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La ambición sin fin de los Benjumea que arrastró a Abengoa al abismo

Un crecimiento sin control, una financiación deficiente y una crisis de deuda forzada por una mala gestión han llevado a la multinacional andaluza al borde de la desaparición

El expresidente de Abengoa Felipe Benjumea, en una foto de archivo
El expresidente de Abengoa Felipe Benjumea, en una foto de archivoFERNANDO VILLAREFE

Año: VI desde la salida de los hermanos Benjumea de la dirección. Día: 22 de febrero. Hora: 10 de la mañana. El consejo de administración de Abengoa convoca una sesión de urgencia para «adoptar las decisiones que correspondan» después de que haya encallado el acuerdo de reestructuración tras la negativa de la banca acreedora a una nueva prórroga de los plazos de vencimientos. En este escenario, todas las miradas se centran en Juan Pablo López Bravo, ex directivo de Barclays Bank y actual presidente de la compañía. Ante la imposibilidad de renegociar la crítica posición financiera decide confirmar la declaración de concurso voluntario de acreedores.

Han pasado seis largos años desde que la familia Benjumea perdió el control de la dirección, pero todos los dedos les siguen apuntando como los culpables directos de la situación de una compañía que fue emblemática, líder tecnológico y energético, número uno mundial en termosolar, multinacional de amplio espectro con presencia en cuatro continentes y un referente en renovables. De cómo una compañía que llegó a tener un valor en bolsa de más de 4.000 millones de euros, 38.000 empleados y 700 filiales ha acabado en el segundo mayor concurso de acreedores de la historia de España -tras el de Martinsa Fadesa- tiene mucho que ver la errática gestión de los hermanos Benjumea, Felipe y Javier, que iniciaron una febril expansión empresarial una vez que su padre cediera la batuta de la presidencia en 1991.

Reparto de papeles

Felipe, el menor, se hizo con la presidencia ejecutiva y el mayor, Javier, alcanzó la vicepresidencia. Los dos tenían una idea clara: convertir el sueño energético de su padre -que había fundado la empresa en 1941- en una multinacional global. Pero la forma en cómo hacerlo fue distanciando cada vez más a los hermanos hasta producirse el cisma familiar, justo con el fallecimiento del patriarca. Javier decidió abandonar su puesto en 2007 y descartar cualquier decisión operativa, y Felipe asumió todo el poder, aunque ambos seguían teniendo el control accionarial de la compañía a través de Inversión Corporativa, que junto a otras tres ilustres familias andaluzas -Solís, Abaurre y Aya- acumulaba el 51% de la empresa.

El crecimiento desaforado de Abengoa, que la llevó a una gran expansión internacional, fue presentado como un logro personal, en el que la familia Benjumea -con Felipe como cabeza visible- acumuló reconocimientos, relevancia económica y posición social, ya de por sí elevada por su condición aristocrática -por matrimonio y por parte de padre, tras recibir del Rey el título de marqués de la Puebla de Cazalla en 1994-.

La compañía llegó a acumular una deuda de 25.000 millones por su errática gestión

Pero ganar posición no es lo mismo que tomar las decisiones correctas y el crecimiento incontrolado de Abengoa, iniciado por los dos hermanos y refrendado en la última etapa por Felipe, no estuvo sustentado por una gestión y financiación adecuadas, y mutó en una crisis de deuda que superó en el peor momento los 25.000 millones de euros, con problemas de operatividad interna que provocaron miles de despidos y, finalmente, el traslado de la gestión a los acreedores, que en 2015 forzaron la salida de Felipe y la presentación del preconcurso de acreedores en busca de una salida negociada, que permitiera la salvación de la empresa.

Para resolver la situación, Felipe intentó llevar a cabo una ampliación de capital financiada con los bancos Santander y HSCD, pero el crédito le fue denegado y fue obligado a salir por la puerta de atrás de la compañía. La demanda que interpuso después contra las dos entidades bancarias se resolvió la semana pasada en su contra tras ser desestimada una reclamación de 1.000 millones de euros.

Instalación energética de Abengoa
Instalación energética de Abengoalarazon

Seis años después de aquella salida forzada, con una deuda de más de 6.000 millones y con las naves de la financiación hundidas, la situación de Abengoa es crítica. Máxime, tras la apertura de un expediente sancionador de la CNMV por infracción muy grave tras presentar con un año de retraso las cuentas de 2019 y sin la correspondiente auditoría.

¿Pero qué ha pasado con los otrora poderosos hermanos Benjumea? Felipe llegó a acumular la segunda fortuna de Andalucía, con un patrimonio de 1.500 millones, según la revista Forbes. Pero el varapalo de su salida de Abengoa le costó la pérdida casi total del valor de su parte en Inversión Corporativa, que derivó en una deuda de 110 millones y que le acabó cortando su capacidad de financiarse, lo que le puso contra las cuerdas. Sin embargo, sus contactos en las altas esferas le han proporcionado una salida en H2B2, compañía energética de tecnología de hidrógeno de patente estadounidense, de la que es coaccionista junto a su mujer, Blanca Porres, además de participar en la compañía minera australiana Infinity Litium.

Javier acumula infinidad de cargos no ejecutivos en fundaciones, patronatos y consejos. Y no quiere que nadie le relacione con lo que fue la joya de la corona de Andalucía.

El salvador de Amper, la esperanza de la compañía

Todo apunta a que esta semana el empresario Clemente Fernández -titular de 10 millones de acciones, que representan menos del 0,1% de derechos de voto- será nombrado nuevo presidente de Abengoa. Con amplia experiencia en concursos y reflote de empresas (ya salvó a Amper de la desaparición), espera alcanzar un acuerdo con los acreedores, refinanciar las cuentas y salvar sus 14.000 empleos, 2.500 en España.