Selección Española

40 años y nueve mundiales

Una manera de medir la edad es por los recuerdos de los Mundiales. Porque hay aficionados de España que no tienen memoria de la nariz de Luis Enrique. Y encima se dirigen a ti llamándote señor

Luis Enrique, junto a Hierro, con la nariz rota tras el codazo de Tassotti en el Mundial de 1994
Luis Enrique, junto a Hierro, con la nariz rota tras el codazo de Tassotti en el Mundial de 1994larazon

Una manera de medir la edad es por los recuerdos de los Mundiales. Porque hay aficionados de España que no tienen memoria de la nariz de Luis Enrique. Y encima se dirigen a ti llamándote señor.

Hola. Tengo 40 años, es decir, que conocí los teléfonos que sólo servían para llamar y me parece incomprensible el éxito de los «youtubers». Es esa edad en la que intentas decirte que eres joven y luchas o ignoras todas las señales que indican lo contrario. Corres 5 kilómetros y te sientes un chaval, pero poco después te agachas para recoger algo del suelo y tu espalda te recuerda que ya no eres el que eras (y desde entonces, por cierto, todo lo que se cae al suelo, ahí se queda). Te agarras como sea a eso de que la edad no es una cifra, sino un estado de ánimo. ¿No dice Cristiano Ronaldo que tiene veintipocos años, a pesar de sus 33 cumplidos?

Porque la edad se puede medir como a uno le dé la gana. Yo siempre he calculado los años de los demás midiéndolos con el sistema métrico de los Mundiales. En Twitter, estos días se ha estado hablando del primer Mundial que recuerdas. Al del 78 no llegué; del 82 sólo tengo memoria de Naranjito, así que mi primer Mundial, cuando, digamos que nací, fue en 1986, con el no gol de Míchel a Brasil, Butragueño en Querétaro y ese penalti de Eloy Olalla que marcó la personalidad de gran parte de mi generación. Desde entonces, éste es mi noveno Mundial. ¿Es mucho? Aún me peino, pero no disimulo las canas.

En verano, las redacciones de los periódicos se llenan de becarios y becarias. Es una sensación extraña: siempre tienen la misma edad y tú, sin embargo, pasas de ser uno de ellos a mirarlos años después con un poco de distancia, hasta que llega un día, que uno te pregunta. «¿Puede decirme cómo entro en el sistema, señor?» y, claro, tienes que asesinarlo ahí mismo para que no haya pruebas.

Si les preguntas por su edad Mundial es desolador: no saben quién es Eloy; creen que cuando se nombra a Míchel, hay que decir «suena como entrenador» y no «me lo merezco» de aquel Italia'90. Y no son capaces de entender que Luis Enrique, por una vez, nos dio un poco de penita, con su nariz rota y ensangrentada. Seguro que consideran a Clemente como un tipo gracioso en Twitter y no son conscientes de que era mucho más gracioso de entrenador ni saben de ese gol de Zubi empujando el balón hacia la portería. Puede que sí recuerden algo de los sobacos de Camacho (sí, el mismo de: «el VAR puede decir misa» como comentario técnico) y el balón que no salió de Joaquín.

No es que tengan pocos Mundiales en su mochila es que, además, están educados en el éxito y creen que todo es posible, como, yo que sé: comprar entradas desde el ordenar; viajar sin equivocarte nunca de la salida de la M-40 o leer periódicos sin, ay, tener que comprarlos.

Por eso cuando un campeonato como el de este año empieza con el lío del entrenador, uno siente que ha rejuvenecido de verdad con esos follones. Luego llega el partido contra Portugal, con esa ambición de España y te caen los 40 años de golpe. Es como cuando pones música a tu hijo intentando que esté al día y él, escuche lo que escuche, sólo baila el «swish swish». ¿Que no saben lo que es? El Tiempo les acecha.