Opinión

Las palancas de Laporta y las que usan los cacos

El Barcelona en el mercado de verano también es más que un club

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, participa en el acto del fundación de FC BARCELONA en Nueva York
El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, participa en el acto del fundación de FC BARCELONA en Nueva YorkAngel ColmenaresAgencia EFE

El Fútbol Club Barcelona está arruinado, en bancarrota, canino, endeudado hasta las cejas, quebrado… tieso. «¿Cómo estás?», le preguntaban al Beni de Cádiz por la calle. «Rigurosamente tieso», contestaba el cantaor con orgullo bohemio. La tiesura, en aquella España de gorrones y sablistas en los cafés que retrataban los artículos de César González Ruano, se alzó hasta cimas casi artísticas. El lenguaje luminoso de la Baja Andalucía, tan rico en metáforas, asimiló al tieso con una regla, con una vara o, en un dechado de concreción, con la varilla de cohete, con la canilla de un muerto, con la mojama y mi preferido es: «Está más tieso que el calzoncillo de un pajillero».

También se dice, a la salud de Joan Laporta –Juan Lapuerta lo llamó Del Nido padre cuando, antes de chupar trullo, ambos bailoteaban en la discoteca Luz de Gas–, «está más tieso que una palanca». Qué gracioso, ¿no? Tan formidable máquina, Arquímedes de Siracusa la sabía capaz de mover la Tierra con el punto de apoyo adecuado, es una herramienta de formidable tiesura que emplean quienes quieren forzar la propiedad ajena, casa o coche, con intención de llevarse lo que no les pertenece. No epatamos a nadie, en fin, cuando ponemos negro sobre blanco que la palanca es el utensilio preferido de los ladrones ni podrá ofenderse ningún culé si se recuerda el nutrido prontuario penal de varios de sus presidentes recientes.

Luego, está eso tan manido de los clubes-Estado y no será este torpe juntaletras quien defienda la legitimidad de los equipos construidos sobre el petrodólar, el narcopeso o el rubloshnikov, pero también deberían cuidarse los dirigentes del fútbol español de denigrar al PSG o al City mientras piden que a las administraciones exenciones fiscales, patrocinios de empresas públicas e instituciones o dispensa impositiva para que sus estrellas prefieran jugar aquí antes que en otro lado. ¿Cuánto le cuesta al contribuyente de Cuenca el parche de TV3 que luce el Barça en la manga de su camiseta? Lo mismo que al pagano de Sitges la publicidad de la diputación provincial en las calzonas del Málaga. Son los mecanismos de la solidaridad fiscal.

También es deplorable la laxitud de la LFP en la aplicación de su propia normativa, un gesto de «realpolitik» de Javier Tebas que, probablemente, vaya en interés de la competición y de todos los clubes, por tanto, pero que rompe con el principio de igualdad un requisito indispensable en toda lid deportiva. Rayo y Málaga se quedaron en 2013 sin jugar una competición europea que se habían ganado en el campo, el Elche sufrió un descenso administrativo en 2015 y el Valencia se ha visto obligado los dos últimos veranos a malvender, o a regalar, a algunos de sus mejores futbolistas.

Ninguno de los clubes citados tenía, ni por asomo, sus cuentas en un rojo tan refulgente como las del Barcelona al que, sin embargo, se le permitió hacer un equipo nuevo en enero para que acelerase en pos de la Champions y al que se le autorizan ahora hipotecas astronómicas sólo posibles por su condición de entidad deportiva, ya que la ingeniería financiera de Laporta en una sociedad anónima conllevaría una denuncia de los accionistas perjudicados por la inmersión en tamaño agujero de deudas a largo plazo. Todos los equipos son iguales, diría el cerdo de la granja orwelliana, pero algunos son más iguales que otros.