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Obituario

Muere el «Loco» Gatti, el portero que barrió el área con una escoba

En España se hizo famoso por sus colaboraciones periodísticas, pero en Argentina es una leyenda del fútbol por su trayectoria y por su peculiar estilo

Fútbol.- Muere el exfutbolista y comentarista argentino Hugo Gatti EUROPAPRESS

A Hugo Orlando Gatti (Carlos Tejedor, Argentina, 1944) no le llamaban el «Loco» por casualidad. Hay que tener una personalidad muy especial para conquistar el corazón de «La Doce», la barra brava de Boca Juniors siendo jugador de River Plate. Y eso lo consiguió Gatti cuando desde el fondo de La Bombonera le lanzaron una escoba para provocar y su respuesta fue ponerse a barrer el área. Desde entonces Boca y él estuvieron unidos, aunque tardara unos años en fichar por el equipo xeneize.

Antes tuvo que dar un par de rodeos por Gimnasia y Esgrima de La Plata y por Unión de Santa Fe, donde coincidió con el Toto Lorenzo, el hombre que lo fichó para Boca. Allí ganó dos Libertadores y una Copa Intercontinental, además de varios títulos nacionales. La primera Libertadores la ganó Boca en los penaltis a Cruzeiro y Gatti le detuvo el decisivo a Vanderley, el capitán del equipo brasileño. Cuenta la leyenda que llevaba puestos unos guantes que le había regalado Amadeo Carrizo, el hombre al que debía sustituir cuando lo fichó River Plate.

Gatti era un adelantado a su tiempo, más allá de su original aspecto, siempre con una cinta en la cabeza, una vincha, como dicen en Argentina. Al Loco le gustaba jugar la pelota con el pie y no encerrarse en su área, algo que no se estilaba en una época donde los pies a los porteros sólo les servían para caminar y para sacar de puerta. Llegó incluso a jugar como delantero en un par de amistosos. Uno contra Platense en el que Boca celebraba el título ganado en la cancha de River en el 76. Cuando el Toto Lorenzo lo mandó jugar arriba, La Bombonera estalló. «Al segundo pique me fundí, pero me saqué el gusto», dijo después. Repitió contra el Atlas mexicano en una gira que Boca hizo por Estados Unidos para mejorar su deficiente situación económica. «El fútbol es alegría y yo le doy alegría a la gente», decía. Admite que alguna vez trató de reconducirse y de quedarse en la portería, pero aquello no iba con él.

Lo suyo era salirse del rebaño. Fue el primer jugador en llevar publicidad en Argentina y su ídolo siempre fue Muhamad Ali. Por eso el segundo nombre de su hijo Lucas es Cassius. Trataba de imitarlo en el deporte y en la vida. Siempre llamó la atención por su manera de expresarse en los medios, sin eludir la polémica, algo que demostró años después en España con sus colaboraciones periodísticas. Cuando Maradona jugaba en Argentinos dijo antes de enfrentarse a él que «ese gordito» no iba a ser capaz de marcarle un gol. Y añadía que era «un invento del periodismo». Diego metió cuatro y dos de ellos, de falta. «En uno de los tiros libre me dijo "mirá que yo no dije nada"», contaba Maradona.

Pero Gatti era también un portero extraordinario. Tiene el récord de penaltis parados en el fútbol argentino, 26, los mismos que Ubaldo Fillol, con el que se disputó la portería de la selección argentina de César Luis Menotti. Gatti era el elegido, pero una lesión primero y su renuncia a la albiceleste después le dejaron fuera del Mundial 78. Es también el futbolista que más partidos ha jugado en la Primera División del fútbol argentino. Nada extraño teniendo en cuenta que a su calidad se añade un retiro tardío. Jugó hasta los 44 años.

Gatti era una fuente inagotable de anécdotas. Dicen de él que cuando se aburría en el campo, pasaba la pelota a sus defensas tirando al larguero para que rebotara. Lo hizo, al menos, una vez cuando jugaba en Atlanta, su primer club, y los suspendieron una semana. Y que tenía un Peugeot 404, que salió al mercado con techo corredizo, al que selló las puertas para salir por el techo. Óscar Ruggeri cuenta que en su primera concentración con Boca Juniors, el Loco le preguntó «¿Vos bebés vino?». «No», respondió el «Cabezón». «Te sentás conmigo entonces», le dijo Gatti que repitió la maniobra con otro par de chavales para juntarlos en una mesa de cuatro. «Había una botella de vino en cada mesa y el Loco se sentaba con los chicos, que no bebían, y se la bebía él», dice Ruggeri.

A Gatti le gustaba vivir la vida y el vino era parte de ella. Siempre reconoció que le gustaba beber. Incluso antes de los partidos. «Medio litrito, para quitarme el cagazo», se justifica, porque los nervios nunca se pierden. Sus compañeros en la selección recuerdan un amistoso contra la URSS disputado en Kiev en el 76 bajo la nieve. Ganó Argentina, 0-1 con un gol de Kempes y el Loco se lució en la portería. El secreto, contaba, era la petaca de whisky que guardaba detrás de la portería para calentarse. «Será por eso que la rompí. Jugué en pedo», confesaba.

Gatti se fue de Boca de mala manera. Apartado de la portería por el entrenador Omar Pastoriza después de recibir un gol contra Deportivo Armenio en una jugada en la que casi choca con un defensa al salir del área y deja la pelota en los pies del delantero rival. Con «La Doce» tampoco acabó mejor después de dar su apoyo a Raúl Alfonsín en unas elecciones. Pero el «Loco» siguió siendo una leyenda. Leyenda eterna ya.