Entrevista

Zuhaitz Gurrutxaga: «Sentía que estaba loco, hacía cosas raras y disimulaba»

En «Subcampeón», escrito junto al periodista Ander Izagirre, cuentan con humor el sufrimiento psicológico que vivió el exfutbolista durante toda su carrera profesional

Zuhaitz Gurrutxaga y Ander Izagirre
Zuhaitz Gurrutxaga y Ander IzagirreReal Sociedad

Para Zuhaitz Gurrutxaga (Elgoibar, 1980) debutar en la Real fue el comienzo de un sufrimiento que duró quince años. Hasta que descubrió que sus miedos tenían un nombre y se podían tratar psicológicamente. Para contarlos en un libro tuvo la ayuda del periodista Ander Izagirre (San Sebastián, 1976) y juntos han escrito «Subcampeón» (Libros del KO). Un libro necesario, escrito con humor y distancia para alejarse del drama.

Los futbolistas tienen mucha presión desde muy jóvenes. ¿Están preparados para eso?

Zuhaitz: Yo creo que no. De hecho no te preparan Te preparan para correr, para centrar y para rematar, pero no te preparan psicológicamente. Yo debuté con 19. ¿Quién te prepara para que te reconozca en la calle media provincia o que 30.000 personas te observen o te juzguen o los periódicos te puntúen? Siempre he pensado que para triunfar o eres más maduro de lo que te toca o eres un inconsciente. Yo veo gente saliendo al campo con 17 o 18 años pidiendo la bola. Y fallar y volver a pedirla. A mí me parece excepcional. Muchas veces creo por el perfil que seguramente es por inconsciencia y no darse cuenta de la responsabilidad que están cargando en sus hombros. Y mejor para él. Yo no fui suficientemente maduro ni suficientemente inconsciente y por eso no fui capaz. Pero nadie te prepara, no sé si ahora, pero nadie te prepara para que de un día para otro te cambie la vida y soportar esa presión. Es que según lo que hagas tú en el campo la gente duerme o no duerme esa noche. Pero no niños, gente de la edad de tu padre, que de repente te idolatra y según lo que hagas tú mañana va al curro triste. Yo creo que no se prepara para esto. Se habla mucho de que los futbolistas no somos muy listos, pero yo creo que hay una inteligencia innata de algo, no de haber leído a Schopenhauer, pero sí para aguantar esa presión de 90.000 personas cada tres días y que esa gente del Madrid y del Barça salgan allí y pidan el balón. Me parece que hay algo innato dentro. Ya me gustaría a cualquiera que creemos que es más listo y más inteligente ponerlo ahí dentro.

Cuenta en el libro que le impresionaba aún más tocar la trikitixa en la fiestas de su pueblo.

Z: La presión la he sentido siempre desde pequeño, desde que voy a la Real. Con 13 o 14 años en infantiles ya siento el miedo a fallar, luego ya se acentúa en Primera División. Y también cuando toco el acordeón. Lo que me extraña es que en el fútbol fue tal la presión y ahora que he vuelto a los escenarios prefiero que en vez de 300 personas haya 1.000 en el teatro. Yo creo que todo lo que sufrí en aquel tiempo me ayuda a relativizar cualquier situación de este tipo ante el público.

A: Tendrías que volver ahora al fútbol. Pero luego sale al estadio de Anoeta, que fuimos a hacernos fotos...

Z: Sí, y miro incluso ahora con 42 y digo «Hay que pedir la bola aquí». Y más ahora cuando veo cómo ha cambiado el fútbol, porque cuando yo era jugador, que no soy tan viejo, el portero la pegaba arriba y te escondías detrás del delantero para que no te pasara. Y ahora salen jugando todos, pero seguramente salen jugando así por algo que yo nunca tuve y he echado en falta, que un entrenador me dijera «tú pídela, y aunque la falles vuélvela a pedir, que no te voy a quitar». Si no, es imposible que la busquen y la pidan así. Yo eché de menos eso, que alguien en aquella época me dijera «aunque la falles, vuélvela a pedir». ¿Qué le vamos a hacer?

Las frases motivadoras de la época son las que le dice Clemente después de jugar con la sub'21. «Le digo a Iñaki que te lleve y vas y haces el ridículo».

Z: Yo a Javi le veo mucho, nos hemos encontrado un par de veces hace poco y me tiene mucho cariño. No sabía ni que se acordaría de mí, y yo a él le tengo un cariño especial porque me hizo debutar. Pero su forma de demostrar cariño, la forma de demostrar cariño en aquella época sobre todo los hombres, nuestros padres, no era decirte «qué majo eres», era así. Porque luego te ponía de titular. No demostraban su cariño con palabras, era otra época. Pero yo creo que ahora es impensable que se hable así a nadie.

¿Nunca trabajó con un psicólogo en un equipo?

Z: No. En aquella época no recuerdo ni que existiera esa figura. ¿Y a quién le dices, al presidente o al entrenador que estás mal, que tienes miedo de salir a jugar o que pasas las líneas con el pie derecho o que estás deprimido? Que primero ni sabía lo que me pasaba, pero no había esa figura en el club ni en ningún sitio supongo. Benito Floro no sé si fue uno de los primeros y bastantes burlas tuvo.

¿Cuándo se dio cuenta de que no estaba loco, de que tenía un problema que se podía tratar?

Z: Sentía que estaba loco, hacía cosas muy extrañas, sobre todo con el TOC y las intentaba esconder y disimular. Pero ya era muy difícil de disimular, sobre todo en casa, y llegó un día que mi madre me dijo Zuhaitz, ¿qué te pasa, qué haces? Y fue ella la que me llevó a una psicóloga y fue el mejor momento de mi vida. Salí igual de aquella primera cita, pero por lo menos me dijeron «lo que tú tienes tiene un nombre, te pasa esto y esto». Y además me preguntaba «¿y esto también te pasa?» Y yo «sí». ¿Sabes lo que era para mí cuando sentía que yo era el único en el mundo que hacia estas locuras y estas cosas que alguien le pusiera nombre y me dijera que había tratamiento? Fue para mí un alivio mayúsculo. Ahí me di cuenta.

«Salía a entrenar, pensaba que las chancletas no estaban alineadas milimétricamente y me inventaba una historia para volver al vestuario»

Zuhaitz Gurrutxaga

¿Dejó de sentirse un bicho raro?

Total. Salía a entrenar con la Real y antes tenía que alinear las chancletas porque si no me iba a dar mala suerte. Ya no era una manía, una superstición, era algo ya obsesivo. Yo he salido al campo a entrenar, en un equipo de Primera, seguir pensando que las chancletas no estaban milímétricamente paralelas e inventarme una excusa para volver. Imagine las energías que gastaba yo. Por eso decimos en el libro que bastante hice yo jugando quince años de profesional, viviendo eso y teniendo la cabeza como la tenía.

¿Cuándo descubre que el humor también es una manera de superar eso?

Z: No lo descubro conscientemente, pero ahora con distancia me doy cuenta de que siempre lo utilicé para esconder lo que hacía. Si yo estoy poniendo las chancletas simétricamente y alguien me ve, ¿cómo escondo eso? Lo tengo que hacer y mi manera de esconderlo era hacer un chiste sobre ello como que lo que estaba haciendo era una broma. Me valió para esconderlo y después me valía para coger distancia de lo que estaba haciendo. Cuando tienes TOC las obsesiones son muy irracionales, absurdas, pero no puedes controlarlas. La comedia y el humor lo que tienen con cualquier cosa en la vida es que algo que crees importante un chiste lo revienta. ¡Qué absurdez estás haciendo! El humor te hace coger distancia, pero a cualquiera en su vida y a mí me sirvió entonces. Y ya cuando descubrí que eso podía llevarlo a un escenario y podía ser mi oficio, ya doble, porque me vale como terapia y me vale para vivir.

A: Ya antes eras el gracioso del vestuario. No pensabas que eso podía ser un modo de vida, pero vino David Lago, otro exjugador del Rayo, a la presentación en Vallecas, y le preguntaban qué recordaba de esos años y decía que estaba Zuhaitz en la camilla en el masaje y diez tíos alrededor que iban a partirse de risa con las cosas que contaba. Esa vena la has tenido siempre.

Z: Sí. Y por suerte para este libro, estas historias no las monetizaba porque las contaba en el vestuario, pero sí me gustaba contar cualquier vivencia para convertirlo lo antes posible en comedia, en un chiste casi siempre de subcampeón. Autorridiculizándome. Por eso muchos excompañeros que leen el libro o que ven mis monólogos se lo pasan muy bien. pero siempre dicen «la mitad ya me la sabía». Porque todas estas historias yo las he trabajado., inconscientemente, no sabía que sería mi oficio, en los vestuarios sobre todo.

«El TOC merodea por aquí, pero sé convivir con ello y no me incapacita»

Zuhaitz Gurrutxaga

¿El libro es la conclusión de la terapia?

Z: Hombre, estaría bien, la verdad. No lo haremos, porque sería muy de película de Disney, hacer otro libro ahora de «Campeón», de que ya he superado todo, pero que te vaya todo bien no interesa. Ojalá fuera un cierre. Por desgracia, yo ahora tengo herramientas, pero el TOC merodea por aquí. Yo ahora estoy con vosotros aquí, pero seguramente estoy alerta de si este vaso el camarero lo ha tocado por arriba. Y yo sé que da igual y bebo, pero esa alerta está siempre un poquito encendida. Mucho mejor que antes, claro. Pero ahí seguirá. No sé si será crónico, pero yo sé que está ahí, sé convivir con ello y no me incapacita como me incapacitaba antes. Me condiciona, que ahora pueda estar un poco tenso aquí, igual respondiendo mal porque no sé si el vaso tiene algo, pero bueno.

Ander, ¿da un poco de pudor meterse tan dentro de la vida de Zuhaitz?

A; Al principio podía parecer que sí, pero la distancia es la clave. Vi enseguida que Zuhaitz contaba todo esto con humor y con distancia. Él expone cosas muy valientes, miedos, fragilidades, vergüenzas, que un futbolista nunca cuenta. He fingido una lesión, me he escondido detrás de un rival para que no me pasen el balón... Pero no sólo un futbolista. ¿Quién de nosotros contaría los miedos que hemos tenido en el trabajo, los fracasos, las vergüenzas. Contar eso me parecía muy valioso. Él venía con esa intención de exponerlo y yo me daba cuenta de que tenía ya una distancia, que a él no le iba a afectar o a perjudicar contar eso, que lo tenía muy trabajado. La mayor precaución la hemos tenido no tanto por Zuhaitz, que está habituado a reírse de sí mismo y a exponer estas cosas. Lo hace bien y le viene bien a él y a la gente porque se divierte y a veces a algunos les hace sentirse identificados. Hemos tenido más precaución a la hora de hablar de otras personas, porque Zuhaitz tiene una empatía extraordinaria, incluso con gente que dentro de su oficio lo trató con cierta dureza, algún entrenador. Él podía hacer sangre, podía denunciarlo amargamente, pero al final lo aprovecha para decir «mira, esto era gracioso». Y siempre entiende que la otra persona no quería hacerle daño por un motivo personal. Es muy comprensivo con los demás, incluso con la gente que no le ha tratado bien. La precaución que hemos tenido siempre ha sido esa, no vamos a cargar las tintas contra nadie, no vamos a molestar a un excompañero, a un exentrenador, no vamos a decir cosas feas porque tampoco era necesario.

«Zuhaitz expone cosas muy valientes, miedos debilidades, que un futbolista nunca cuenta»

Ander Izagirre

No parece que se guarde mucho. Habla de sexo, por ejemplo, que es una cosa que a otra gente le costaría más.

Z: Es lo que Ander me decía siempre y me extrañaba. A mí no me costaba nada hablar sobre escenas de sexo, además porque no son buenas. Ander me decía «esto me parece muy valiente» y a mí no me resultaba nada pudoroso.

A. En broma decíamos «hay que meter sexo en el libro para que se venda mejor». Puede haber una parte morbosa de hablar de sexo, pero a mí me parece muy valioso por la valentía de exponer que un futbolista de veintipico años, guapo, que puede ligar todo lo que quiera, que es como la imagen del triunfador en el sexo, en el ligoteo o en las relaciones, puede tener muchos problemas, incluidos problemas de salud mental, fobias, miedo a contraer el sida que le impiden tener sexo normal. Y cuánta gente tiene problemas con el sexo, con las relaciones con otras personas, pueden tener un gatillazo. Y da vergüenza hablar de ello, pero es algo supergeneralizado. No es una cuestión morbosa, me parece de las cosas más valientes que Zuhaitz hablara de sus relaciones con otras personas y sus fracasos en esas relaciones. Nos ha pasado a todos y a la gente le da vergüenza y nadie lo cuenta. Lo de siempre, te crees que sólo te ha pasado a ti, joder qué vergüenza que no se me ha levantado. Es una cosa muy de machote y el fútbol es un entorno muy así, muy gallo, muy indestructible, el héroe fuerte. Luego esas cabecitas no están solo para rematar.

Z: Ahora que lo dices, nunca he pensado en esto, pero no recuerdo haber escuchado a un compañero mío, y mira que he tenido compañeros en quince años, que me hablara de una experiencia sexual mala. De mujeres y de ligues y de sexo hablábamos, pero nadie me ha hablado de experiencias tan penosas.

¿Cómo era jugar con España? Representaba a la Real, a Guipúzcoa, al País Vasco y a España, que en algunos ámbitos era casi contradictorio.

Z: Queríamos hablar de este tema también porque cada uno siente su himno, su bandera, con más o menos fuerza o le da más importancia o menos. Yo no he sido de dar demasiada importancia a esas cosas y queríamos expresarlo de una forma divertida. Cualquiera que lea esto con algo de empatía debería entender que yo estaba en medio y que no era algo en lo que pensara demasiado. Mi entorno no era muy politizado. El problema era más que yo siempre he querido quedar bien con todo el mundo. Seguramente nadie estaba mirándome a mí cuando pasaba la cámara en el momento del himno, nadie estaba pensando en qué cara ponía yo, pero yo, que soy un agonías, y soy un tío que vive alerta desde que nació, pensaba «¿cómo quedo bien con todos?» Porque si me pongo muy serio puede pensar que rindo honores y si sonrío el otro va a pensar que me estoy riendo de él y yo quería que se acabara el himno y se pusiese el balón a rodar porque sudaba más en ese momento que jugando. Pero más que la mirada, que estoy seguro de que nadie me miró, era mi afán por quedar bien con todos y ese estar alerta y no molestar a nadie, que eso es imposible.

«Cuando jugaba con España pensaba que su tío iba a apagar la tele si sonaba el himno»

Ander Izagirre

Pero en aquellos años se hablaba de las medias de Arconada, del gol en la final de la Eurocopa, de las medias de López Rekarte...

Z. No hablo con los futbolistas de ahora para ver cómo viven estas cosas, pero creo que se vive todo con mucha más tranquilidad. Han cambiado los tiempos para bien o yo lo siento así.

A: Para mí este es otro asunto de esa valentía, porque podíamos haberlo obviado y nadie se hubiera acordado, pero es un tema que él vivió y exponer las dudas que tenía o los miedos que tenía, que su tío iba a apagar la tele si sonaba el himno de España, pero a él le había convocado España y no podía parecer que pasaba del asunto. Cualquier persona con empatía se imagina que hay un chaval que está en un marrón metido porque le están mirando con lupa de todas partes. Eso es lo que pasa en el fútbol al final. Ahora han jugado varios futbolistas de la Real con la selección y no pasa nada. Ahora somos como finlandeses, que no importamos a nadie y es una maravilla.

¿Eran amigos antes?

A: No. Habíamos estado en persona una vez, tomando una cerveza con amigos, que coincidimos. Y Zuhaitz me escribió un correo en diciembre del año pasado diciéndome que tenía este proyecto de escribir un libro con su vida y proponiéndome participar y a mí la verdad es que me venia bastante mal porque tenía otros proyectos. Me ha hecho un regalazo, pero yo no lo sabía porque no había abierto el paquete todavía. Y para abrir el paquete yo le dije que tenía otros proyectos, que a ver cuándo podíamos hacerlo. ¿Tienes prisa? Y me propuso quedar en un bar. Y, como es un encantador de serpientes, me empezó a contar todas sus historias durante tres horas y llegué a casa con agujetas en la mandíbula después de tres horas con la boca abierta, flipando y me parecía que era un historión maravilloso. Para mí era un regalo como periodista y como escritor que quisiera compartir conmigo esta aventurilla. Y yo cambié todos mis planes, encajé mis piezas y le di largas a otros proyectos. No nos conocíamos. Teníamos referencias, yo le conocía porque era seguidor de la Real ya hace 20 años y algo recordaba, el debut con Hasselbaink, lo que recordaba la gente que no es muy friqui del fútbol. Recordaba poco, sinceramente, pero Zuhaitz ha estado varios años en la televisión vasca presentando programas. Ya es una voz conocida, te cae bien, tiene gracia, luego vi su monólogo. En persona nos conocíamos poco, pero nos conocíamos.

Z. Yo había leído a Ander varios libros suyos y la forma que tiene de usar el humor, la ironía, es superfino, me encajaba. Yo llevo diez años haciendo comedia y muchas veces he pensado que a mí se me ve desde tres kilómetros que voy a hacer un chiste. Y Ander, el cabrón, hace en el libro que historias que a mí ya me funcionaban en vestuarios, incluso en escenarios, queden muchos más finas después de pasar por sus manos. Van mucho más ocultas. Hay momentos de este libro en los que la gente ríe a carcajadas y eso es muy difícil leyendo y eso es porque este señor es muy bueno.

A: Yo cuando publico un libro no vuelvo a abrirlo en mucho tiempo. Y éste, como lo tengo en casa, acaba de llegar, vuelvo y lo abro. Es una cosa muy rara leer algo que acabas de escribir y pasártelo bien. Yo pocas veces he estado tan excitado con una historia que tuviera entre manos como este año que hemos estado escribiendo el libro, deseando volver a casa porque quería seguir con ello, enganchado a la mandanga que me daba este hombre. Era como las 1.001 noches. Él escribía un primer texto un poco en bruto y nos reuníamos generalmente en mi casa.

Z: Escribía el primer texto en un gimnasio. No sé cuántos libros se habrán escrito en un gimnasio. Iba a un gimnasio de Donosti y escribía allí. Bueno, había una mesa. Y luego se lo mandaba a Ander y él ya reescribía,

A. Hablábamos mucho de lo que había escrito y salían muchas cosas, reflexiones o detalles que faltaban y lo completábamos. Y ese proceso iba por capítulos. Yo estaba enganchado, terminábamos una parte y quería seguir con esa historia. Es curioso porque era el escritor, pero también era el oyente de una historia.

Después de todo lo que vivió en el fútbol ¿admira más a tus ídolos futbolísticos?

Z: Yo pienso en gente como Raúl, que estuvo mil años a ese nivel desde los 17, siendo el mejor. Tienen algo innato, que no sé qué debe de ser, para aguantar todo eso, para seguir jugando cada tres días Champions, Liga... Sobre todo hablo de Madrid, Barça... En la Real yo sentía presión, pero la Real es un lugar en el que Remiro dice que va a desayunar los días de partido a un bar. El otro día vi a Oyarzabal en un supermercado y no lo saludé porque ni siquiera sé si me conoce, y estuve observando no a él, al supermercado, y nadie fue a hablarle en quince minutos. Guipúzcoa, San Sebastián y la Real será de lo más tranquilo en ese aspecto. Un Madrid, un Barça... Pienso mucho en Raúl. ¿Qué tiene innato para aguantar todo eso desde los 17 y salirse cada tres días? Me parece brutal. Los admiro mucho. Sería interesante que esa gente escribiera un libro de verdad, no sólo del éxito.

A: Hace poco le hice una entrevista en Jot Down Sport a Górriz. A Bixio Górriz, que era el 5 que heredó Zuhaitz brevemente. Y tú piensas en esos futbolistas de los 80 y piensas que eran superhombres. Arconada, Gorriz, de echarle huevos, indestructibles, ganadores de dos ligas. Y Gorriz contaba que él debutó con la Real en Vallecas, ganaron 0-4 y que en el siguiente partido en Atocha, el primer partido que jugaba delante de su público, jugó fatal y en el minuto 30 el entrenador lo quitó. Y que fue al vestuario y se echó a llorar superangustiado. Gorriz luego es el que más partidos ha jugado en la historia de la Real, 599. Alguien que no pensarías que tenía debilidades. Y yo con Gorriz he hablado mucho y nunca le había oído eso. Estaría bien a los que han triunfado escucharles momentos en los que han temblado y han pensado «no sirvo para esto». Raúl habrá pensado en algún momento «no sirvo para esto» siendo de los mejores del mundo.

¿Ese síndrome del impostor cuando lo empiezas a sentir?

Z: Ahora pienso que si iba a la selección sub'16, sub '17, yo era medianamente bueno. Y yo en el colegio era muy bueno, todos serían buenos, pero era muy bueno.

A: La Real te pesca con 13 años, vas a la selección española, debutas con 19 años... bueno eras. Ya lo digo yo si no lo quieres decir tú.

Z: En juveniles sentía que era bueno, pero ya ahí arriba yo prefería no jugar. Era la pescadilla que se mordía la cola porque yo prefería estar en el banquillo porque no soportaba la presión, pero sabía que si estaba mucho en el banquillo no me renovaban. Sabías que convenía jugar también de vez en cuando. ¿Y sabes lo que es el jueves cuando dan los petos en el entrenamiento de titular y suplente estar medio escondido para que no te echen el titular? Que por mucho que te escondas ya lo tendría pensado. Qué tonto era, a ver si se le olvida. Y alguna vez cuando te echan el titular, pensar «su puta madre». Luego ya en Segunda B, cuando me hundí del todo y acabé en el Lemona, en un pueblo de 3.000 habitantes, ahí me di cuenta de que era la presión lo que me incapacitaba. Porque ahí era un futbolista de Segunda B, de Segunda, igual no para Primera, pero que podía vivir del fútbol aportando algo.

A: Hubieras sido campeón del mundo de fútbol sin público.

Z. Ahora con el covid yo decía «Ahí tenía que jugar yo». Y también pensaba una cosa, cuántos jugadores estarían mejor ahora más tranquilos, sin público, pensé mucho en eso, en el covid. Es verdad que la tele lo echaba, pero cuántos jugadores mejorarían su rendimiento sin público. Otros lo empeorarían. Yo me acuerdo de Valery Karpin, que necesitaba público y además público que le gritara, entonces se venía arriba. Le ponía. A mí me pasa eso en el teatro, me jode que haya 20 personas, yo prefiero que haya 400. Pero estoy seguro de que en la pandemia hubo jugadores de Primera que respiraron.

Hablan en el libro de la importancia de la educación familiar. ¿Cómo se va a quejar de un codazo de Hasselbaink con lo que pasaron su padre o su abuela? ¿Hay un poco de eso en su carrera?

Z: Es una forma de ser muy guipuzcoana.

A. Cuentas que lo que te inculcan en la Real es el juego limpio, no puedes tirarte...

Z. Y dar poco la nota. Esto puede ser una estupidez, pero yo veo pocos tatuajes en la Real.

A: En broma se decía cuando Illarramendi volvió a la Real que había estado dos años en el vestuario con Sergio Ramos y había vuelto a la Real sin tatuajes y sin mechas. Era el gran mérito de Illarramendi. Eso que os inculcaban.

Z. Es que sigue todavía. No hay ni un corte de pelo un poquito raro, ni un tatuaje ni un pendiente. Es una forma de ser guipuzcoana, la escuela de la Real, de no quejarte y de no llamar mucho la atención. Eso me gusta. Yo veo a la Real ahora y los veo como muy amueblados.

Portada del libro «Subcampeón», de Libros del KO
Portada del libro «Subcampeón», de Libros del KOLibros del KO

¿Sigue viendo fútbol?

Z: Menos que Ander.

A. Yo veo poco y él menos. Hablábamos más de fútbol que de ciclismo, yo pensaba que era por cortesía, pero no. Yo suelo ir a Anoeta. Veo a la Real. El fútbol no es mi deporte, no entiendo.

Z: Era mi pasión el fútbol cuando era niño. Después lo odié con todas mis ganas, y después para hacer las paces tuve que coger distancia, dejar de verlo y ahora convivo en paz, no soy gran seguidor, veo a la Real, me gusta que le vaya bien, pero emocionalmente no sufro para bien ni para mal. He hecho las paces y veo partidos sin demasiada intensidad.

¿Cuando jugaba lo veía?

Cuando jugaba, perdón, cuando no jugaba, yo iba a casa y prohibía que pusieran fútbol. Sentía que todo el mundo era capaz de jugar y de ser titular y de hacerlo bien menos yo. Era verme en el espejo de lo que yo no podía hacer y estaba prohibido poner fútbol en casa. Por eso digo que ahora estoy en paz, si hay fútbol lo veo como un espectáculo en el que participé pero no tengo mucha implicación emocional.

Cuando ve a jugadores que eran buenos y que por circunstancias no llegaron, ¿no piensa que si llegó es por algo?

No quiero parecer demasiado humilde, pero tuve suerte. Aranzeta [compañero y capitán en los juveniles de la Real y de la selección] hubiera llegado antes que yo y lo merecía o algún otro de nuestra quinta que hubiera llegado y no lo hizo porque se lesionó. Cuántos te han venido en un bar diciendo que iban a hacer una prueba en el Madrid pero que sus padres le dijeron que primero los estudios. O que se lesionaron. Pero en el caso de Aranzeta sí es verdad y no tuvo suerte. Yo tuve la suerte de que llega Clemente, se lesionan tres centrales, estoy yo por ahí y tuve suerte. Yo creo que si no hubiera sido futbolista guipuzcoano y de la cantera de la Real sería mucho más complicado haber llegado a Primera División. Porque la Real, el Athletic, trabajan mucho con la cantera y dan muchas más oportunidades que otros equipos. Y un defensa si es serio, rápido, puede tener oportunidades, pero luego mantenerse es complicado y yo no lo conseguí. Otra cosa es ser delantero, marcar diferencias. Yo creo que no era malo pero tuve suerte.

¿Y no era una presión añadida jugar en la Real?

Sí. Cuando te implicas mucho sientes que decepcionas a gente muy cercana. Seguramente eso añade presión.