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Tenis
Nadal dobla a Federer
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A un lado de la pista, un tenista poderoso, zurdo, con una derecha mareante, que parece un martillo, un fenómeno de la naturaleza capaz de ganar seis torneos de ocho después de estar siete meses parado. Al otro, un hombre sin alma, rendido desde el segundo juego. Acaso el mejor tenista de la historia porque domina todos los golpes de este deporte, por su elegancia, por sus 17 títulos de «Grand Slam»... Ayer, en cambio, un títere sometido por un titán, por el jugador que mejor le ha hecho entender durante su carrera que la derrota es una posibilidad, que siempre hay alguien mejor que tú. Y Rafa Nadal es mejor que Roger Federer sobre tierra batida. En realidad, es mejor que todos en esta superficie, pero cuando el rival claudica desde el principio, Rafa no gana, arrasa (6-1 y 6-3).
El español dobló al suizo en varios sentidos: en el literal, porque ya son 20 triunfos los que tiene sobre él, por 10 derrotas; y en el figurado, por la paliza que dio a Federer, superado en todo; ni rastro de su poderosa derecha o de su saque o de sus voleas; ganador sólo de 12 puntos al resto en la hora y nueve minutos que duró el encuentro, o de apenas la mitad de los puntos que tuvo con su servicio (17 de 30). En cambio, Nadal, a quien le molesta la rodilla izquierda, vendada siempre desde que reapareció, que empezó el torneo cansado y sufriendo, era pura fuerza para tirar con el «drive» o incluso con el revés ya desde el resto. Dominaba los peloteos, tenía a Federer corriendo un metro por detrás de la línea y lo superaba cuando intentaba subir a la red... Nadal acumulaba «breaks» y tiros brillantes, «passings» increíbles o derechas ingobernables, y Federer las lanzaba fuera, se resbalaba, incluso tiraba la raqueta para cazar una volea.
«Fue el día de Rafa, no el mío, algo que suele suceder en tierra», explicó el suizo. Pero fue mucho más que eso. Afrontar un partido contra Nadal supone tener que estar dos o tres horas concentrado para seguramente acabar perdiendo, como sucedió hace siete años en el mismo escenario, en la misma final, en la que Federer desaprovechó dos pelotas de partido en un duelo que se fue al quinto set. Pero el helvético no parece dispuesto a eso en estos momentos. Tan claro lo vio Rafa, que apenas levantó los brazos después del triunfo, pese a que su rival amenazó con una pequeña reacción al sumar dos juegos seguidos y colocarse 5-3. La rebelión fue sofocada sin apuros. Rafa fue discreto en la celebración, nada de lanzarse al suelo como hizo en la tierra de Madrid, aunque la alegría que siente sea enorme. No se cansa de repetir que sabe de dónde viene y que lo que está viviendo es un sueño. Y viene del dolor, de competir en la gira suramericana de tierra allá por febrero con resultados pero sin sensaciones, para meses después estar compitiendo como antes y ganando a los mejores. El manacorense sólo quiere pensar en el día a día, pese a que los números se le acumulan. Ocho torneos en 2013, ocho finales y seis títulos; siete veces campeón en Roma, 24 Masters 1.000 en sus vitrinas, 56 títulos en su carrera, 41 en tierra batida, número uno del RACE, la lista que define a los mejores del año... Cifras de récord que ya tiene, y las que le esperan en breve, porque el próximo domingo empieza la pelea por su octavo Roland Garros. «Dejadme disfrutar de esta victoria. No es momento de pensar en Roland Garros», pidió el jugador español.
El triunfo de ayer le hace escalar una posición en el ránking de la ATP. Ya es número cuatro y deja el quinto lugar a Ferrer, lo que, en teoría, le proporcionará un cuadro más generoso, en el que evitaría a los tres primeros hasta las semifinales. Pero quizá sea tercer cabeza de serie en París porque la participación de Murray está en el aire. En Francia le espera el reto de Djokovic, que ha flaqueado en Madrid y Roma, pero que en Montecarlo pudo con Rafa. Eso queda «lejos» aún. El manacorense disfruta del presente y la lesión le ha hecho valorar más lo que ha logrado: «Cuando voy a la pista siempre pienso que lo que me ha pasado a mí en los últimos 8 y 9 años no es para siempre. Nadie está aquí siempre y gana siempre». Bien lo sabe Federer.
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