Buscar Iniciar sesión
Sección patrocinada por

«El último Picasso», egoísta y preocupado sólo por su «Guernica»

El diálogo entre Savatier y Dumas esclarece el ocaso del pintor y cómo se organizó su legado tras su muerte
«El último Picasso», egoísta y preocupado sólo por su «Guernica»
Artists in Love Season 01 - LA LIGNE DE CHANCE, 1952 "La ligne de chance": Pablo Picasso in Vallauris
Pedro Alberto Cruz Sánchez

Creada:

Última actualización:

La vida de Picasso es la gran obra cubista. La suma de tantos puntos de vista, de centenares de testimonios sobre su cotidianeidad, pensamiento y arte no parecen bastar para rodear la verdad de su escurridiza trayectoria vital. Siempre parece quedar un plano más que termine por confirmar o refutar la validez de las numerosas mitologías que han construido al personaje. El objetivo cubista de representar la realidad en sus 360º parece seguir inconcluso en su caso. De ahí que no se deje de dar la bienvenida a una nueva publicación que arroje una nueva perspectiva sobre –lo que retomando el título del célebre documental de Henri-Georges Clouzot– cabría denominar «el misterio Picasso». La última novedad editorial, en este sentido, viene con el sello de la editorial Berenice y lleva por título: «El último Picasso. Un volcán que nunca se apaga». El volumen se articula como una dinámica y esclarecedora entrevista entre el historiador Thierry Savatier y Roland Dumas. Este último fue el abogado de Picasso durante los últimos seis años de su vida, y, más allá de la relación profesional, una de las pocas personas que tuvieron acceso a la intimidad del artista malagueño en esta fase postrera. La amistad que nació entre ellos convirtió a Dumas en depositario de confesiones de todo tipo –desde lo profesional a lo personal–, así como en la figura clave en la gestión de su ingente legado.
Atendiendo a esto, el papel desempeñado por Roland Dumas en las páginas de este libro es doble: de un lado, como testigo y receptor de la vida e inquietudes del Picasso más senecto; y, de otro, como protagonista del acontecimiento más crucial posterior al fallecimiento del artista: el traslado del «Guernica» desde el MoMA a España. Sin duda alguna, la narración de cada uno de los pasos que se dieron hasta completar este proceso constituye la parte mollar y más interesante de este libro. Nada le importaba más a Picasso que el futuro del «Guernica». Era su absoluta prioridad. De hecho, como confiesa Dumas, este le dijo un día con especial énfasis: «Los contratos, las demandas de mis hijos no tienen importancia, me remito a sus conclusiones; en tanto la ley no cambie, no podrán ganar ningún juicio. Solo me importa el ‘Guernica’. Es mi vida. Lo regalé a la República, no a la ‘juventud española’ como escribió Luis González Robles; insisto en que sea devuelto a la República. Ahora ya no existe, pero volverá un día. Haga lo que tenga que hacer, redacte los papeles oportunos, ¡ocúpese de resolver la cuestión!».
Franco quiso el «Guernica»
Hábilmente conducido por las preguntas de Savatier, Dumas se explaya en el súbito y sorprendente interés que el franquismo mostró por traer el «Guernica» a España desde finales de los 60. Pero Picasso –como es bien conocido– lo tenía claro: mientras en España no hubiera democracia, el cuadro no retornaría. La traducción de que la icónica pieza fuese devuelta a la República se plasmó, por parte de Dumas, en que, mientras en España no existiese un marco de libertades –ya tuviera este la forma de una república o de una monarquía constitucional–, la obra no se movería de su residencia neoyorquina. A lo largo de numerosas páginas, el abogado revela muchas de las reuniones que tuvo con Juan Carlos I o con Adolfo Suárez para acelerar los trámites de la devolución. Se aprecia, igualmente, el deseo expreso de Picasso de que el «Guernica» encontrase su definitivo hogar en Madrid –y no en el País Vasco, en Barcelona o en Málaga–. Dumas espolvorea, entre sus explicaciones, la rémora que, por momentos, suponían los herederos de Picasso, empeñados en validar cada paso nuevo que se daba en la dirección del retorno del «Guernica» a España.
En otro orden de cosas, el «Dumas confesor», más amigo que abogado, se muestra en este libro mucho mas cauto a la hora de abordar cuestiones más espinosas como el posicionamiento político de Picasso, su fama de monstruo y maltratador con las mujeres, o la relación volcánica con sus hijos. En varias ocasiones, Savatier le interroga sobre la falta de implicación de Picasso en la resistencia francesa durante la ocupación nazi, sin que Dumas revele ninguna confesión especialmente significativa. Acerca de su ideología comunista, el abogado rebaja la intensidad de esta a la de una mera «simpatía», inducida por su entorno artístico surrealista. El Picasso que refleja Dumas era un individuo centrado en sí mismo, reticente a admirar a cualquier otro artista –salvo Cézanne y Courbet– que no fuera él mismo, y enemigo de filiaciones fuertes y que pudieran mermar su libertad creativa –de ahí su negativa a integrarse oficialmente en el Surrealismo–. «El último Picasso» no es una publicación más sobre el artista aparecida por los fastos por su aniversario, sino un documento que aclara muchos aspectos acerca de todo lo que rodeó sus últimos años de vida y la organización de su legado tras su muerte.