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Hípica

Un verano en la cuadra

Los campamentos hípicos se convierten en una alternativa perfecta para los más pequeños de la casa después del curso escolar

Un campamento hípico es una buena alternativa veraniega para los más pequeños Chacco Marketing

Cuando suena el timbre del último día de colegio, la rutina de los más pequeños de la casa da un vuelco. Para muchas familias comienza la búsqueda de actividades que mantengan a los niños activos, entretenidos y bien cuidados mientras los padres siguen trabajando. En ese cruce de necesidades y vacaciones aparece la hípica como un recurso: los cursillos intensivos y los campamentos de verano se convierten en mucho más que una opción de ocio, ya que son una experiencia transformadora para quienes sienten fascinación por el caballo o están a punto de descubrirla.

Las hípicas se llenan en verano. El ritmo cambia respecto al curso escolar: no hay deberes ni prisas y eso se nota. Los niños llegan temprano y pueden disfrutar de cada fase del ritual ecuestre: sacar al caballo del box, prepararlo a conciencia y montar sin mirar el reloj. Se trata de vivir el mundo del caballo desde dentro. Las escuelas de equitación diseñan jornadas completas en las que los pequeños no sólo montan, alimentan a sus caballos, limpian los boxes, recogen la pista, conocen las distintas partes del equipo y aprenden las rutinas básicas de cuadra. Se trata de formar jinetes y amazonas completos, con criterio y sensibilidad, y no simples "pilotos", que llegan, montan y se van.

La equitación mejora el equilibrio, la coordinación y la postura. Fortalece el tronco, las piernas y la musculatura profunda. Junto con la natación es de los deportes más completos que existen, ya que trabaja todos los grupos musculares. La hípica aúna deporte, tiempo libre, contacto y cuidado de animales y compañerismo. Montar implica aprender a leer al animal, interpretar su lenguaje corporal, modular la propia energía y saber que el liderazgo no se impone, se gana.

Durante unos días, el móvil y la tablet se cambian por una fusta, las pantallas por el brillo de un sudadero limpio y los mensajes instantáneos por charlas al sol con nuevos amigos. Además de la monta, el calendario de actividades se completa con juegos al aire libre, talleres de manualidades, gincanas hípicas, excursiones por el campo, juegos de agua... las horas de sol más intensas se reservan para la teoría o actividades bajo techo: conocer las distintas razas, aprender cómo identificar un buen estado corporal, comprender el lenguaje de las orejas e incluso acercarse a nociones básicas de veterinaria o herraje. En los campamentos con pernocta, la experiencia es más intensa. Dormir en el club, despertar con el relincho de los caballos, dar de desayunar a estos... La convivencia refuerza además las habilidades sociales: se aprende a compartir, a esperar turnos y a resolver conflictos sin pantallas de por medio.

La responsabilidad es otro de los pilares fundamentales. Cuidar de un caballo, aunque sea durante unas horas, exige atención, compromiso y madurez. Los niños comprenden que sus actos tienen consecuencias directas sobre otro ser vivo. Es una escuela de vida con riendas, cascos y crines.