Entrevista

«Las personas LGTBI no dejamos de salir nunca del armario»

Fue el primer deportista de equipo masculino que se declaró homosexual en España. Ahora recoge sus vivencias en el libro «Balón amarillo, bandera arcoíris»

Victor Gutierrez
Victor GutierrezDavid JarLa Razon

Víctor Gutiérrez (Madrid, 1991) descubrió su orientación sexual de manera brusca. Cuando tenía ocho años, dos niños algo mayores le llamaron «maricón». Ahí comienza un viaje emocional que pasa por ser portada de la revista Shangay en mayo de 2016 y convertirse en el primer deportista masculino de equipo en salir del armario en España. Las heridas se reabrieron el año pasado, cuando un rival le llamó «maricón» en la piscina. Ahora compatibiliza el waterpolo como puede con su cargo de secretario de políticas LGTBI del PSOE. Un camino que cuenta ahora en el libro «Balón amarillo, bandera arcoíris» (Libros Cúpula).

¿Ha sido muy duro revivir todo el proceso hasta la salida del armario?

Sí. Ha sido muy duro porque la mente humana trata de ocultar o de olvidar los momentos más traumáticos. Y plasmar sobre el papel todo lo que he vivido recientemente como persona ha sido más fácil porque ya tenia las herramientas para manejarlo. Pero en el viaje que he tenido que hacer hacia atrás parta contar toda mi historia he vuelto a la infancia, a la adolescencia y he tenido que rescatar momentos que he vivido, reflexionar sobre por qué ocurrieron, racionalizarlos y todo eso te hace ver que las cicatrices que llevas internas son muchas más de las que piensas y en cuanto rascas un poquito se vuelven a abrir.

¿Ha ayudado el libro a cerrar alguna de esas cicatrices?

Sí, totalmente. Ayuda a reconciliarse con el Víctor de la adolescencia, es una parte más del abrazo que digo yo en el libro, que es un camino, un viaje hacia el autoabrazo. Es una manera más de quererme a mí mismo. En el libro a través de mi historia hablo de cosas que son compartidas por todas las personas LGTBI, desgraciadamente. Un par de amigos que ya se lo han leído me dicen «esto es lo que hemos vivido nosotros también». Enarbolar una serie de reflexiones y hacer un dibujo de todas las cosas que tienen que cambiar a través de mi historia yo creo que puede ser de utilidad para muchas personas.

No sólo para el mundo LGTBI. En el libro se ve la importancia de la figura de su madre y cómo a ella también le faltaron herramientas.

Para ella leer el libro ha sido muy duro y muy doloroso porque se ha dado cuenta del sufrimiento que tuvo su hijo en una edad tan temprana, con diez, doce, trece años, y que además ella nunca fue consciente de ello. Para ella es muy doloroso darse cuenta de todo el sufrimiento interno que yo llevaba y no haber podido ayudarme en ese momento. Por eso mismo ella me dijo que esta historia no sólo es útil para personas LGTBI o que tengan que ver con el deporte sino también para personas que no tengan nada que ver con el colectivo porque estamos rodeados de personas LGTBI, ya sean familiares, alumnos, compañeros y muchas veces de manera inconsciente no entendemos el daño que podemos hacer o el proceso que está pasando esa persona.

¿Cree que en algún momento esos niños que le llamaron maricón con ocho años eran conscientes del daño que provocaban?

No, por supuesto que no. Los niños reproducen lo que escuchan en casa. Nadie nace sabiendo lo que significa la palabra maricón o la expresión negro de mierda o la palabra puta. Son palabras a las que los adultos les damos connotaciones y que enseñamos en casa. Esos niños querían insultarme, pero no sabían lo que eso desató en mí. Es el mayor ejemplo de lo importante que es que en los centros educativos, en los colegios, en el deporte de base se eduque, Ya hay una educación en casa, pero te puede tocar una familia fantástica o una familia que te quiera llevar a terapia de conversión, que dice que eres un enfermo. Eso no se elige, pero en los colegios la educación debería basarse en el respeto, en la tolerancia y en valores de diversidad, que se enseñe a los niños y a las niñas que no hay que señalar al diferente, sino abrazarlo.

¿Qué importancia tiene para usted descubrir el caso de Justin Fashanu?

Cuando empieza Internet a funcionar de una manera un poquito mejor y me sé manejar, con 14 o 15 años lo que quiero es buscar a gente como yo. Pongo en Google deportista gay y conozco la historia de Justin Fashanu, y me doy cuente de que es un futbolista que sale del armario en 1990 y se quita la vida en 1998 y digo «esto es lo que me espera a mí». Si yo ya tenía construido un personaje, una coraza que me protegía de eso y que lo que hacía era reprimir mi verdadera identidad, conocer la historia de Justin Fashanu lo que me hizo fue ponerle más capas todavía a esa coraza, decir «no puedo visibilizar esto» porque fíjate el tremendo y triste final que tiene alguien cuando se visibiliza. Qué importantes son los referentes. ¿Por qué lo cuentas, por qué sales del armario? Pues precisamente por eso, porque lo que no se ve es como si no existiera y también es importante que la gente joven sepa que se puede llegar a la élite del deporte siendo una persona LGTBI, que hay que perder el miedo y que la vida no merece la pena vivirla dentro de un armario.

¿En el deporte hemos avanzado mucho?

En el deporte no hemos avanzado nada.

¿Ayudaría que un futbolista saliera del armario?

Muchísimo. Y, además, no ayudaría sólo en el deporte. Que un futbolista saliera del armario supondría un punto de inflexión a nivel cultural en la sociedad porque la sociedad española se mira en el deporte. Rafa Nadal, Fernando Alonso, ahora Carlos Alcaraz, nos gusta mirarnos en los valores que representan esos deportistas y que un futbolista saliera del armario significaría romper un paradigma en España. Sería la demostración fehaciente de que se puede llegar a la élite siendo homosexual y rompería muchos clichés que tenemos en la cabeza de que el maricón no vale para hacer deporte. No, pues mira, siendo un maricón, como dices tú, soy de los mejores deportistas de España. Significaría no un cambio en el deporte sino un cambio en la sociedad.

Portada del libro «Balón amarillo, bandera arcoíris»
Portada del libro «Balón amarillo, bandera arcoíris»La Razón

Desde que le ofrecen salir en la portada de la revista «Shangay» hasta que sale pasan dos años. ¿Cómo es ese proceso?

Es un proceso en el que esa semilla empieza a crecer en mí. No me lo proponen directamente, pero sí que me insinúan que sería interesante que un deportista contase que es homosexual porque en España no había esa visibilidad. Había salido un cura, había salido un militar, políticos, pero no había una figura en el deporte abiertamente homosexual. Y yo en ese momento digo «qué necesidad tengo yo de hacer esto. Tengo el apoyo de mi familia, tengo el apoyo de mis amigos, la gente del waterpolo más o menos lo sabe, lo intuye, lo he comentado con algunos compañeros, es un tema muy morboso, la gente lo sabe. No tengo ninguna necesidad de exponerme». Pero durante esos dos años empiezo a entender que soy un privilegiado, que yo no he luchado por ninguno de los derechos de los que disfruto. Que mi camino ha sido complicado, pero que tengo suerte de tener el apoyo de todo el mundo y hay personas que no tienen esa suerte. Entiendo que tengo que dar un paso más y hacer el camino de otros más fácil igual que otros lucharon para que yo lo tuviera más fácil. No es lo mismo ser homosexual a día de hoy que hace veinte años ni hace veinte años que hace cuarenta. Entonces comprendí que yo tenía en mis manos una responsabilidad muy grande que era la de contribuir a cambiar las cosas., Y esos dos años hice un trabajo interno hasta que decidí que tenía que contribuir a la causa.

¿Cómo es el primer día en el vestuario después de salir del armario?

No te sé decir exactamente. Para mí no fue diferente porque yo ya le había contado a mis compañeros más íntimos que era homosexual. Igual que en una empresa no te tienes que sentar con la persona de al lado y explicar que estás casado y tienes dos hijos porque ve tu foto o alguien se lo ha comentado, pues en esto pasa lo mismo. Un tema tan morboso en un vestuario... lo sabía todo el mundo. Y yo no había tenido la necesidad de reunirlos a todos para contárselo, simplemente se lo había contado a los más cercanos, vivía mi vida de manera natural, si me preguntaban qué había hecho el fin de semana decía que había estado en Chueca tomando una copa. Era una persona que vivía su vida con normalidad y con naturalidad, la gente lo sabía y para mí no hubo un antes y un después. Sí que hubo una parte más psicológica de decir «no es que lo sepa mi entorno más cercano, es que lo sabe todo el mundo», pero fue una barrera psicológica que se eliminó pronto. No hubo un antes y un después.

¿Eso para usted es una liberación?

Claro, es una liberación. En el libro cuento que cuando me ficha el Tarrasa nunca me había sentido tan cómodo en un vestuario, porque aunque había salido del armario varios años antes, había una especie de barrera psicológica en mí porque yo durante muchos años en el Canoe había estado en el armario, me había hipervigilado, me había preocupado de que nadie supiera dónde había estado, de que no se me notase absolutamente nada. Eso no es como un botón que tú desactivas y ya estás fenomenal. Aunque yo había salido del armario, tenía mucha comodidad y era yo, había algo que me impedía serlo al cien por cien y cuando me ficha otro equipo para mí es la demostración de que me fichan por mi nivel deportivo. Y yo me voy a uno de los mejores equipos de la Liga porque fichan al jugador, no fichan a la persona. Y eso a mí me hace terminar de comprender y de estar cómodo en un sitio y ser yo sin ningún tapujo.

En el libro cuenta que en la selección nunca ha llegado a estar cómodo.

No, la selección es mi gran espina porque es muy importante estar contento y tener un sentimiento de pertenencia. A mí la selección me pilla en un momento en que estoy empezando a entenderme, empezando a abrazarme, y se junta que yo no tengo sentimiento de pertenencia a ese grupo, que sufro continuamente bromas muy pesadas y es uno de los grandes motivos por los que no he disfrutado de la selección. Nunca he ido contento a la selección. Y no es un tema de exigencia, porque yo he puesto mi cuerpo al límite, mi sueño era ser olímpico, he estado en las categorías inferiores y he sido completamente feliz, pero en la selección absoluta nunca llegué a serlo. Es una lástima. De hecho hace poco di una charla en el Echeyde de Tenerife, que es uno de los clubes de División de Honor, cuyo entrenador fue compañero mío en la selección. Se han puesto unos bañadores con la bandera LGTBI, también los gorros, y en la charla levantó la mano y dijo «de verdad que no he sido consciente del daño que te hemos podido hacer con cosas que para nosotros eran una broma». Qué importante es que la gente sepa que las palabras y las bromas no son solamente eso. Para que una broma tenga efecto te tiene que hacer gracia a ti y me tiene que hacer gracia a mí. Si solamente te hace gracia a ti, no es una broma. Eso es una etapa que no recuerdo con demasiado cariño.

¿Lo peor es no poder ser uno mismo cada vez que llega a un grupo nuevo?

Cuando tú no estás fuera del armario puedes haber dado ciertos pasos en tu vida, pero cuando llegas a un grupo te vuelven otra vez las inseguridades. Incluso en el ámbito profesional. Llegas a una empresa nueva y conozco un montón de gente que le ha pasado, que piensa «mantengo un perfil bajo o me vuelvo a poner la careta porque no sé cómo lo va a encajar la gente». Es muy curioso que las personas LGTBI no dejamos de salir del armario nunca. En alguna de las charlas que he dado me han dicho «llevo diez años con unos clientes, el primer día me hicieron una broma de la camarera y no se me ha ocurrido parar esto y decir que soy homosexual». O te montas en un taxi y el taxista te hace un comentario. ¿Para tres minutos que voy a estar le voy a decir que soy gay? No dejamos nunca de salir del armario y nos encontramos constantemente en esa situación de si me rechazarán o no y es una sensación que hay que ir eliminando estando orgullosos de ser como somos.

¿Cómo compagina el deporte con la política?

El deporte ha pasado de ser mi trabajo a ser mi hobby. Mi máxima responsabilidad ha pasado a ser la política. Sigo compitiendo al máximo nivel nacional, pero antes entrenaba cinco o seis horas diarias y ahora entreno las tardes que puedo, que me escapo, dos o tres horas y los fines de semana que la agenda me lo permite voy a competir. La política me ha llegado en el mejor momento de mi carrera deportiva y me daba pena desvincularme del todo y en el Canoe me han dado la posibilidad de seguir vinculado al deporte, aunque sea menos días, menos horas y algunos partidos. Y yo voy a intentar disfrutar de este último año.

¿El regreso al Canoe es muy diferente a su primera llegada?

Sí, totalmente diferente. Por la situación del club, porque me fui siendo el capitán, con gente más o menos de mi edad y ahora es el equipo más joven de la Liga, el siguiente más veterano después de mí tiene 23 años, es un Canoe que la temporada pasada quedó undécimo de doce. Asumo un nuevo rol, de veterano, de intentar aportar mi experiencia a los chavales y sobre todo a nivel personal llego ya absolutamente seguro y orgulloso de ser quien soy, con la bandera arcoíris bien alta, y es totalmente diferente a como llegué. Llegué con armadura y he vuelto a pecho descubierto.

El año pasado un rival le llamó maricón en la piscina. ¿Eso fue más duro que cuando se lo llamaron con 8 años?

No es más duro. El insulto ese en particular fue anecdótico en mi vida tal y como la tengo construida. Ese chico me da igual lo que me diga, pero en ese momento me afectó porque yo ya pensaba que era un entorno seguro y que nadie me iba a insultar por ese motivo. Me habían insultado más veces compitiendo, me habían llamado maricón más veces, pero siempre lo había justificado, pero hacía bastante tiempo que no me habían atacado por ahí y fue como si se desmoronase un castillo de naipes. Y me afectó tanto que me hizo comprender que estaba haciendo un flaco favor si me lo callaba, que lo que tenía que hacer era denunciarlo públicamente. Porque si eso me afectaba a mí con 30 años en la élite de un deporte y siendo visible, cómo no le iba a afectar a chavales jóvenes en los vestuarios que no tienen la capacidad para denunciar. A las 24 horas yo ya estaba bien, pero fue el punto que me hizo comprender que no podía ser cómplice de ese comportamiento. Por supuesto es mucho más doloroso lo que me pasó con ocho años, porque eso te deja una herida de por vida.