Feria de Santiago

Ni la lentitud de Ortega ni el arrojo de Morante sostienen la gran cita de Santander

El festejo de máxima expectación acabó diluyéndose

Juan Ortega
Juan OrtegaLancesdefuturoArjona

El mano a mano Morante y Ortega acabó el papel hace tiempo cuando salieron las entradas a la venta. Era la tarde. El día. La hora. Era todo. Y nada. La expectación de la jornada valía oro. Era uno de esos días que se comenzaba a vivir mucho antes de las seis y media de la tarde. Pensar en lo que pasará, soñar con ello. La vida misma. Hasta que la realidad nos aterrice donde sea. El primer y terciado toro de El Pilar nos arrojó a las medianías y la brevedad y a una corrida que bajaba de lo que veníamos viendo. Poco fondo el toro y poco recorrido la faena de Morante. Lo bueno de estas tardes es que sabemos por adelantado que no nos vamos a enfangar en faenas tediosas. O Dios está de nuestra parte o habrá que saber esperar. Y de eso sabemos un rato porque alcanzar la plenitud de Morante nos ha costado un cuarto de siglo, pero el camino ha sido glorioso.

La vidilla llevaba el de Domingo Hernández que hizo segundo. Fueron las tafalleras el quite con el que Juan Ortega ordenó la tarde. Belleza. Pero nada que ver con el comienzo de faena. Rodilla en tierra, la grandeza del toreo en sus manos para condensar toda la poética de la tauromaquia en un segundo y en un muletazo. ¿Es posible? Lo fue. Un derechazo tan eterno como lento. Esas velocidades traspasan almas. La noble y repetidora embestida del toro tuvo una muleta aterciopelada que en la lentitud buscaba su mejor virtud. No siempre encontró el temple; la torería le iba de lleno. De más a menos la labor hasta llegar a un final que fue toda una remontada porque se rebosó de toro en cada muletazo con intensidad extrema. Cada pase un fogonazo y el pinchazo un puñetazo al corazón antes de cobrarse la estocada.

El susto

Un sustazo nos llevamos con el tercero, de Domingo Hernández, que ya de salida, vino por dentro y se metió por la chaquetilla de Morante y suerte que lo que hizo fue desestabilizarle y empujarlo contra la tablas desprovisto de capote. Podríamos estar hablando de otro cosa, perfectamente. El toro navegaba en el propio descontrol de sí mismo. Iván García nos puso ese orden mental al brillar con las banderillas con la solvencia a la que nos tiene acostumbrada. Todo ese ímpetu se vino abajo en la muleta a la que acudió con desidia. De ahí que el de La Puebla lo mostrara y cambiara la espada. Desilusión. Ya llevábamos dos. Y eso pesa. Otra movida fue la espada.

El cuarto colocó la cara abajo, pero le faltó poder. La faena de Ortega quiso encontrar los caminos, pero se le ensució mucho y unido a la falta de transmisión del de El Pilar la cosa quedó en nada. Era como la ilusión con la que veníamos nos fuera devorada por dentro.

El quinto de Álvaro Núñez se movió, pero para estar espabilado. De ahí que la faena de Morante tuviera mucho mérito, porque el de La Puebla se los pasa bien cerca y con mucho amor por el toreo. Eso quiere decir que se respeta mucho a sí mismo y a la profesión y en cada pase pone la barriga y con algunos toros es lanzar la moneda a cada instante. No trascendió la importancia de lo que hizo.

Ortega cerró la tarde queriendo hacer una larga cambiada en el tercio que le pudo salir cara. Movilidad sin entrega tuvo el toro de Álvaro Núñez en la muleta y la faena de Ortega fue más de intentos que logros para acabar retratando la corrida. La tarde del día, la hora, en la que creímos, pensamos, soñamos, pero nos fuimos, apenas como habíamos llegado a la plaza. Un puñado de lentitud de Ortega y el estado de gracia para hacer el esfuerzo aunque nadie se quiera enterar de Morante. Sueños rotos para la tarde que esperábamos un todo.

Ficha del festejo

SANTANDER.5ª de feria. Orden de lidia de los toros, muy terciados de presentación. El Pilar, 1 ºy 4º; Domingo Hernández, 2º y 3º; 5º y 6º, Álvaro Núñez. El 1º, desfondado; 2º, bueno; 3º, desrazado; 4º, de buena condición pero sin poder; 5º y 6º, con movilidad y complicados. Lleno de “No hay billetes”.

Morante, de azul e hilo blanco, estocada (saludos); estocada defectuosa, cinco pinchazos, estocada (silencio); estocada (palmas).

Juan Ortega, de verde y oro, pinchazo, estocada (saludos); pinchazo, estocada, aviso (silencio); pinchazo, estocada caída (silencio).