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Sufrir con el descenso del Leganés a 10.000 kilómetros de distancia

Hernán Montoro es el hincha más internacional de los pepineros y desde Buenos Aires grita los goles de su equipo

Javier Aguirre consuela a su jugador, Jonathan Silva, a la finalización del encuentro ante el Real Madrid MariscalEFE

Hernán Montoro es hincha de Boca Juniors desde siempre por herencia paterna, pero hace ya mucho tiempo que el Leganés se cruzó en su vida. Esta historia de amor comienza en la década de los noventa del siglo pasado, el día que compra el PC Fútbol y elige el Lega para jugar. Con los pepineros ganó la Liga, la Champions y todos los títulos de manera virtual, al mismo tiempo que se hacía blanquiazul para siempre.

El domingo sufrió desde Buenos Aires, a 10.000 kilómetros de distancia de Butarque, durante esos noventa minutos frente al Real Madrid en los que pareció que el milagro de la salvación podía hacerse realidad. «Me hervía el teléfono móvil, con WhatsApps de mis amigos de acá y de allá durante el partido», explica Hernán, dolido por haber muerto justo en la orilla. «Me dio la sensación de que en los últimos minutos, el Madrid quitó el pie del acelerador y dijo, bueno chavales, hagan un gol y lo tienen. Y de hecho, la última ocasión de Óscar, que no sé por qué pateó tan fuerte, si la tiraba a colocar no iba a hacer mucha fuerza el portero por pararla».

Hernán Montoro, en la grada viendo al LeganésTwitter

Parecía que ese tercer tanto salvador llegaría, pero una temporada tan rara y dura para el club madrileño no podía acabar bien. «Me quedó una sensación muy rara en el cuerpo, se me quedó atragantado ese grito de desahogo», insiste desde el barrio bonaerense de Villa Pueyrredón.

Un barrio en el que muchos vecinos ya saben que tienen en el edificio un aficionado muy madrugador. «Gritaba un gol a las ocho de la mañana, por el cambio horario con España, y después los vecinos en la escalera me miraban raro. De una manera u otra les terminaba contando mi historia. Cuando les avisaba de que el fin de semana siguiente jugábamos temprano me ponían caras. Si es muy pronto no grito tanto, pero si marcamos en la segunda parte, que ya son más de las nueve y media sí lo canto, porque ya están levantados. Los vecinos ya saben que hay un loco que grita los goles a cualquier hora», bromea Montoro.

Si es muy de madrugada no hace ruido, pero lo que es imposible es que se pierda un partido del Leganés. «Lo miro por televisión cuando lo dan en vivo, o me las tengo que rebuscar por Internet, aunque hoy en día no es tan difícil. No me pierdo nada, salvo que tenga que jugar yo, que tengo un equipo, o que vaya a La Bombonera. Me levanto a las siete de la mañana o a la hora que sea. No me pierdo un partido del Lega por nada», confirma el aficionado más internacional del club madrileño.

Ya ha hecho siete viajes para estar cerca de su equipo y casi es una celebridad entre el resto de hinchas, que la primera vez fueron a buscarlo a Barajas, aunque nunca se habían visto y el único contacto era a través de foros de Internet. Si se le pregunta por su jugador preferido, le viene a la cabeza el del excapitán Martín Mantovani, del que guarda una camiseta muy valiosa. «Tengo una afinidad especial y me hice de alguna manera amigo suyo. Cuando terminó el partido del ascenso a Primera me dio la camiseta que había usado. La tengo enmarcada acá en mi casa. Es un tesoro», comenta con admiración, y recuerda que en una ocasión, Mantovani le consiguió la carne típica argentina para que él pudiera hacer un asado en Madrid a sus amigos españoles. «Se portó bárbaro y eso que se estaba jugando el ascenso».

Hernán adoptó un perrito y, buscando un nombre, finalmente decidió ponerle Pepino. No podía ser de otra forma. Una amiga del trabajo le dice que tiene que dejar de ser de Boca y entregarse del todo al Leganés. A él no le disgusta la idea. «Ser de un club humilde no tiene comparación, cada victoria se vive el triple».

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