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Premios Goya

Y el Goya no debería ir para...

“Campeones”, “El reino”, “Entre dos aguas”, “Carmen y Lola” y “Todos lo saben” aspiran al premio a mejor película. Analizamos las cinco nominadas en base a sus puntos débiles

Los Goya se celebran este sábado en Sevilla
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“Campeones”, “El reino”, “Entre dos aguas”, “Carmen y Lola” y “Todos lo saben” aspiran al premio a mejor película. Analizamos las cinco nominadas en base a sus puntos débiles.

A solo unas horas de la gala de los Goya, todo el pescado está vendido. Los académicos ya tienen claro su voto y el espectador (ustedes y yo) cuenta con sus favoritas y no está dispuesto a transigir. Después vendrá el debate encendido sobre el ganador. Anticipándonos a ello y haciendo el papel de ese cuñado gruñón que todos tenemos o de un crítico revenido, analizaremos las cinco nominadas al Goya a mejor película en base a por qué NO deberían ganar. Sin ánimo de ofender y echando mano del tópico de que haber llegado hasta aquí ya es haber ganado, están son las razones por las que el Goya no debería ir para...

CAMPEONES, de Javier Fesser

Lo mejor (y lo peor) que se puede decir de la cinta de Fesser es que es "incriticable": desde el principio su "dramatis personae", su posicionamiento y su mensaje anulan el debate. Igual que con la cinematográfica frase de "quién puede matar a un niño", nos vemos incapacitados para criticar una película protagonizada por discapacitados. Ese factor entrañable y hasta buenista hace que pasemos por encima de las carencias de esta "feel good movie": una tendencia a la guiñolización siempre presente en el cine de Fesser, un guión que exalta la diferencia de manera tendenciosa (discapacitados, ancianos y mujeres se salvan allí donde se moritifica al varón hetero de mediana edad), un humor que quiere ser gamberro quedándose en su apariencia y la obligada inclusión de aspectos de la existencia cotidiana-laboral de los personajes en plan "no penseis que sus vidas son de risa".

Eso sí, nunca llegaremos al extremo de decir que su tremendo éxito de público la descarta para los grandes premios de prestigio, por la misma razón que no creemos a aquella señora que le dijo a Hemingway que era "demasiado guapo para ser un buen escritor". En cambio, sí diremos que su éxito de público y crítica han hinchado el globo hasta el punto de hacerla la más nominada de los Goya y lanzarla (sin éxito) a la carrera por el Oscar. Desde el extranjero han sabido ver más desapasionadamente las carencias de "Campeones". Un ejemplo: "Las nobles intenciones de esta película no alcanzan para digerir su épica eculcorada"(Gaspar Zimerman, "Diario Clarín").

EL REINO, de Rodrigo Sorogoyen

Lo que hace de Sorogoyen un director virtuoso y de personalidad reconocible es también lo que puede perderlo. Y en su retrato sobre la corrupción generalizada en España y en el alma de cada uno de nosotros están tanto los pros como los contras del cineasta y su coguionista, Isabel Peña. Lo primero, y en genérico, es la discrecionalidad de sus elecciones: Sorogoyen es capaz de hacer una película solvente y hasta sobresaliente de cualquier cosa excepto de algo que pienses que sólo puede hacerlo él. Es decir, es un gran director pero no un autor. Eso de tener "un mundo propio"no va con él, para lo bueno y lo malo.

A "El reino", que es dinámica, ambiciosa y entretenida, le sobra el machacón subrayado del mensaje de que "usted podría ser un corrupto", la autocomplaciente y tribunera apelación al acervo de telediario (esos políticos peperos claramente reconocibles, esas imitaciones más que recreaciones de personajes y situaciones) y la constante y a veces irritante necesidad de Sorogoyen de ponerse por encima del bien y del mal y, especialmente, marca el territorio de su virtuosismo técnico.

Ya puestos, una adenda: ¿Por qué a Antonio de la Torre se le aplaude más su capacidad de perder los estribos, su histrionismo, que su estatismo, que también domina a la perfección?

CARMEN Y LOLA, de Arantxa Echevarría

Mujeres, gitanas y lesbianas. Vale, pero ¿y ahora qué? No vale con colocar el material explosivo y mirarlo y remirarlo. Hay que hacerlo estallar en cada uno de los espectadores para generar la detonación, la empatía, incluso con quien está totalmente alejado del colectivo implicado. Ese es el problema de "Carmen y Lola", de Arantxa Echevarría. Como apuntaba el crítico de este diario Sergi Sánchez, "convierte la mirada etnográfica sobre la comunidad gitana y sus códigos de represión en la razón de su existencia"pero "ancla a sus personajes en una caracterización arquetípica, de la que se derivan unos diálogos carentes de verdad". Pues eso.

TODOS LO SABEN, de Asghar Farhadi

Amamos a Asghar Farhadi y nos congratulamos de que elija España y España lo elija a él para hacer proyectos aquí. Pero en el viaje de su Irán natal a un pueblo de la Castilla profunda, el director se ha dejado los polvos mágicos de la sutileza, esa manera tan suya de llevar al espectador al desastre sin que se dé cuenta, sin salirse de la cocina.

Farhadi realiza un "thriller"convencional con "Todos lo saben", un misterio con desaparición y un villano/a por encontrar. Un cluedo tipo Agatha Christie en La Mancha que se come y solapa un mensaje más profundo sobre la verdad y la mentira. Lástima. En sus grandes cintas ("Una separación", por ejemplo), el iraní no necesita de "mcguffins"tan evidentes y ramplones. Las propias contradicciones de la sociedad iraní le sirven en bandeja un tono y un tema que ha sabido explotar de manera genial. En la España de "Todos lo saben", además, el costumbrismo almodovariano y el exceso melodramático (también almodovariano) lastran la cinta.

Que Penélope Cruz y Javier Bardem están genial también lo sabemos, pero ¿no se exagera el halago? Ahí lo dejamos.

ENTRE DOS AGUAS, de Isaki Lacuesta

Igual que un chándal no cuadra en una cena de gala, un esmoquin desentona en un picnic. Es decir, a la cinta de Isaki Lacuesta, justa ganadora de la Concha de Oro, le queda dos tallas grande el Goya. Y esto en realidad no sería una crítica, sino casi un halago. Pero en fin... El mayor demérito de "Entre dos aguas"es su escaso poder de atracción para el público medio, su autoindulgencia con una audiencia muy definida y específica y su regodeo en la excepcionalidad de la propuesta.

El realismo a ultranza, naturalismo tal vez, de esta retrato de dos hermanos de los bajos fondos de la Isla de San Fernando, no pude satisfacer las ansias de escapismo del espectador medio. Y, de coda, una crítica para la Academia de Cine: ¿No merecía Israel Gómez Romero una nominación y hasta un Goya por su excelente interpretación de alguien que, sí, podría ser, es, él mismo?