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Champions: El Atlético vuelve a creer ante el Liverpool (1-0)

Saúl marcó nada más empezar y los rojiblancos fueron mejores que el campeón de Europa, que apenas inquietó

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Saúl celebra el gol que marcó, con el portero Alisson decepcionadoJuanJo MartínEFE

La Liga de Campeones devolvió al Atlético su mejor versión. Le costaba al equipo mantener la concentración en los partidos, pero el desafío continental le motivó para mantener la cabeza en su sitio durante todo el partido. No era una labor sencilla. El Liverpool es el campeón de Europa y el equipo más en forma del continente. Pero el Atlético, ayudado también un poco por la suerte, supo contenerlo.

Porque suerte fue que un balón salido de un córner que no había sabido rematar nadie rebotara en los pies de Fabinho y quedara suelto en el área pequeña para que lo empujara Saúl a los cuatro minutos del partido. Era la señal que necesitaba el equipo rojiblanco para creer.

Un gol a balón parado, aunque fuera de rebote, era una puerta de regreso al pasado más reciente y más brillante. Alejado del miedo, Simeone decidió que la mejor manera de contener al Liverpool era obligarlo a defender. Si uno de sus mejores argumentos ofensivos es el lateral derecho, Trent Alexander-Arnold, enfrente debía tener futbolistas que le exigieran en defensa, como Lodi y Lemar.

El Liverpool acorraló al Atlético durante muchos minutos. Demasiado pronto parecía para que el equipo de Simeone viviera al borde de su área. Pero el Atlético recuperó la sensación de comodidad que transmitía no hace mucho cuando todos sus jugadores arropaban a Oblak y el contrario se desesperaba intentando encontrar un hueco por donde hacer llegar la pelota a un rematador en el área. No encontró esa grieta el campeón de Europa, que tuvo que recurrir a disparos lejanos de Robertson y Fabinho para forzar la aparición de una rendija por la que asomarse a la portería.

La falta de precisión de Alexander-Arnold en los centros no ayudaba al campeón. Tampoco la imprecisión de Salah, un escalón por debajo en este momento de sus dos compañeros de delantera, Firmino y Sané, que se asociaban para hacerse un hueco entre un pasillo de piernas enemigas. Salah fue sustituido cuando quedaban 20 minutos para el final. Mané se había marchado en el descanso para dejar su sitio a Origi.

Decía Simeone antes del encuentro que el Liverpool sabe jugar de todas las maneras, al contraataque o en posición, pero sabe que como más cómodo se siente es a la carrera. Y que es así como más provecho saca de las virtudes de sus delanteros.

Si no podía correr, Klopp prefería a un poste de teléfonos como Origi para rematar en el área. Aunque no fueron pocos los momentos en que recibía en una esquina del área como un extremo izquierdo.

El Atlético había conseguido alargarse sobre el campo en la primera mitad por la banda de Lemar y Simeone lo mandó al banquillo para dar entrada a Llorente. Era su opción de seguridad, los cuatro mediocentros con los que se siente más arropado. Pero Llorente, aparcado en un costado, aprovechó su condición física para convertirse en un extremo al estilo de su padre. Capaz incluso de llegar hasta la línea de fondo y levantar la cabeza para ver a Vrslajko. Aunque la precisión en el remate no sea la mayor virtud del lateral croata.

El Liverpool había hecho pequeños avances con la pelota. Un cabezazo de Salah sin que nadie le molestara y un remate de Henderson en el área sobresaltaron los corazones rojiblancos. Pero ni siquiera hicieron trabajar a Oblak, que se había generado él solo su mayor problema en la primera parte. Un mal pase con el pie se convirtió en un regalo para Salah. Pero no era el mejor día del egipcio, que controló mal y metió en fuera de juego a Firmino, que pasaba por allí.

La entrada de Diego Costa, aplaudida por todo el estadio, fue el último empujón para los rojiblancos, que vuelven a ilusionarse con la posibilidad de hacer carrera en Europa. Quizá todo sea un simple problema de aburrimiento. El Atlético es consciente de que la Liga le exige mucho esfuerzo para mantener el ritmo del Real Madrid y el Barcelona. Se siente incapaz y se aburre. En Europa el esfuerzo es más corto y se siente capaz de competir con cualquiera.