Opinión

A la agricultura y la ganadería, ni agua

Se habla mucho de la pobreza energética pero poco de la hídrica, que cada vez la sufren más explotaciones del sector primario

El pantano de Sau, en el término de Vilanova de Sau (Barcelona) y que está al 39% por ciento de su capacidad debido a la sequía que sufre Cataluña
El pantano de Sau, en el término de Vilanova de Sau (Barcelona) y que está al 39% por ciento de su capacidad debido a la sequía que sufre CataluñaDavid BorratAgencia EFE

El agua es vital para la salud, el medio ambiente y el desarrollo socioeconómico del ser humano y las olas de calor y la sequía no son algo nuevo para los que ya pintamos canas. Recuerdo que cuando era un niño, había veranos muy calurosos con sequía donde había restricciones horarias en el consumo de agua en algunas ciudades, lo que causaba que nuestras madres hiciesen acopio de agua en barreños y bañeras e incluso, en algunas ciudades, se puso de moda que cada vivienda instalase un depósito de agua.

Lo que sí parece preocupante es que, con los avances tecnológicos de los últimos 40 años, aún no exista un plan integral para la gestión, a nivel nacional, de un recurso básico, como es el agua, que debería poder redistribuirse entre las regiones sin condicionantes políticos. Se habla mucho de la pobreza energética pero poco de la hídrica, que cada vez la sufren más explotaciones del sector primario, muchos ya trabajando bajo pérdidas, que merma la capacidad productiva eliminando las economías de escala necesarias en este tipo de negocios. En algunas zonas, el agua embalsada se encuentra bajo mínimos y apenas hay precipitaciones, lo que, unido a los problemas estructurales que arrastran, está desencadenando un grave deterioro directo en la economía de esas regiones, pero indirectamente en todo el país, si aún cabe más. Además, el sector primario está muy herido por la inflación que erosiona sus ya mermadas cuentas por sobrecostes de sus materias primas, combustibles y electricidad, que no pueden trasladar, vía precio, a la gran distribución.

En el caso de la agricultura, se están perdiendo cultivos de secano y regadío y los que sobreviven dan frutos de menor tamaño y calidad. En cuanto a los ganaderos, la falta de agua conlleva una mayor escasez de pastos para alimentar al ganado y deben suplirlo con piensos cuyo coste se ha puesto por las nubes y se están viendo obligados a sacrificar cabezas de ganado y reducir la producción de aves, como en el caso del pollo. Todo ello nos conduce hacia la tormenta perfecta que, a la vuelta del verano, nos traerá mayor escasez y un aumento de precios que alimentará la inflación. Necesitamos que corra el agua por las venas de España con mejor redistribución de los recursos hídricos para que no haya tanta desigualdad regional, con un plan hidrográfico nacional que no busque tapar, bajo la excusa del cambio climático, la ineficacia de unos políticos que históricamente se han puesto de perfil en vez de pensar en el bien común de todos.