Fortunas

El clan Arnault: del cemento al lujo, los perfumes y el olimpo de los ricos

Con 186.000 millones, Bernard Arnault destrona a Elon Musk como la mayor fortuna del mundo gracias a LVMH

El consejero delegado de LVMH, Bernard Arnault
El consejero delegado de LVMH, Bernard ArnaultJOEL SAGETAFP

Todos los cohetes y satélites del mundo, los proyectos más osados y futuristas, hasta rozar la excentricidad, y la ultimísima tecnología no han logrado desbancar a un tapón de corcho propulsado por miles de burbujas de champagne. Lo mundano, la frivolidad, el hedonismo más vano, la opulencia casi insultante se han impuesto a corporaciones que aspiran a cambiar nuestras vidas y a colonizar Marte.

¿Pero a quién le interesa Marte con un Dior rozando la piel o un Hublot Black Caviar, el reloj del millón de euros, con 24 rubíes, oro blanco de 18 quilates, 500 diamantes negros y cristal de zafiro, anudado a la muñeca? Para qué salir de la Tierra si se puede desayunar con un Dom Perignon Vintage de 1959, a 825 euros la botella, o degustar un Macallan Sherry Oak de 30 años a 6.500 euros el estuche. Todo ello en la misma coctelera, la que agita el francés Bernard Arnault, el hombre más rico del mundo tras superar este semana al dueño de Tesla y Twitter, el extravagante Elon Musk.

Arnault y su familia disponen, según el ranking que elabora la revista «Forbes», de una fortuna equivalente a 186.200 millones de dólares gracias al imperio LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy) que engloba a 76 marcas de moda, licores, vinos, relojes, perfumes o cosméticos, factura más de 64.000 millones de euros y emplea a 175.000 trabajadores, desde Madrid –donde se fundó en 1846 una de sus adquisiciones más antiguas, la casa Loewe– a Zamora, donde poseen la bodega Numanthia, con un Termanthia de 2015 a más de 200 euros la botella, pasando por China, donde también se cosechan buenos caldos en la provincia de Yunnan, que limita con Tibet, Birmania y Vietnam. Y es que la multinacional que comandan los Arnault también innova. Gracias a eso se materializó en 2013 la primera cosecha de Ao Yun, a 300 euros la botella de 2018.

Pero aunque LVMH dispone de firmas con solera centenaria, lo cierto es que su fundación como conglomerado es relativamente reciente. La compañía se formó en 1987 tras la unión de la casa de modas Louis Vuitton y Moët Hennessy (formada en 1971 tras fusionarse la productora de champagne Moët & Chandon, con la casa productora de coñac Hennessy. En ese mismo 1971, arrancaba la vida profesional de Bernard Arnault vinculada a las obras públicas. Nacido en Roubaix (cerca de la frontera belga) el 5 de marzo de 1949, Arnault se graduó primero en la promoción de 1969 de Politécnica.

Se hizo cargo de la empresa familiar Ferret-Savinel, de la que se convirtió en presidente en 1978. Rebautizada como Ferinel, la empresa giró a la promoción inmobiliaria en Francia y luego en Estados Unidos, donde Bernard Arnaud se instaló. De vuelta en Francia, en 1984, adquirió Financière Agache-Willot, de la que conserva la prestigiosa marca Christian Dior y los grandes almacenes Le Bon Marché, tras haberse beneficiado de importantes ayudas económicas públicas para evitar despidos masivos

En 1987, desembarcó en LVMH comprando acciones. Para 1989, la familia Arnault ya era el accionista mayoritario. El grupo de la familia, sobre todo a través de Christian Dior, posee el 47,99% del capital de LVMH y el 63,50% de los derechos de voto, según «Le Figaro». Ahora, para el clan lo prioritario es comenzar la sucesión.

Arnault, de 73 años, tiene cinco hijos de dos matrimonios (Delphine, Antoine, Alexandre, Frederic y Jean). De todos, solo Delphine figura en el Comité Ejecutivo del grupo de lujo por excelencia. Ella parece ser la elegida –ya que Antoine figura en cargos no ejecutivos– para mantener a LVMH como la primera empresa en capitalización bursátil europea, valorada en 320.000 millones en 2021.

Mientras, el patrón de los Arnault, gran oficial de la Legión de Honor y Comandante de las Artes y las Letras, podrá dedicarse a sus obras filantrópicas y a su colección de arte, que incluye obras de Basquiat, Picasso o Warhol, entre otros. Pero para eso puede quedar aún una larga y quien sabe si fratricida carrera sucesoria.