Opinión

Todo lo que sube, baja y lo que baja, sube

Las bolsas, y sobre todo el Ibex-35, han tenido el mejor principio de año en mucho tiempo. Hay optimismo, pero eso no garantiza nada

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en una de las sesiones del Foro de Davos
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en una de las sesiones del Foro de DavosDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Federico García Lorca (1898-1936), «el poeta perfecto», como lo definió Miguel García Posada (1944-2012), uno de sus mayores estudiosos, vivía en Nueva York cuando se produjo el desplome bursátil de 1929. Eran tiempos pesimistas y de ahí salió el poema «Danza de la muerte», con su enigmático verso bursátil: «Que ya la bolsa será una pirámide de musgo/(...) ¡Ay, Wall Street». El poeta, ignaro en economía pero maestro de las palabras, veía a los mercados devorados por la selva, que también se adentraría –poéticamente– en la ciudad de los rascacielos. Warren Buffett, el oráculo de Omaha, el mítico inversor americano, siempre explicó que «mientras más absurdo sea el comportamiento del mercado, mejor será la oportunidad para el inversor metódico». Eso sí, todavía le gusta repetir su histórico –y tan difícil de seguir–consejo: «La primera regla en los mercados es no perder dinero y la segunda, no olvidar la primera».

Las bolsas –y de una manera especial el Ibex-35– han tenido uno de los mejores principios de año en mucho tiempo, aunque quizá ya han dado el primer paso atrás. Los expertos y los analistas rebuscan en la historia y explican qué y cuántas veces ha pasado cuando los mercados inauguran así el ejercicio. Lo único cierto, como dicen los folletos de las recomendaciones de inversión en letra muy pequeña, mínima, microscópica –acaso para que nadie se fije– es que «las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras». Es decir, puede –y sucede– ocurrir cualquier cosa. Los analistas más templados, como Juan Ignacio Crespo, creen detectar que las bolsas están en una «encrucijada contradictoria». Hay explicaciones para la euforia de principios de año. Todo sería un asunto de la liquidez que circula por los mercados, que sería casi medio billón de dólares superior a mediados de enero que la que había en los días finales de 2022. Tampoco es ningún misterio: al dinero creado por los bancos centrales –la Reserva Federal (FED) y el Banco Central Europeo (BCE)– hay que añadir el «fabricado» por los bancos americanos y europeos con la concesión de créditos en cantidades mucho mayores de lo esperado. Y, claro, el dinero tiene que ir a algún lado, sobre todo si se alimentaban las expectativas de que se empezaría a llegar al final de las subidas de los tipos de interés, como insisten sin cesar los más interesados en que eso ocurra, ya sean gobiernos o empresas, porque la influencia de las familias en este asunto es mínima.

Las dudas, sin embargo, han aumentado tras las mitificadas jornadas del Foro Económico de Davos que, no hay que olvidarlo, es de forma indirecta el negocio de su fundador Klaus Schwab, a pesar de que esté catalogada como una organización sin ánimo de lucro. Las cantidades que pagan las empresas por participar y que sus jefes estén mano a mano con líderes mundiales son astronómicas. Este año, el ambiente en Davos ha sido, en líneas generales, optimista, pero de un optimismo moderado, que también se enfrenta a incertidumbres importantes.

En la pequeña y próspera –gracias entre otras cosas al Foro– Helvetia ha quedado claro que el fin de la subida de los tipos de interés no está cercano. Christine Lagarde, siempre con modales y educación exquisita, ha advertido de que «la inflación aún es todavía alta», justo cuando se conocían las actas de la última reunión del Consejo del BCE que prevé varias alzas de 50 puntos básicos del precio del dinero. Jerome Powell, presidente de la FED, no acudió este año a Davos, pero sí estuvo el gran jefe de uno de los principales bancos americanos, JP Morgan, que está convencido de que la FED «subirá los tipos de interés por encima del 5%». Tampoco puede ser casual que Philip Lane, economista jefe del BCE, haya explicado en una entrevista que «Europa no volverá a la baja inflación crónica de antes» y que «los tipos de interés serán más altos que antes de la pandemia». Las señales e indicaciones, pues, son claras, lo que no quiere decir que el buen inicio bursátil del año haya sido un espejismo, ni tampoco una burbuja.

Tampoco nada ni nadie puede garantizar una senda alcista sólida. Los analistas del Bank of America (BoF), de hecho, prevén que en algún momento de 2023 puede haber una caída de las bolsas de un 20%, algo que otros menos pesimistas limitan al 10 o al 12%. Hay un refrán que afirma que «todo lo que sube baja y todo lo que baja, sube». Sin embargo, los más veteranos de los mercados aclaran que eso en bolsa, simplemente, es falso. Blas Calzada (1937-2018), que fue presidente de la CNMV, se lo explicaba a un agente de bolsa novato: «Un buen día la bolsa sube y al día siguiente y al siguiente. Y lo mismo cuando le toca bajar». «¡Ay, Wall Street», se quejaba Lorca.

La reforma del Círculo de Empresarios que se llevará el viento

El Círculo de Empresarios, que preside Manuel Pérez Sala, ha elaborado una propuesta titulada «Unas Administraciones Públicas más eficientes y modernas», presentada la semana pasada, en la que aboga por reducir el gasto público desde el 50,6% del PIB en el que estaba en 2021 hasta el 40% en 2024. El Círculo estima que el ahorro podría oscilar entre los 32.000 y los 48.000 millones. Sin embargo, la propuesta, gobierne quien gobierne, parece destinada a que se la lleve el viento.

Adiós a las fusiones transfronterizas por un largo periodo de tiempo

Colm Kelleher, presidente del banco suizo UBS, dijo en Davos –casi todo ha pasado por esa localidad estos días– que no veía utilidad en las grandes operaciones corporativas en el sector, es decir, cuestionó las fusiones. Para él implican recortes de estructura y plantilla y riesgos de ejecución. Casi al mismo tiempo uno de los grandes de la banca española explicaba en Madrid que, por problemas de reguladores, no veía en el horizonte fusiones bancarias transfronterizas en Europa.