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Así es y así trabaja Davide Ancelotti, el hijo de Carlo y segundo entrenador del Real Madrid

Tras el parón de selecciones, el Real Madrid tiene que recuperar el tono de los primeros días de temporada. Carlo toma las decisiones, pero escucha a su «staff». Su hijo Davide es el segundo

Davide y Carlo Ancelotti con Vinicius Jr en el Santiago Bernabéu
Davide y Carlo Ancelotti con Vinicius Jr en el Santiago BernabéuRealmadrid.com

Los parones por selecciones son agotadores para los jugadores, pero, a cambio, dan tiempo a los entrenadores para revisar lo que han estado haciendo. En una temporada donde hay partido cada dos días, apenas hay espacio para la reflexión, por eso estas dos semanas sin fútbol nacional pueden haber servido a Ancelotti para dar con la tecla y encontrar el ritmo de juego que el Real Madrid ha perdido en los últimos choques. El entrenador italiano es conocido por su actitud dialogante, por el modo que tiene de llevar los grupos hacia el éxito, escuchando, pero tomando finalmente él las decisiones, y durante estos días se ha reunido con su «staff» para dar una nueva vuelta de tuerca al Madrid. Cuando vuelva, tiene el partido de Champions en campo del Shakhtar, que toma cierta importancia después del tropiezo con el Sheriff, y después, el duelo en el Camp Nou. No es decisivo, pero sí va a medir qué equipo afronta con menos dudas los siguientes pasos de la presente temporada.

En su primer año en el Real Madrid, el segundo de Ancelotti fue Zidane, con quien guarda una buena relación y que nunca ha escondido lo que aprendió de Carlo. El siguiente, se eligió a Fernando Hierro. El club quería una cara conocida para acompañar al italiano en sus primeros días en el vestuario y en el club. Sin embargo, esta temporada, Ancelotti tenía muy claro que ya no necesitaba un hombre de la casa, pues él ya puede ser considerado alguien de la casa. Lo que quería a su lado es gente de la máxima confianza y por eso su segundo en el banquillo es su hijo Davide, que con 32 años es un sabio del fútbol y tiene más experiencia en equipos de élite que la mayoría de los entrenadores con más edad.

Estuvo en el PSG como ayudante de preparador físico, como en su primera etapa en el Real Madrid, y después, a partir de la estancia en el Bayern, se convirtió en el segundo técnico del equipo. En Alemania impresionó a todos porque nada más llegar ya sabía el idioma y se expresaba sin dificultad. Carlo también lo aprendió, pero su hijo le ayudaba a entenderlo cuando algo se le escapaba. «Lo aprendí estudiando durante 8 meses. Es un idioma difícil, pero me gusta, es interesante», decía en alemán en la web del Bayern, cuando le hicieron un reportaje de presentación.

El peso del apellido

Esa capacidad de trabajo es algo que ha ido desarrollando a lo largo de su carrera. Futbolista menor, llegó a jugar en la «quinta división» italiana, pero era, según ha reconocido él mismo, «demasiado lento». Lo dejó para dedicarse al fútbol desde la banda y pronto se dio cuenta de que si quería ser respetado en un mundo que no perdona nada, tenía que demostrar que era mejor que los demás para que no pensasen mal por culpa de su apellido, que podía ser un arma de doble filo. «Soy un privilegiado. Pero quiero honrar el apellido que llevo. Me comprometo con las cosas porque sé que si no soy el mejor en estudios y en lo que hago, alguien puede decir que soy un recomendado. Pero quiero merecer todo lo que consiga», aseguraba en una entrevista en Italia.

Las ventajas que tiene el apellido Ancelotti pronto se pueden convertir en desventajas y eso lo saben ambos: «Cuando estamos solos me llama papá, cuando los jugadores están presentes me llama entrenador. Que se llame Ancelotti no es muy cómodo, pero sabe utilizarlo como estímulo para mejorar. Forma parte de una plantilla joven, muy preparada y, sobre todo, muy motivada: esto es muy estimulante y fundamental para una persona de mi edad», ha explicado Carlo cuando le han preguntado por el papel que desempeña Davide en su equipo técnico,

Cuando llegó al Real Madrid este verano, Ancelotti reconoció que no era el mismo entrenador que se había marchado hace años, en una primera etapa en el Bernabéu en la que conquistó la Décima Copa de Europa para el club. Después, ha pasado por el Bayern, el Nápoles y el Everton y ha visto cómo el fútbol ha ido cambiando: cada vez es más físico y exige más carácter a los futbolistas y a los entrenadores. Hay que estar abiertos a las nuevas ideas y a las nuevas visiones y su hijo Davide le da ese punto de vista. «Un entrenador tiene que ser paciente, creíble y flexible», reflexionaba Davide. Que son características que bien se pueden aplicar a lo que ha estado haciendo su padre a lo largo de la carrera.

La presencia de Davide ayuda a una comunicación más fluida: puede hablar con franqueza con su padre y le llega con más facilidad que cualquier otro ayudante. «Nuestro deber es darle nuevas ideas», aseguraba cuando ambos entrenaban al Everton. «Mi padre tiene un estilo de dirección que da mucha responsabilidad, durante las sesiones, a su personal. Necesita que su personal le rete y siempre tenemos reuniones sobre la estrategia antes de los encuentros», explicaba Davide acerca del modo de trabajo de todo el equipo. Pero quien decide al final es el jefe. «Él toma la decisión y nosotros le apoyamos. El objetivo es que todos demos el mismo mensaje a los jugadores. Un mensaje que tiene que ser simple y claro. Que sea sencillo no significa que no haya mucho trabajo detrás», continuaba el hijo de Ancelotti.

La calma antes que la prisa

Licenciado en Educación física con el trabajo «Uso de la metabolimetría en la evaluación funcional del jugador de fútbol de élite», que fue premiado en la Universidad de Parma, ha visto el fútbol desde pequeño siguiendo la carrera de su padre. Siempre ha estado cerca de un campo de fútbol y muy cerca de las estrellas, así que sabe perfectamente cómo tratar a los futbolistas y ha estudiado mucho acerca del deporte. Aunque, como su padre, prefiere la calma a la prisa: «Siempre espero a la mañana siguiente para analizar un partido porque justo después estoy muy cansado porque el encuentro ya es estresante. Hay gente que se pone a trabajar inmediatamente, pero yo no puedo porque estoy muy cansado».

En el Everton era el encargado, entre otras cosas, de las jugadas a balón parado. «Son aburridas para los jugadores y por eso no le dedico mucho tiempo en una sesión. Me centro en lo que creo que va a ser la situación a la que más nos vamos a enfrentar en el partido», aseguraba. Un partido lleva mucho trabajo y a veces, todo cambia por el factor suerte, algo que no siempre se puede controlar. «Tuve una temporada en la que trabajé mucho, mucho, en las jugadas a balón parado y el equipo no funcionaba bien. Tuve una temporada en la que no trabajé mucho en las jugadas a balón parado y el equipo funcionó bien», reconocía.

Ve mucho fútbol, pero también le gusta pasear por la ciudad, es cocinero y defiende la cocina italiana, aunque le gusta probar la comida de los lugares que va conociendo. Madrid ya se lo sabe. «Te sientes parte integral de algo gigantesco», reconocía antes de saber que volvía a Valdebebas por segunda vez.

Ahora Carlo, siempre elegante, vive los partidos al borde de la línea técnica, desgañitándose, pidiendo equilibrio, come chicles y los escupe a una velocidad que es imposible que le dé tiempo a saborearlos. Maldice en italiano y de vez en cuando vuelve a sentarse en el banquillo. A su lado, en chándal, está Davide. Puede que le diga algo y puede que su padre le haga caso o no. «Hay veces en las que no estoy de acuerdo con lo que hace», dice Davide.