Amenaza
La Dermatosis Nodular: el enemigo invisible del ganado bravo español
Ganaderos y autoridades tratan de frenar la propagación de una patología que ya ha obligado al sacrificio de miles de reses en Cataluña
El campo bravo español vuelve a estar en alerta. Esta vez no por cuestiones políticas ni económicas, sino por una enfermedad que avanza de forma silenciosa y brutal: la Dermatosis Nodular Contagiosa. Aunque todavía no ha tocado al toro de lidia, ya ha dejado su huella en Cataluña, con focos en Girona que obligaron al sacrificio de más de 2.500 animales. Lo preocupante no es solo lo que ha pasado, sino lo que podría pasar si la enfermedad llega al corazón del toro bravo.
Esta patología vírica, transmitida por insectos hematófagos como el tábano, se propaga sin hacer ruido, pero con consecuencias devastadoras. Un solo positivo bastaría para que la Unión Europea exija el vaciado sanitario de toda la ganadería afectada. Es decir, matar todas las reses. Y eso, en el contexto del toro bravo, no significa solo una pérdida económica: implica borrar décadas de trabajo genético y cultural.
Los ganaderos viven con la tensión de quien sabe que no todo depende de ellos. La enfermedad se mueve con los insectos, con el clima, con el viento. Las comunidades autónomas, como Aragón, ya han comenzado a adaptar sus normas para permitir los festejos, pero imponen medidas de control que evidencian el miedo latente. Que todos los animales vengan de una misma ganadería o que se desinfecten plazas y corrales son ya condiciones obligatorias.
Mientras tanto, Francia da por erradicado el virus tras una temporada dura, en la que suspendió todo movimiento de ganado. Desde allí se trabaja en un protocolo conjunto para garantizar que los toros sobreros o indultados puedan regresar a España con garantías. Pero el riesgo sigue ahí. Una enfermedad sin cura, con un impacto directo en la movilidad y la supervivencia del toro bravo, no se soluciona solo con papeles.
El verdadero peligro es que el virus llegue al sur, a las zonas donde se cría el grueso del ganado de lidia: Andalucía, Extremadura, Salamanca. En esas regiones no solo se juega la temporada taurina, sino la supervivencia de encastes únicos. Nadie quiere alarmar, pero en el campo bravo hay una inquietud real, porque ya ha pasado antes: epidemias anteriores como la lengua azul dejaron cicatrices profundas.
Hoy, como tantas veces en su historia, el toro bravo resiste desde la vulnerabilidad. No hay vacuna garantizada, ni protocolo que asegure el 100 % de protección. Pero lo que está en juego va más allá de un festejo: está en juego la biodiversidad genética del toro de lidia, la cultura rural que lo sustenta y el futuro de muchas familias ganaderas. Y si no se actúa con rapidez y rigor, el virus podría cobrar una factura demasiado alta.