
Polémica
Así ha sido el pelotazo de Mastantuono a la grada al final del Atlético - Real Madrid
El argentino no aguantó más los balones que tiraron al campo tras el quinto tanto del Atlético y devolvió uno lleno de rabia

La tarde en el Metropolitano fue una pesadilla para el Real Madrid. El 5-2 en contra ante el Atlético no solo dejó al descubierto las carencias tácticas del equipo dirigido por Xabi Alonso, sino también las emociones a flor de piel de una plantilla desbordada. Entre ellas, una escena puntual captó la atención y simbolizó, quizás mejor que ninguna, el estado de frustración blanca: la reacción de Mastantuono tras el quinto gol colchonero.
Aquel último tanto, obra de Antoine Griezmann, fue un golpe más, uno definitivo. Ya no quedaban respuestas, ni desde el banquillo ni dentro del campo. El Atlético, con más nervio y ambición, había desbordado al Madrid por las bandas durante todo el encuentro. Cada centro desde los costados era un martillazo, y los defensas blancos apenas podían contener el vendaval.
Euforia desmedida
Fue entonces cuando ocurrió. Tras el 5-2, la euforia en la grada rojiblanca se transformó en exceso: varios balones fueron lanzados al terreno de juego desde la grada, interrumpiendo momentáneamente el partido. El ambiente ya estaba caldeado, y en ese contexto, Mastantuono, que acababa de entrar al campo con la misión de cambiar la dinámica del juego, demasiado tarde para ello,, no contuvo su enfado.
Con rabia contenida, levantó uno de esos balones lanzados desde las gradas y lo devolvió con un pelotazo potente, directo, sin medir mucho. Fue un gesto de frustración, de impotencia, tal vez de indignación. Una reacción emocional, más instintiva que calculada, pero que no pasó desapercibida.
Ese acto encendió los ánimos, tanto dentro como fuera del césped. Se vivieron instantes de tensión: miradas desafiantes, algún empujón, palabras que no se oyen pero se intuyen. El conato de bronca estuvo cerca de descontrolarse, aunque finalmente no pasó a mayores.
Aprendizaje
En ese breve momento, Mastantuono quedó expuesto. No tanto por lo que hizo, sino por lo que representó: un jugador joven, talentoso, llamado a marcar una época, que no logra escapar a la frustración de una derrota humillante. Su gesto no fue violento, pero sí expresivo. Reflejó el sentir de muchos madridistas esa noche: la rabia de no poder hacer más, la impotencia ante un rival que te pasa por encima, la decepción de un plan que no funciona.
Más allá del gesto puntual, su actuación quedó eclipsada por el contexto general. No tuvo tiempo ni espacio para mostrar su juego. Ingresó con el marcador ya desbordado, con un equipo abatido anímicamente y roto tácticamente. No fue su partido. Pero su reacción, ese pelotazo cargado de rabia, fue tal vez uno de los pocos signos de vida que mostró el conjunto blanco en los últimos minutos.
El derbi madrileño fue un duro aprendizaje para Mastantuono. No solo desde lo futbolístico, sino desde lo emocional. Aprender a gestionar la frustración en noches así también forma parte del camino de los grandes jugadores. Y él, con su talento precoz y su carácter, está llamado a vivir muchos más partidos de esta magnitud. Seguramente, con respuestas más frías y determinantes.
Porque si algo dejó claro este derbi es que no basta con la calidad individual. Hace falta temple, estrategia, liderazgo. Y eso se construye, también, en noches como esta, aunque duelan.
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