Opinión

Pelé y el cosquilleo

Él era el “10″, el capo de toda la cuadrilla de jugones de aquel Brasil del 70

Pelé besa a Maradona en un mural en la Avenida Paulista de Sao Paulo
Pelé besa a Maradona en un mural en la Avenida Paulista de Sao PauloSebastiao MoreiraAgencia EFE

Hay cosas, muchas, que la edad no perdona. Una de ellas es no haber podido ver en directo a Pelé. De los cinco grandes recuerdo a Di Stéfano en el palco del Bernabéu, a Cruyff en el banquillo del Barça cigarro o chupachups en mano y a Pelé anunciando las virtudes de la viagra de Pfizer mucho antes de que la pandemia convirtiera a la farmacéutica estadounidense en una más de la familia. Lo de Maradona lo viví con la inocencia de un crío y Messi me pillo currando. No hace falta ni preguntar cuál es para mi el más grande.

La imposibilidad de disfrutar en directo de algo grandioso es una cabronada. Por mucho que te regodees con el David de Miguel Ángel en una tableta, en el metaverso o en la más completa de las enciclopedias de arte jamás sentirás el cosquilleo que te invade cuando te adentras en la Galería de la Academia en Florencia. Cada paso es un temblor y si antes te has pasado por la Galería de los Uffizi, temblor doble. Y quien dice el David, dice el único Dream Team, o sea el de Barcelona’92, un Nadal-Djokovic, Springsteen en el Bernabéu o un menú en DiverXO. Prohibido pestañear. Pues eso es lo que cuentan los veteranos del Brasil del 70. Y al frente de aquel equipo, en su cuarto Mundial y el que significó su tercer título, sí tres, estaba Pelé. Él era el referente de un grupo en el que se encontraban Gerson, Jairzinho, Rivelino y Tostao. Con esos nombres es obligatorio ser un jugadorazo. Es ésta una de las listas de jugadores que te aprendes de carrerilla como si fuera el once de Honduras o el de Irlanda del Norte en el Mundial’82.

Pelé era el capo de toda aquella cuadrilla de jugones. El «10». En el primer Mundial en color, él se encargó de iluminar aún más a una selección que hacía cosas que se verían casi un siglo después. Cuentan que todos los goles que imagines ya los marcó Pelé antes. Así que esta noche espero que la tableta esté con batería suficiente hasta que el Brasil del 70 y Pelé me hagan experimentar algo parecido al cosquilleo que sentí en Florencia.