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50 años de libertad y gimnasia

Las medallistas españolas que triunfaron tres días después de la muerte de Franco... y España ha olvidado

El equipo de gimnasia rítmica debía participar en el Mundial de Madrid el 20 de noviembre de 1975. Se disputó tres días después y ganaron las primeras medallas. Son unas pioneras

Herminia Mata, Marilín Such, Carmen Lorca, María José Rodríguez, Leticia Herrería, María Eugenia Rodríguez, África Blesa, Begoña Blasco y María Jesús Alegre
Herminia Mata, Marilín Such, Carmen Lorca, María José Rodríguez, Leticia Herrería, María Eugenia Rodríguez, África Blesa, Begoña Blasco y María Jesús AlegreJ. A.

1. Mil años tardó en morirse, cantó después Joaquín Sabina, pero justo tuvo que fallecer el 20 de noviembre. «Que si se muere, sea otro día», pensaban o decían entre sí las adolescentes de entre 14 y 17 años que la mañana de ese día, con los nervios en el estómago, como toda España, se levantaron después de no dormir mucho y lo primero que hicieron fue poner la radio, a la espera de noticias.

Y sí, las noticias confirmaron que Franco había muerto y que el Mundial de Gimnasia, que empezaba ese día en Madrid y por el que tanto habían peleado Chus, Begoña, África (individuales) y el resto del equipo (Herminia, Marilín, Carmen, María José, Leticia y María Eugenia), quedaba en el aire.

2. Cincuenta años después, el equipo de ese año, las entrenadoras y los equipos posteriores celebran el aniversario en un bar al lado de Alonso Martínez, en el centro de Madrid, en una zona de bares y restaurantes en la que ya es imposible aparcar. Les llevan comida, beben cerveza sin alcohol, botellas de agua, alguna copa de vino, se hablan de los nietos que algunas empiezan a tener y celebran una amistad que dura ya más de cincuenta años y que se forjó en los duros entrenamientos, en los éxitos y en el paso de los años, los viajes, la compañía, los recuerdos y la complicidad. Ellas son las pioneras de la gimnasia rítmica española, las que casi la inventaron en este país, las que consiguieron las primeras medallas, pero en su cincuenta aniversario están solas: no hay cámaras ni preguntas ni reconocimientos, no hay instituciones, placas o bonitas palabras. Sólo un olvido al que ya están más que acostumbradas.

3. Cuando las tres gimnastas españolas y su entrenadora, Manuela Fernández del Pozo, llegaron en 1973 al Mundial de gimnasia rítmica en Róterdam les tuvieron que cambiar las mazas que llevaban para competir porque más que mazas eran bolos y no servían para el ejercicio que tenían que hacer. No estaban preparadas, pero ese Mundial era la puerta para conseguir el gran desafío del presidente de la Federación, Félix Fernández. Un hombre que tenía mucha relación con el Real Madrid, con poder y con varios restaurantes de renombre en el Madrid de aquella época. Y quien pretendía que el siguiente Mundial, el de 1975, se celebrase en nuestro país.

El equipo de gimnasia en 1975
El equipo de gimnasia en 1975La Razón

4. La hija de María Jesús Alegre es la que se encarga, en la pequeña sala posterior del local de Madrid, de enchufar el ordenador al televisor para que se vea el vídeo. Es pronto todavía, pero lo ponen ya porque alguien se tiene que marchar para cuidarse mejor en casa. Se buscan más sillas, se dejan los vasos y se olvida la comida. Se hace el silencio y nadie despega ya los ojos de la televisión, del vídeo del NODO de aquel Mundial. El suyo. «Mira las alemanas», dicen y aplauden cuando sale alguna de ellas, en los ejercicios individuales o todas, en el ejercicio conjunto, vestidas de negro: «El esqueleto», sueltan casi a la vez. María Jesús mira con atención, concentrada. Ella era la capitana. «Pero siempre fuimos un equipo, todas a una».

5. España tenía Mundial, pero no tenía equipo, ni apenas sabía de qué iba la gimnasia rítmica. Para el Campeonato del Mundo, pues, había que empezar casi de cero y crecer a un ritmo imposible para llegar a noviembre de 1975 con posibilidades de alguna victoria. Así que se fue por la vía rápida y contundente: entrenadoras del otro lado del telón de acero. Vinieron varias para enseñar a las entrenadoras de aquí y finalmente se encargó el equipo a la búlgara Ivanka Tchakarova.

Ahora había que buscar a las mejores entre las que hacían la carrera de Educación Física y las que estaban en los pequeños clubes de gimnasia. «Nosotras empezamos y primero tuvieron que enseñarnos todo lo que es la técnica de aparato», cuenta Chus Alegre. «Algunas teníamos técnica corporal por el ballet, también había unas cuantas que estudiaban educación física y también tenían cierta preparación corporal. Pero, vamos, tuvimos que aprender todo desde el principio». Y a toda velocidad: «Entrenábamos todas las tardes, cinco días a la semana y sábados y domingos por la mañana. En verano, había concentraciones de mañana y tarde. Era un método soviético, de currar, currar y currar». Mari Carmen Algora y África Polo se unieron al equipo como entrenadoras.

6. En Alonso Martínez, en Madrid, tras el vídeo del NODO, en la televisión encendida que todas miran concentradas llegan las fotos que cuentan toda su historia. Fotos antiguas de niñas, posando en paredes de polideportivos, sonrientes y estilizadas, fotos de campeonatos, de premios, fotos caseras, fotos de fotos de álbum y después fotos más modernas, hechas con el móvil, de mujeres con más años, que posan en la playa, comiendo, en hoteles, siempre con la mano como si hubiesen terminado un ejercicio, porque la gimnasia se lleva dentro y ya el cuerpo no lo olvida, por muchos años que pasen. «Somos amigas de verdad», dicen. «Lo que pasamos fue muy duro y eso une».

Algunas de las niñas dormían con libros encima de las piernas para favorecer que se abriesen las piernas y ganar elasticidad. Y luego el peso: todos los días las controlaban, porque lo primero de todo fue perder kilos y no con las técnicas de ahora, sino con las de hace 50 años: pasando un hambre canina. Pepe, el músico, un hombre encantador, les guardaba comida y se la repartía más tarde en el autobús. Acababan con la mantequilla de los hoteles y la manzana que les daban para cenar les duraba horas y horas para engañar al hambre.

Pero fueron mejorando: en verano de 1975, a meses de la celebración del Mundial, se marcharon de concentración a Bulgaria, con Ivanka Tchakarova y su marido, preparador físico... de un equipo de fútbol masculino.

Tenían que acelerar y la primera enseñanza fue muy gráfica. Les llevaron a una piscina donde entrenaban los atletas locales. Se sentaron en el borde y vieron cómo uno de ellos hacía largos mientras un entrenador le esperaba en cada lado de la piscina. Si al llegar sacaba la cabeza o apoyaba las manos para descansar, el entrenador le pisaba con crueldad los dedos para que siguiese nadando. Hala, para dentro.

Después iban a la playa, con balones de cinco kilos, niñas que ni pesaban cuarenta y con pesos en los pies para que costase aún más. Tenían que meterse corriendo en el agua y no parar de correr hasta que sonaba el silbato del preparador físico «Que suene el silbato, que suene el silbato», pensaban en el agua, agotadas . Fueron dos meses agotadores y brutales. «Estuve mucho tiempo sin poder volver a la playa, porque me producía cansancio sólo de verla».

El Mundial, en Madrid, en 1975
El Mundial, en Madrid, en 1975La Razón

7. La hija de María Jesús se marcha del local de Madrid. Ha puesto el vídeo, ha ayudado a organizar todo y ahora deja que las mayores disfruten. Nacieron en Madrid, en Murcia o en Barcelona, tuvieron infancias distintas, estudiaron Educación Física, Biología, Físicas, se conocieron practicando gimnasia, forjaron unos vínculos irrompibles y vivieron una fama leve, de esa que te reconocen,les suenas de algo, pero no saben muy bien de qué. Se ganaron la vida, se han ganado la vida, que muchas se han jubilado. Begoña Blasco, por ejemplo, ha escrito dos libros, el último: «El laberinto de Sara».

8. En noviembre de 1975 se concentraron en la Almudena en la Ciudad Universitaria. Empezaba un Mundial al que Rusia y los países del Este boicotearon por los últimos fusilamientos de la dictadura franquista. Eso abría las posibilidades de victoria. Pero Franco se moría y, quizá, si lo hacía antes, los países soviéticos se replantearían participar...

9. Ha llegado ya el 20 de noviembre y la radio anuncia que «Franco ha muerto» y el Mundial está en el aire.

Al final se guardan los tres días de luto y se decide que el campeonato se celebra en dos jornadas: el domingo y el lunes. Es en el Palacio de los Deportes, con mucha más gente de la esperada y con más horas de televisión de las programadas, porque había que llenar la emisión mientras España cambiaba de historia.

Chus Alegre es una mujer o una niña de 17 años. Como sus compañeras, se ha concentrado con Franco vivo y una España de pasado, pero cuando es presentada en el Palacio de los Deportes, Franco ha muerto y España mira, por fin, al futuro. Es la capitana y va a ganar una plata en mazas y bronce en la general, en pelota y en aro. Begoña Blasco ganará el bronce en cinta, al igual que el conjunto español de tres pelotas y tres cuerdas.

Antes, justo al anunciar su nombre, lo que oye Chus es un rugido. Es el público. «Estoy nerviosa», piensa mientras avanza hacia el tapiz. Da un paso, luego otro, ve a la gente, a mucha gente. «Estoy bien ya, no pasa nada, sé que lo voy a hacer bien. Adelante».