Opinión

Saber gastar es muy difícil

Dinero público, y también privado, hay, aunque muchos se pregunten dónde está

Me cuentan desde medios financiero-jurídicos que hay una cantidad de dinero embolsada, a la espera de oportunidades, mareante. Me insisten en que es fruto, por un lado, del ahorro privado al que los que «tienen posibles» se han visto obligados en este último año a causa de la pandemia. Esta cantidad se suma a la que había prevista para realizar inversiones, que se quedaron paradas hace ahora doce meses. En ambos casos se está a la espera de que el panorama sanitario, político, económico-financiero y jurídico (lo de las viviendas en Baleares ha hecho mucho más daño del que se puede pensar) se aclare. Vamos, que los inversores se encuentran en la cabecera de pista esperando la ocasión para despegar. Por otro lado, como el Banco Central Europeo lleva ya bastantes meses dando barra libre, hay también liquidez en el sistema financiero. Lo único que hace falta es que esos fondos lleguen a quién de verdad lo necesita y tiene posibilidades de salir adelante. A lo anterior habría que añadir las ayudas públicas, si es que alguna vez terminan en los bolsillos adecuados. De entrada ahí está «el paquete Calviño» de 11.000 millones de euros, que ya se ha concretado algo. Ahora quiero ver si el dinero llega a los destinatarios finales.

Me dice alguien que ha tenido responsabilidades públicas y ha gestionado mucho dinero de la Administración que, al final, «gastar», que parece lo más fácil del mundo, resulta una tarea ardua y complicada. Cuando quiero hacerme una idea más aproximada de lo que suponen unas cifras, ya de por si mareantes expresadas en euros, las paso a pesetas y entonces sí que se vuelven exorbitantes. Es lo que pasa con la financiación del citado «paquete Calviño» o de los 10.000 millones de euros anunciados por Teresa Ribera para hacer frente al reto demográfico. Y ya no digo nada de los 140.000-150.000 millones que podrían llegar a España en marco del Fondo de Recuperación de la UE. Eso siempre y cuando se hagan las cosas bien, porque, además de la vigilancia de la Comisión, está la que ejercen los Estados miembros «ahorradores», perfectamente informados de lo que pasa en España a través de sus embajadas. En resumen, que dinero público, y también privado, hay, aunque muchos se pregunten dónde está. En eso consiste precisamente la dificultad de saber gastarlo: en que llegue dónde se necesita.