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El Alpine de Alonso y la invasión de franceses

El bicampeón del mundo está en el mismo punto en el que estaba hace dos años cuando se hartó de la F-1

El Alpine de Alonso, en Bahréin antes del abandono VALDRIN XHEMAJEFE

El Madrid cerrado de estos días va a servir para que algunos descubran el Madrid vaciado. Hay zonas del Foro, de Malasaña a Embajadores, de Argüelles a Pueblo Nuevo, que huelen a persiana bajada de capital de provincias. Algunos carteles tienen fines terapéuticos, aunque estén ya amarillentos. «Volveremos», lo de mejores y más fuertes no se atreven a ponerlo. En realidad son gritos de auxilio como los del Atlético en este parón liguero huérfano de emoción futbolera y procesiones. A falta de goles y nazarenos, “torrijas satysfier”.

A los franceses todo esto se la sopla. Lo de «Allez les bleus», un «liadla parda», pero con «grandeur», debe ser lo último que oyen en el Charles de Gaulle antes de coger el vuelo a Madrid. En Barajas no había que pedir un PCR. El de seguridad, a la pandilla de galos: «¿De dónde vienen ustedes?». El portavoz de los franceses pensando en la sangría: «De Burdeos». Y el de seguridad, tajante: «Pues media vuelta y pa casa». ¿El motivo? El Alpine de Alonso es una versión adornada del coche de los Picapiedra. Se agradece el volumen de trabajo en la factorías Renault de Palencia y Valladolid, pero Alonso ahora está en el mismo punto en el que estaba hace dos años cuando se hartó de la F-1.

Lo del Ferrari de Sainz es otra historia. Conviene no confundirse. Lo mismo que con los inconscientes del covid-19 entre semana. En un regreso nocturno a casa un miércoles por la Gran Vía escuchas acentos gallegos, andaluces y lo más cercano a Francia es una cuadrilla de vascos inservible para Ocho apellidos. Más o menos como el Alpine de Alonso.

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