Violencia de género, sí; intrafamiliar, también
Analizamos la complejidad social, moral y judicial que entraña la violencia dentro del ámbito doméstico y la importancia del lenguaje a la hora de designarla y señalarla
Creada:
Última actualización:
Violencia de género, violencia machista, violencia intrafamiliar, violencia doméstica…No solo es que haya violencias específicas, sino que utilizar el sintagma erróneo puede llevar a uno a, sin ser consciente de ello, estar defendiendo, no ya el epígrafe, ni siquiera la idea que designa, sino el hecho mismo en sí. Y todo ello sin existir una conformidad o un código compartido, una definición exacta de lo que define. O, lo que es lo mismo, sin un acuerdo designativo que facilite el entendimiento. Por ilustrar el fenómeno: se afirma de manera tajante que Vox es negacionista de la violencia machista porque utiliza en sus alocuciones el término «violencia intrafamiliar». Al respecto, apuntaba en sus redes, de manera atinada, el profesor y escritor Pablo de Lora, que no toda la violencia intrafamiliar es machista y que, al mismo tiempo, no toda la violencia machista es intrafamiliar.
Y también hay ocasiones en que se dan ambas situaciones. Recuerden aquello de los diagramas de Venn y las intersecciones en la teoría de conjuntos. Así visto, parece que hay un problema semántico que se traslada y convierte en uno político y social. «El lenguaje es importante porque conforma la realidad», apunta María Blanco, doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, profesora de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad CEU-San Pablo y escritora, autora, entre otros, del ensayo "Afrodita desenmascarada".
«Por eso es tan importante y por eso hay quien pretende no solo obligar a utilizar el lenguaje de una manera determinada, modificar lo que dice la Real Academia de la Lengua y las costumbres y usos de hablar de la gente de la calle, no solo en los medios y en política, no solo dictan el mandato sino que además a la hora de censurar a toda persona que utilice inadecuadamente lo que ellos consideran que debe ser el lenguaje, señalan y acusan no ya el supuesto uso inadecuado del lenguaje, sino de estar apoyando el propio acto en sí. Es decir, no solo utilizas mal el lenguaje sino que apoyas y justificas el acto criminal. No solo eres machista, negacionista de un tipo de violencia concreta, sino que eres un criminal. Manipulan el lenguaje, porque es muy importante y lo saben, para a continuación desproveerlo de esa importancia y lo utilizan de manera distraída y superficial».
"Nadie merece violencia, ni siquiera las personas que la ejercen"Carlota Summers
«El tema de la violencia», añade Carlota Summers, psicóloga experta en terapia familiar sistémica, «es un tema muy complejo, ya que es multidimensional. En la violencia intrafamiliar, ya sea de padres a hijos o de hijos a padres, hay dos perspectivas: una de ellas es en la que observamos individualmente a la persona. Por qué actúa de esa manera y no de otra, por qué utiliza la violencia para regular sus emociones, o para poner límites, o para conseguir un fin, y no otra forma. Al comprender la historia individual de esa persona observamos a alguien que no ha aprendido a hacerlo de otra manera o no ha sabido hacerlo, que no ha tenido los modelos necesarios para aprender a gestionarse de otro modo o afrontar los conflictos de otro modo», señala.
Y completa: «También vemos que puede aparecer incluso la compasión hacia la persona que en un momento dado es el verdugo. Pero es importante comprender que la violencia nunca está justificada. Se pueden comprender los motivos de la persona para elegir esa opción pero no se puede justificar ni tolerar que suceda. La más llamativa siempre es la violencia física pero también es importante detectar y comprender también el efecto de la violencia psicológica, verbal, sexual. De cualquier tipo de violencia. Es una experiencia para la persona que la recibe completamente injusta que también configura su manera de verse a sí misma y que no está justificada en ningún caso. Nadie merece violencia. Nadie. Ni siquiera las personas que la ejercen».
«En España», añade Pablo de Lora, Catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid y escritor, autor entre otros del ensayo «Lo sexual es político y jurídico», «encontramos un entramado institucional y normativo, una jurisdicción muy específica, que atiende de modo exclusivo a la violencia del hombre contra la mujer cuando esta ha sido o es su pareja. Y que, además, encuentra en los medios de comunicación y las redes un altavoz mediante el que amplificar cada caso y convertir ese hecho una contención de que el poder masculino vuelve a manifestarse con fuerza. Todo esto, además, elevado a calidad de sacramento, es capaz de evaluar y cuantificar la calidad democrática y moral, no solo de nuestros representantes públicos, sino de la propia ciudadanía», aduce.
«Lo que para mí es más relevante es la víctima», apunta Blanco, «y no se está poniendo el foco en la solución de los temas de violencia, sino en lo designativo. Si fuera así, el día que hay una primera sentencia reducida, la ministra deroga la ley, toma algún tipo de medida. Pero no se mantiene en sus trece. Agarrarse a esa ley porque es suya, acusando a jueces de machistas, minando el Estado de derecho y el sentido de justicia, con el daño que hace todo eso a las víctimas de abuso y agresión. El mensaje que se transmite es que lo menos importante es la víctima y lo segundo menos importante es que pague quien tiene que pagar. Poner apellido a la violencia quita importancia a quien la tiene, que es la víctima. Ya decir ‘‘de género’’ y criminalizar cualquier otro modo de designar a la violencia, imponer que es lo único correcto, es una manera de politizar».
«Lo mas importante debería ser proteger a los colectivos vulnerables», interviene Carlota Summers. «Es cierto que hoy en día está muy centrado todo en la violencia de género. Las cifras son abrumadoras, desalentadoras y aumentan. Sin embargo, considerar de gravedad únicamente la violencia de género puede dejar desprotegidas a minorías como las parejas homosexuales, que también sufren violencia, y la violencia hacia los hombres, que existe. Es una minoría, pero necesita estar amparada. La violencia es violencia, la ejerza quien la ejerza y hacia quien la ejerza». «En mi opinión profesional, y basándome en mi experiencia como psicóloga en la fundación ANAR (Fundación de ayuda a niños y adolescentes en riesgo), lo más importante es poder proteger a los colectivos vulnerables. Los niños y menores constituyen una etapa muy vulnerable, completamente exenta de mucha responsabilidad de sus actos, ya que hacen lo que buenamente pueden y hacen. O los colectivos como ancianos, hay una cantidad preocupante de violencia geriátrica. Desgraciadamente, los niños y los ancianos son los grandes olvidados y creo que esos colectivos son los que hay que proteger por encima de todo, sin dejar desamparados, por supuesto, ni a mujeres, ni hombres, ni parejas de homosexuales, ni a ningún ser humano. Todo el mundo merece sentirse protegido por el Estado y por la sociedad. Todo el mundo merece respeto, sea cual sea su condición y sea cual sea su sexo, su género, su condición socioeconómica, sus circunstancias. Todo el mundo merece respeto».