y Victorinos de triunfo

Paco Ureña corta la única oreja en una tarde de bestiales cogidas; mientras que el ganadero de Galapagar lidia un importante encierro
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La Razon
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La RazonAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

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La lluvia amenazó con no querer abandonarnos en la última de la Feria de San Isidro que era, en realidad, la mítica Corrida de la Prensa, pero la cosa quedó en algún trueno. Confirmábamos así la peor feria madrileña en décadas, salvo en lo que a taquilla se refiere. La gente ha venido a los toros, y mucho. El tiempo nos ha amargado la vida. Con frío y viento en la primera extensa parte y con las tormentas y el agua después. Sin apenas tregua. Paco Ureña y Emilio de Justo, que cosechó una Puerta Grande, ponían el colofón a la tarde con los toros de Victorino Martín ante la presencia del Rey Felipe VI. Y no iba a ser cualquier cosa.
A través de las emociones transitamos la tarde. No había otra. Pasaron muchas cosas, a pesar de que cerramos San Isidro lejos de arrebatarnos con una faena, pero fue otra cosa. Y eso quedó patente con el buen cierre de la corrida de Victorino Martín. Emoción en Sevilla y en Madrid. Buen doblete. Tenía cara ya de listo «Playero», el primer toro de la tarde. Era el turno de Ureña, pero fue Emilio de Justo quien le robó, con literalidad, un quite mientras el toro ya iba quedándose por abajo. Lo que vino después fue tremendo y no apto para todos los públicos. Paco Ureña estuvo sobrenatural. El toro exigió una barbaridad. Se veía, se presentía, olía la sangre del torero a la media vuelta del muletazo. Paco lo sabía mucho mejor y antes que todos los que estábamos arriba. Se puso de verdad y la cogida fue horrible porque hizo presa y parecía que no lo iba a soltar nunca con los pitones rebañándolo la cara. Se repuso, sin cornada de milagro, y volvió. No sólo no evitó el pitón imposible del toro, que era el zurdo, sino que intentó el toreo relajado. Se fue detrás de la espada con una rectitud tremenda, con ese toro peligroso, que se había rajado además, y volvió a cogerlo para destrozarlo. Se salvó de nuevo aunque estaba en shock. La plaza se caía y el presidente no escuchó una petición que premiaba una actuación de poner la vida al servicio del toreo.
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La Razon
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La RazonAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
Fue bonito cómo paró De Justo al segundo, que se quedaba por abajo. Después el toro se dejó hacer en la muleta, con ese toque propio del encaste de saber que en cualquier momento no te perdona. Por eso cada muletazo vale tanto y se vive con esa intensidad. La faena de Emilio fue de mucho oficio y corazón, pero le marcó mucho por fuera y eso hizo que Madrid crujiera a menos decibelios.
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La Razon
Paco Ureña y Emilio de Justo. Toros en Las Ventas, Corrida de la prensa. © Alberto R. Roldán / Diario La RazonAlberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS
Le dejó el tercero torear a gusto, poner la panza de la barriga y pasárselo por ahí. Tenía nobleza este Victorino para salvar el trance del muletazo y poder ligar los pases. Ureña, con aspecto de reventado, le planteó la faena con suavidad. En esa búsqueda dejó pasajes muy bellos. La gente nunca se despegó de la faena a pesar de que pasó por altibajos. Tras el pinchazo, vino la estocada. Y la oreja. Venía con retraso de lo anterior. El toro había tenido cosas muy buenas.
Emilio de Justo protagonizó uno de los momentos más emotivos de la tarde. Fue como cerrar el círculo. Brindó el cuarto a Álvaro de la Calle, el sobresaliente que se quedó solo ante el peligro aquella de Ramos en la que él fue herido. Tuvo muy buena condición el Victorino, noble, muy entregado y embestía muy despacio. Una delicia de arrancadas. Había que ir a buscárselo y en esa tecla la faena de Emilio se dispersó.
Orientado fue el quinto y a Paco Ureña le exigió tirar de valor. Y en esos códigos, ahí, le echó mano. Asustaba al miedo, mérito infinito, pero bordeando la tragedia. De hecho, hasta Agustín de Espartinas que le cortó el toro cuando entró a matar, fue volteado. Muy loco todo.
Encastado y repetidor era un sexto muy potente. Tenía carbón del bueno, por abajo. Emilio lo supo y le tomó el pulso en los derechazos por donde ligó. El toro pesaba mucho y se notaba en la faena. No logró compactar al natural y cuando regresó a la diestra volvieron las glorias. El toro había sido de los importantes. Como la tarde de Victorino.
Las Ventas (Madrid). 23ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Victorino Martín. El 1º, peligroso y encastado; 2º, con ritmo y se deja; 3º, bueno, noble y con ritmo; 4º, noble y de mucha calidad; 5º, orientado y peligroso; 6º, encastado y repetidor, extraordinario. Lleno. Salió a saludar el mayoral.
Paco Ureña, de rosa y oro, estocada, descabello (saludos tras petición); pinchazo, estocada delantera, aviso (oreja); estocada corta, dos avisos (ovación).
Emilio de Justo, de canela y oro, estocada punto atravesada, aviso (saludos tras petición); estocada defectuosa (silencio); dos pinchazos, aviso, estocada (palmas).