Opinión
España, un equipo sin estrella... de momento
El grupo de Luis Enrique es una incógnita antes de empezar. Hay al menos cuatro selecciones mejores que la nuestra
De las musas pasaremos hoy a las nueve de la noche al teatro. Como anticipé hace unos días, no soy muy optimista con la Eurocopa. Básicamente, porque hay al menos cuatro selecciones mejores que la nuestra. Si al anterior factor negativo le unimos otros como la falta de liderazgo, ¿por qué no se ha llamado a Sergio Ramos ni tras el «Busquetsazo»?, la carencia de una gran estrella de nivel mundial o la ausencia de un esquema de juego definido, entenderán por qué es menester ser más realistas y precavidos que otra cosa.
Conviene no olvidar el nada elemental hecho de que Luis Enrique ha llamado a ¡¡¡60 jugadores!!! en la fase de clasificación para la Eurocopa, con lo cual no hay un equipo tipo ni nada que se le parezca. Tampoco pequemos de pesimistas. No debemos olvidar que una parte sustancial de los integrantes de la Roja fueron puntales del equipo sub 21 que hace dos años se proclamó campeón de Europa. Vamos, que talento hay para dar y tomar. Auguro, pues, que superaremos sin mayores problemas la fase de grupos porque nuestros tres rivales, Suecia, Polonia y Eslovaquia, son inferiores a nosotros de aquí a Sebastopol.
Lo de Suecia debería ser coser y cantar a tenor de lo ocurrido en la etapa de clasificación: les vencimos 3-0 en el Santiago Bernabéu y nos empataron a uno en Estocolmo. El problema es que, como vamos con un año de retraso por el maldito virus chino, cualquier comparación puede estar más desfasada que un disco de Los Pecos. Sea como fuere, no es un plantel a despreciar. Dispone de jugadorazos como el 9 de la Real Sociedad, Isak, rápido como una gacela, con hambre y un futuro descomunal. Le apodan «el nuevo Ibra» y no tiene pinta de que sea una hipérbole porque tiene tan sólo 21 años (casi la mitad que el original, que podría ser su padre) y se desenvuelve con la misma osadía y eficacia que el ex jugador del Barça de Guardiola a su edad. Aún recuerdo el doblete que se marcó en el Bernabéu en 2020, dejando fuera de la Copa del Rey al mismísimo Real Madrid.
La ausencia del Ibrahimovic original es un drama para Suecia porque, por muchos años que tenga, 39 exactamente, continúa gozando de una tensión competitiva que para sí quisieran no pocos jugadores de 20. Pero la presencia de Isak y del siempre eficaz y aseado Marcus Berg en el ataque no invita precisamente a la tranquilidad. Sí hemos tenido suerte con una desgracia ajena: el positivo de Kulusevski, la gran estrella rival, titular indiscutible en la Juventus de Cristiano Ronaldo, que le dejará KO hasta pasado nuestro cruce de la primera jornada en La Cartuja. Atrás no son tampoco moco de pavo, ya que cuentan con Lindelöf, central titular del Manchester United ni más ni menos, y Forsberg, indiscutible en la sensación de la Bundesliga, el Red Bull Leipzig de Nagelsmann.
La victoria de hoy en casa sería muy importante por aquello de que el que da primero, da dos veces. Empezar un campeonato con victoria es normalmente fundamental para llegar muy lejos. Sudáfrica 2010 fue la bendita excepción que confirmó esta regla de oro. Recuerden lo del 1-0 ante Suiza y todo lo que sucedió después. Pero, por si acaso, mejor no experimentar ni tentar a la suerte de nuevo.
Los problemas llegarán cuando nos topemos en octavos, cuartos o semifinales con Francia, Alemania, Inglaterra, Portugal o Bélgica. E incluso con esa Italia de Mancini que inauguró el torneo deslumbrando frente a Turquía con ese juego ofensivo que ha jubilado, espero que para siempre, el miserable catenaccio. La gente paga por ganar, pero jugando bien, no aburriendo hasta a los camilleros.
El gran problema es que, así como Alemania no necesita megacracks para ganar partidos y títulos porque, como hace poco subrayó Müller, desde niños les enseñan a hacer grupo y a detestar el individualismo, nosotros siempre hemos dependido de dos o tres jugadores top a nivel mundial para destacar. Somos un equipo sin estrella en el terreno de juego y, de momento, sin estrella en el cielo. O sea, una incógnita antes de empezar el campeonato.
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